Introducción:
En los últimos años se ha hecho habitual observar en las calles de algunos de los barrios más populosos de la ciudad de Buenos Aires, e incluso en las ciudades del Gran Buenos Aires, a unos hombres de piel negra, hablando en un español básico y vendiendo bijouterie. Se trata cientos de hombres jóvenes de Senegal principalmente, pero también de Nigeria, Camerún, Liberia y Sierra Leona, entre otros orígenes, que en los últimos años cruzaron el Atlántico escapando de guerras o de penurias económicas y ahora, de este lado del océano, su presencia es cada vez más visible. Cada día ellos buscan su lugar en calles y avenidas transitadas de Buenos Aires para ofrecer lo poco que hasta ahora la ciudad puede darles para sobrevivir: bijouterie de fantasía adquirida en Once y apta para la reventa. Con ese oficio cientos de africanos consiguen el sustento mínimo para poder alquilar alguna habitación de pensión en Once, alimentarse y soñar con la posibilidad de lograr un mejor futuro.
Este artículo tendrá como objeto explorar y reconocer algunas de las posibles causas y las características de la emigración africana, en especial la senegalesa, y comprender las motivaciones que llevaron a cientos de seres humanos de ese origen a emprender el camino del destierro y buscar, aquí, un horizonte distinto para sus vidas. Teniendo en cuenta que la emigración es un fenómeno inherente al Hombre, buscaremos, sin embargo, reconocer en fenómenos contemporáneos las causas que han llevado al estado de inseguridad generalizada y que generan las condiciones para que millones de personas decidan emigrar.
En esta búsqueda se tendrá en cuenta la situación estructural de las sociedades africanas, su carácter periférico, agudizando la mirada sobre Senegal, en el contexto del sistema capitalista mundial. La migración senegalesa se enmarcaría dentro de un movimiento poblacional general del África subsahariana, originado por causas estructurales de la región (subdesarrollo, expoliación de los recursos naturales, guerras, explosión demográfica, excesiva deuda externa, por citar sólo algunas de ellas) y por cuestiones específicas de Senegal (una tasa de desempleo de casi el 50 por ciento, un índice de pobreza de 57.1 por ciento, grandes desigualdades en términos de renta y riqueza, precarias condiciones sanitarias, baja escolaridad, una esperanza de vida 56 años).
Finalmente, tomaremos el caso de los residentes senegaleses en Argentina ubicándolo dentro del fenómeno general de la emigración africana, atendiendo a la particularidad de ser ésta una emigración sur-sur, es decir, una emigración que parte de un país o zona periférica para ubicarse en una misma posición estructural. Aquí intentaremos comprender las características generales de la población senegalesa residente en nuestro país, teniendo en cuenta un número limitado de variables (rango etario, origen rural o urbano, género, nivel de estudios, situación legal y proyección de estadía en Argentina).
Las causas de la emigración africana
Si bien la emigración es un tema recurrente en las agendas de los medios masivos de comunicación, de Estados, de gobiernos y de la opinión pública en general, las profundas causas que producen este fenómeno no han sido lo suficientemente estudiadas. Algunas aproximaciones hacen hincapié en los aspectos económico - sociales de la inmigración, observando el fenómeno como producto de las condiciones de atraso y subdesarrollo de forma casi exclusiva. Bajo esta perspectiva se olvida el rol importantísimo que juegan los principales actores económicos (como las multinacionales) y los países desarrollados en la situación económica de África, así como el de las elites locales asociadas a ellos.
Cristina García Fernández ha logrado una certera aproximación sobre las causas de la emigración africana y plantea que es necesario revisar la intervención occidental en el continente africano, que para comprender el fenómeno, es necesario no perder de vista la expoliación de recursos naturales africanos por parte de compañías occidentales, aunque sin olvidar el papel que juegan y han jugado las elites locales. No es cierto que África sea un continente pobre, por el contrario, África posee enormes riquezas naturales como oro, platino, cobre, diamantes, uranio, petróleo, gas y coltán; grandes reservas pesqueras tanto de agua dulce como oceánica; cultivos cuya exportación debería aportar alta rentabilidad a extensas regiones; bosque tropical y ecuatorial e importantes recursos turísticos.
A pesar de estas enormes riquezas, García Fernández plantea que el continente padece la paradoja de un enriquecimiento sin desarrollo. Los beneficios de esta enorme cantidad de recursos naturales son desviados a las elites locales o a los “señores de la guerra” que controlan amplias zonas, mientras la mayoría de la población vive en una situación de inseguridad vital. Aquí se halla otra cuestión importante, muchos trabajos observan la situación de África en general y al fenómeno emigratorio en particular, como productos exclusivo de las políticas desarrolladas por los países centrales, olvidando el papel activo de los africanos. África no es simplemente la víctima de la globalización. Sus élites participan activamente en el mercado a nivel mundial, mientras millones de africanos se empobrecen cada año más porque la riqueza que circula por el continente no estimula ningún desarrollo económico.
