Los países que no invierten en investigación acaban no teniendo qué producir o siendo meras filiales embaladoras de productos de terceros. Las políticas de desarrollo de la industria nacional se limitaron a poner barreras arancelarias y a subvencionar sectores estratégicos, olvidando sistemáticamente que por cada dólar gastado en Investigación y Desarrollo, (I + D) se recuperan 50 en la vida real.
En los años 50 Corea del Sur tenía una renta per cápita inferior a Mozambique. Conscientes de sus limitaciones, hicieron de la imitación un arte y copiaron lo que plagiaba Japón, que luego desarrollaron y vendieron con demostrada pericia. LG, Samsung, Hyunday, Kia… son prueba de ello. Hoy es uno de los países más prósperos e innovadores del mundo. El número de patentes registradas por Corea en 2006 ascendió a 5.935.
Para quien tenga dudas sobre la relación entre el gasto en i+D y la riqueza inducida, basta decir que Corea del Norte obtuvo sólo 4 patentes en el 2006 y su renta per cápita es de 1.900 dólares/año y frente a los 22.000 de la del Sur, la diferencia más grande a nivel mundial entre dos países fronterizos.
Sin que nadie lo perciba ni parezca preocuparse por ello, Argentina está mucho más próxima al caso norcoreano que al del hermano rico del sur. El número de patentes registradas por empresas y ciudadanos argentinos en 2006 fue de 22, poco más que Estonia, (17), Bahamas (14), Kazajstán (13). Frente a las casi 6.000 de Corea.
A más gasto en i+D, más riqueza. Estados Unidos encabeza el ranking de patentes a nivel mundial, 49.555. Alemania registró 16.929. Otros ejemplos más cercanos son Sudáfrica (349), Brasil (283) y México (136).
Solamente IBM obtuvo en el 2006, 3.621 patentes, 164 veces más que toda Argentina. Y harían falta 113 Argentinas juntas para igualar el número de patentes de Philips, 2.495.
Los países del Golfo Pérsico, por ejemplo, no gastan un céntimo en I+D y son “nominalmente” ricos, pero Israel, que no tiene petróleo, transforma su materia gris en oro negro. Con 135 científicos por 10.000 habitantes, obtuvo 1.725 patentes y gastó el 4.8% de su PBI en investigación. Argentina, diez veces menos, apenas el 0,4.
Para acabar de complicar las cosas, resulta que los resultados (patentes) no dependen tanto de cuánto se gasta sino de cómo se gasta. En EE.UU., Japón y China, el 80% del gasto en i+D corresponde al sector privado mientras que en Argentina la proporción es a la inversa: el 82% de la investigación es “estatal”. Los resultados están a la vista: 22 patentes por año.
¿Cuántas veces hemos oído a CFK hablar sobre la obviedad de que hay que incorporar “valor agregado” a la cadena de producción? En vez de proclamar discursos bienintencionados, sería mejor incidir sobre las verdaderas razones del subdesarrollo. Esas que, por cotidianas, no suscitan ningún debate público y a nadie parecen preocuparle lo más mínimo. Mientras el “Made in Germany” es sinónimo de calidad, “Industria Argentina” se queda en un mero topónimo.
Me llama la atención el poco debate público que suscita este tema. El país está más pendiente de si Tévez marcó con el Manchester o de cuando se sentará Florencia de
22 patentes por año. Que alguien haga algo, por favor, y rápido.
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