Hacia una nueva ingeniería de lo comunal
Lic. Iván Beletzky - bele@fibertel.com.ar
El caótico reordenamiento mundial, signado por la globalización, amplió el margen de acción de los líderes de la pirámide del poder mundial y dejó a la gran mayoría de Estados-Nación esmirriados y con un muy pequeño campo de acción ante el mundo y con serios problemas para atender a las demandas de la ciudadanía. El antaño principal actor del sistema internacional hoy se encuentra limitado por varios frentes: las todavía hiper-potencias nacionales como Estados Unidos o China, la acorazada entidad Supra-Nacional que es la Unión Europea, el anárquico sistema financiero mundial y las soberbias Empresas Multinacionales que intentan imponer sus propias reglas para la maximización de beneficios, entre otros.
Sin embargo, paradójicamente, fue este mismo proceso el que reforzó las identidades locales y acercó a pequeñas comunidades de todo el mundo para poder intercambiar experiencias que buscan reconstruir los lazos sociales, bajo la bandera de un nuevo pacto social que sólo es posible en la instancia de decisión más básica, el Municipio, la Comuna o la Alcaldía.
El ciudadano está cada vez más convencido de que no puede esperar soluciones mágicas a nivel nacional que mejoren su cotidianeidad, la fórmula está en participar en su propia comunidad. Las empresas y bancos, que actúan en esa esfera, saben también que no pueden seguir actuando bajo la tradicional regla de maximización de beneficios. Por otra parte, en ningún Estado del mundo se duda que la descentralización pueda ser el camino para recuperar su imagen y tener presencia ante un individuo cada vez más descreído del sistema político.
En este contexto, aparecen nuevos conceptos que redefinen la interacción de esos actores y que renuevan la esperanza prometiendo cambios graduales pero reales. Me refiero a las Microfinanzas, la Responsabilidad Social Empresaria y los Espacios mixtos de cogestión.
Así, gracias la noción de Micro-créditos, que le valió el premio Nobel a su creador Yunnus, se busca incorporar al sistema a ese grueso de la población, que por estar excluida del sistema crediticio, está a la “orden del día” de los usureros de los circuitos informales de préstamo.
Por su parte, la Responsabilidad Social Empresaria busca un mayor involucramiento y compromiso de las empresas para con sus empleados, la comunidad y su medio ambiente. No es posible “ganar por el ganar mismo” en el hoy sin dañar su propia rentabilidad futura. Ya no pueden hacer oídos sordos de los problemas del eco-sistema ni de la sociedad sin comprender que en esa problemática se están perdiendo miles de clientes y consumidores.
Por otra parte, el Estado está obligado a abrir el juego y construir canales que lo acerquen al sentir del individuo. En este sentido, los espacios de cogestión representan el mejor ejemplo para facilitar la participación de todos los actores de la sociedad y, a la vez, ir un paso más allá de la mera legitimidad electoral.
Por supuesto, nuestro país no es ajeno a esta realidad. Después de la crisis del 2002, que implicó – sobre todo- un mea culpa de los argentinos, aparecieron esfuerzos que se ubican bajo esta nueva conceptualización. Hoy toda gran empresa tiene un responsable de acciones con la comunidad, existen decenas de réplicas del modelo de Yunnus y el Estado comenzó a construir nuevos canales de comunicación con el ciudadano.
No obstante, estos arrestos todavía son muy débiles y desarticulados. Lejos de apuntar a nuevo modelo de ingeniería social son experiencias solitarias que no van más allá de la buena intención. No es suficiente con aunar energías, sino también sensibilizar. Lo que implica una concientización interna, de cada uno de los actores, de qué es posible mejorar la convivencia.
El camino es combinar articulación, sensibilización y una definición clara del rol de cada uno. Ninguno podrá torcer la historia en soledad, es necesario abandonar pretensiones cesarísticas, asistencialistas o filantrópicas.
Así, el Estado debe tener una misión facilitadora, ser el estadio común de todos los ciudadanos. Construir redes que puedan acercar a los demás actores.
La empresa debe sentirse un Ciudadano Corporativo, sentir la responsabilidad que le compete y, bajo ese espíritu, apostar a generar un mejor clima interno, respetar el medio ambiente y emprender programas que sirvan como externalidades positivas.
La banca debe recordar su razón de ser, facilitar el crédito para acercar capital a los sectores más desprotegidos, sin por ello comprometer al sistema financiero.
Por su parte, la tarea de las organizaciones de la Sociedad Civil también es de suma importancia. Desde su neutralidad, pueden aportan en coordinación y aplicación de metodologías de identificación de problemáticas y construcción pacífica y dialogada de consenso.
En este marco, entre todos, e inspirados en estos nuevos conceptos, es posible arribar a un nuevo modelo de comunidad que direccione sus esfuerzos al desarrollo de lo local.
Sin embargo, el camino será arduo y con no pocos obstáculos. El primer desafió será abandonar el sesgo de la “mirada sectorial” y, por otra parte, abandonar la desconfianza evitando caer en la resignación de quien ha dejado de confiar en la política, en las instituciones y hasta en el otro.