El trabajo de Chakravarthi Raghavan , sobre globalización y movimientos migratorios, parece olvidar este último elemento. Aunque ilustra algunos de los fenómenos asociados a la globalización capitalista, como el de la creciente desigualdad entre “países ricos” y “países pobres”, que servirían para entender los flujos migratorios tanto dentro de África (principalmente hacia Sudáfrica) como hacia Europa, nada dice del importante papel de las elites africanas.
En el mismo esquema parece discurrir el trabajo de Sandra Gil Arahújo que, aunque si bien no da principal importancia al papel de las elites locales, analiza, de manera rigurosa, el fenómeno de la reestructuración capitalista de la economía mundial en relación al proceso emigratorio. La autora observa los cambios que afectaron el sistema capitalista mundial desde la llamada Crisis del Petróleo y que delinearon las características que impulsaron los flujos migratorios de las últimas décadas. La denominada globalización es el resultado de decisiones políticas concretas que reflejan las relaciones de poder a favor de ciertos sectores económicos, en especial el sector financiero, en detrimento de otros. Teniendo en cuenta una emigración Sur-Norte, la autora plantea que es necesario analizar el impacto de la globalización capitalista tanto en los países del Norte como del Sur, para comprender las formas en que se desarrolló, y se desarrolla, el proceso emigratorio. Observa que en las políticas neoliberales está la causa de las situaciones de pobreza y desigualdad que afectan a gran parte de las poblaciones de los países periféricos, pero también la causa que originó la demanda de mano de obra inmigrante en los países centrales.
Gran parte de los países africanos, durante los años ochenta, han retrocedido a un régimen prácticamente preindustrial, pues su participación en el mercado mundial se limita a la venta de productos agrícolas y materias primas, sector que tiene un carácter de enclave en sus respectivas economías. En general, las medidas aplicadas en el marco del Consenso de Washington dieron lugar a un nuevo modelo de crecimiento económico que ha colocado a estos países en una situación tremendamente vulnerable. Esta tendencia se ha visto agudizada en los años noventa y ha conducido al estancamiento de las economías africanas y a la configuración del sector informal, e incluso ilegal, como únicas alternativas de subsistencia para la mayor parte de la población. En este contexto las emigraciones, tanto locales como internacionales, se convierten en una cuestión de supervivencia para muchos africanos. Sandra Gil Arahújo, además, observa en las corrientes emigratorias internacionales un proceso de creciente feminización.
Si bien el trabajo de Gil Arahújo es importantísimo para comprender las causas de la emigración africana, en el marco de la reestructuración capitalista de las últimas décadas, así como algunas de sus características, su perspectiva (ya hemos señalado la falta de análisis del papel de las elites locales) se centra sólo en la emigración Sur-Norte y sólo de las políticas Norte-Sur. Otros autores, sin embargo, se alejan de las imágenes de un continente victimizado por las políticas de los centros del capitalismo mundial, como el trabajo que ya hemos mencionado de García Fernández.
Mbuyi Kabunda aborda de forma integral el fenómeno emigratorio, y sin dejar de denunciar las políticas del Norte, proyecta una imagen “afrocéntrica” del mismo. Este autor observa la emigración enmarcándola dentro de un fenómeno histórico humano denunciando, sin embargo, las características particulares que adopta en la sociedad capitalista mundial. Observa como causas de la emigración tanto el fenómeno económico del subdesarrollo y el neo imperialismo europeo, como así también factores culturales y sociales. Denuncia tanto las políticas de los países centrales, en relación al respaldo a Gobiernos dictatoriales y grupos armados, como también las falsedades de algunas nociones bastante difundidas en relación a la emigración. Aporta además una imagen de los inmigrantes como agentes de desarrollo económico, social y político, tanto en los países a los que emigran como en sus países de origen, incluyendo una perspectiva de una emigración más “horizontal” que “vertical” (el 75 por ciento de los emigrantes africanos viven en países del continente) .
Pasando en limpio algunas de las nociones que hemos observado, podemos sacar algunas conclusiones acerca de cuales podrían ser las causas principales de la emigración africana. En primer lugar, la emigración de las últimas décadas estaría enmarcada dentro del fenómeno de reestructuración capitalista de la economía mundial. Este fenómeno habría influenciado en la reconversión y profundización de las economías exportadoras africanas, generando una mayor expoliación de sus riquezas en recursos naturales, como así también una generalización de las situaciones de pobreza y desigualdad entre la población africana. Además, si bien esta denominada globalización capitalista es el resultado de decisiones políticas concretas de los países centrales, que reflejan las relaciones de poder a su interior en favor del sector financiero, no es cierto que sea un proceso unidireccional, Norte-Sur, sino que en ella, y como condición de existencia, participan, de manera subordinada, las elites locales africanas. También, que los factores económicos o políticos no alcanzan para explicar ellos solos la emigración, una mirada integral del fenómeno debiera incluir también factores sociales como la explosión demográfica, las guerras y la inseguridad generalizada, como así también factores culturales. Podemos agregar, además de una creciente feminización, que una característica importante de la emigración africana es su localización dentro del continente.
