Autor: Pablo Tigani
Es absolutamente congruente que un gobierno peronista estimule la demanda agregada con políticas expansivas para crecer lo más posible, preocupándose menos por la inflación, que por el nivel de empleo. La presidenta está convencida que es posible volver a retomar un ciclo expansivo. Si bien el mundo de hoy no es el previo a la crisis de las hipotecas, Argentina tampoco es la que fuera antes de 2003. Como decía, el mundo ya no registra 5% promedio de crecimiento (PBI), aquella ayuda adicional, no juega a favor como entre (2003-2007); tampoco tenemos la capacidad ociosa que exhibíamos hasta 2006, la producción esta trabajando a pleno, y se hace cada vez mas difícil impulsar políticas expansivas sin consecuencias inflacionarias. Se suma desde 2008, la constante amenaza de la “confrontación permanente”, que obstruye la inversión y estimula la salida de capitales. Pero aun, en un contexto hostil, lo más probable es que el gobierno siga estimulando el gasto agregado con políticas expansivas, privilegiando la actividad y el empleo, sobre otros aspectos.
Si el Poder Ejecutivo gana la batalla de las reservas, el aumento del gasto primario del sector público nacional impulsado en los últimos años, se consolidara. Es un “objetivo estratégico” solapado, que condicionara cualquier intento futuro de volver a los felices noventa.
Acá no existe ningún error, nada de parches, no se quedaron cortos, no buscan caja, ni se trata de una locura; esta es parte de la estrategia que comenzó en Diciembre de 2005, con la cancelación al FMI. Terminar con las condicionalidades del FMI, permitió establecer una estrategia propia, y fijar un nivel de asignación de recursos que solo el Congreso podría modificar en un futuro, si asume el riesgo de enfrentarse con buena parte de la sociedad beneficiada por la redistribución del ingreso establecida por los gobiernos “K”.
Con más gasto público, mayor será la dificultad para que el próximo presidente pueda volver a cambiar de rumbo la estrategia iniciada en 2002. No será fácil volver a las AFJP, ni bajar las jubilaciones y, ni hablar de los “nuevos viejitos incorporados por el sistema”. Mucho menos debilitar sindicatos volviendo a destruir la industria.
En suma, el Gobierno “cree” en lo que esta haciendo, es su estrategia de largo plazo, y fue parte de su plataforma electoral; cambio la composición del ingreso nacional.
En su perspectiva, mantener alto el gasto agregado, aunque sea a costa de algo más de inflación, es un problema de corto plazo. Por eso que recibe embates feroces de la ortodoxia y sus aliados, por seguir apuntalando la demanda y mejorando los niveles de actividad, en base a un manejo fiscal de deterioro extra.
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