Las causas de la emigración senegalesa
La cristalización de un nuevo orden internacional, a partir del fin de la Guerra Fría y la mundialización económica hegemonizada por el capital financiero, ha impulsado el debilitamiento o desmoronamiento de muchos Estados periféricos, con la anuencia necesaria de las elites corruptas de cada país. Esta denominada globalización ha contribuido, entre otras cosas, a debilitar la autoridad de muchos Estados periféricos traspasándola o cediéndola a otros actores como ONG´s, instituciones internacionales, empresas multinacionales, Estados centrales y organizaciones criminales.
Las políticas neoliberales han puesto el acento en la necesidad de achicar el Estado en función de agrandar la incumbencia del mercado. Esto significó el esfuerzo sistemático por revertir aquellos elementos del Estado de Bienestar que, en el África post colonial, marcaron aspectos fundamentales del proyecto de construcción nacional. Los programas de ajuste estructural significaron, en la práctica, la suspensión de subsidios estatales a varios sectores productivos y sociales (educación, salud, agricultura), privatizaciones y desnacionalizaciones y reducción del sector público, lo que redundó en una caída fuerte de los estándares de vida, en una mayor concentración de la riqueza y en una expansión acelerada del número de personas marginadas y excluidas .
Las condiciones de inseguridad en los países empobrecidos (crecimiento de desempleo, cierre de pequeñas y medianas empresas orientadas al mercado interno, reemplazo de la agricultura de supervivencia y para los mercados locales por las cosechas de exportación, deudas en aumento) promueven el crecimiento de los circuitos alternativos de supervivencia. En efecto, una de las consecuencias de los PAE ha sido la reducción de los puestos de trabajo en el sector formal, lo que ha generado una disminución de las oportunidades de subsistencia por vías regulares, una caída del ingreso de los gobiernos de estos países y una mayor preponderancia de modos informales de obtención de recursos por parte de la población y del Estado. Los emigrantes ingresan en las estrategias de supervivencia de sus países a través del envío de remesas, que para muchas economías representa una de las principales fuentes de divisas.
Este panorama general no es ajeno a Senegal, el país de donde parten cayucos repletos de emigrantes que intentan llegar a las costas Canarias. En enero de 1994, Senegal adoptó un profundo programa de reforma económica con el apoyo de la comunidad de donantes internacionales. Esta reforma comenzó con una devaluación de 50% de la moneda, el Franco CFA, que se mantenía con una tasa de cambio fija en relación al franco francés. El control gubernamental de precios y los subsidios fueron desmantelados. Como miembro de la Unión Económica y Monetaria de África Occidental (WAEMU), Senegal mantiene un programa de integración económica regional que establece medidas parciales de libre circulación de productos con los países miembros. El Estado depende enormemente de los donantes internacionales (es uno de los mayores receptores de ayuda internacional ) y su economía de las remesas. Además, bajo el control del programa del FMI para la ayuda a los países más pobres, se “beneficia” de la condonación de dos tercios de la deuda externa siempre y cuando mantenga el plan de liberalización.
Antes, miles de senegaleses utilizaban los cayucos en la pesca atlántica, pero desde que el presidente Abdoulaye Wade firmó concesiones de pesca con diversas firmas de grandes barcos extranjeros esta actividad ha dejado de ser su medio de vida. El uso que ahora muchos ex pescadores dan a esos cayucos es de transporte hacia las islas Canarias . Del dinero pagado por las concesiones, nada llega a la población. Además, España, ha optado por pagar a Senegal y Mauritania para que permitan la repatriación de los que llegan a las costas españolas, generando una fuente más de enriquecimiento para las elites senegalesas, mientras la población continúa empobreciéndose cada vez más . Si bien Senegal no ha sufrido guerras civiles, ni enfrentamientos étnicos, habituales en el resto de África, y es reconocido por muchos organismos internacionales por su “estabilidad política y social”, se sitúa entre los países más corruptos del mundo.
Aunque muchos informes realizados por organismos como el BM, FMI, UNCTAD, AIF, plantean que Senegal crece económicamente (teniendo en cuenta el aumento de su PBI y algunos índices macroeconómicos), muchos datos de la realidad económica y social plantean que ese crecimiento no se traduce en un mayor desarrollo, es decir, de una disminución de los índices de pobreza, desempleo y desigualdad. Al declive mencionado anteriormente, de la actividad pesquera de pequeña y mediana proporción en manos de senegaleses, podemos agregar la crisis de la actividad agrícola.
La agricultura senegalesa ha estado caracterizada básicamente por el cultivo de especies tropicales para el consumo doméstico (arroz, tomate, frutos, producciones hortenses, etc.) y por el monocultivo del cacahuate para exportación pero actualmente se encuentra en crisis. Ésta se deriva de una serie de factores, como la depreciación de los términos de intercambio de la producción cacahuatera, el atraso en los pagos de la producción que el gobierno compra a los agricultores y la ausencia de una salida comercial para un gran número de producciones. El clima, marcado por la escasez de lluvias, tampoco ha ayudado mucho al sector. De esta forma, el éxodo rural se conforma como un mecanismo de supervivencia para las familias. Así y todo, la agricultura sigue siendo el sector con más ocupados, en un país con una tasa de desempleo de casi el 50 por ciento, un índice de pobreza de casi el 60 por ciento, grandes desigualdades en términos de renta y riqueza, precarias condiciones sanitarias, baja escolaridad y una esperanza de vida 56 años.
Si bien en los últimos años algunos indicadores sociales han mejorado, no lo han hecho en un nivel deseable. La tasa de escolarización ha aumentado (sobre todo la de las niñas) y la enseñanza es pública y gratuita, pero muchos niños y niñas que viven en las zonas rurales tienen que caminar varios kilómetros al día para llegar a la escuela más cercana. Además, si bien el gasto de material escolar por persona no llega a los 10 euros anuales, hay familias que no disponen de esta cantidad de dinero. También han mejorado las condiciones sanitarias, sobre todo en las ciudades, pero siguen siendo precarias. La sanidad es pública pero paga (unos 50 céntimos de euro). Además de ese pago hay que sumar el gasto de los medicamentos, que son inalcanzables para muchos, lo que los lleva a optar, en muchos casos, por la medicina tradicional .
En Dakar, la Capital, y otras ciudades importantes como Sant Louis, los talibés (el sentido original de la palabra talibé designa a un joven que aprende el Corán con un maestro, el marabú, pero que con el paso de los años se ha convertido en sinónimo de niño de la calle) están presentes en sus calles más transitadas. Vestidos con remeras sucias, a menudo demasiadas grandes y destrozadas y llevando sandalias o descalzos, estos niños de la calle piden dinero a los caminantes, se apoyan en las ventanillas abiertas de los autos y tienden la mano en los autobuses de las estaciones .
Hace algunas décadas cada pueblo disponía, en las proximidades, una escuela coránica dirigida por un marabú, los padres le pagaban una módica suma y los talibés trabajaban en su campo. En el campo, nos encontramos todavía con la daara tradicional: los niños abandonan sus casas por la mañana para ir a la escuela coránica, pero regresan después. Actualmente la diferencia radica en que, con el éxodo rural, en las ciudades los talibés son confiados a marabús que a menudo tienen pocos medios para satisfacer sus necesidades, por lo que muchos de estos niños son enviados a mendigar. Esta actividad puede revelarse lucrativa para un marabú que tenga entre una treintena y una cincuentena de talibés bajo su cuidado .
Con estos indicadores económicos y sociales no es extraño que cada año miles de senegaleses (de una población de 10 millones) decidan dejar atrás su país y buscar mejores horizontes en otras tierras. Además, la tradición senegalesa se entrelaza con su presente de una forma casi perfecta y nos pinta, de cuerpo entero, los cambios que han sufrido sus pobladores. En los pueblos pesqueros aledaños a Dakar hay cientos de cayucos que saldrán, cualquier día de estos, rumbo a las Islas Canarias. Estas pequeñas barcas artesanales representan una parte fundamental de la cultura del país ya que, en wólof, “gal” significa cayuco (Senegal quiere decir “nuestros cayucos”). Los senegaleses son un pueblo de pescadores y agricultores que, producto de la reconversión capitalista de las últimas décadas, ha experimentado una creciente inseguridad social vinculada a un Estado débil y a elites corruptas, a la presión de Estados centrales e intereses de multinacionales, a la expoliación de sus riquezas pesqueras, a la crisis de su agricultura y a una “cooperación” internacional siempre interesada.
Senegal en Argentina
Habiendo reconocido varias de las causas que producen la emigración africana, en especial la senegalesa, abordaremos ahora el fenómeno de la emigración hacia la Argentina. Teniendo en cuenta el carácter periférico de nuestro país, caracterizamos a ese movimiento poblacional como una emigración Sur-Sur. Por lo tanto, muchas de las características expresadas anteriormente en relación a las transformaciones de los capitalismos periféricos, de las últimas décadas, corresponden también, en términos generales, a la Argentina. Se buscará comprender algunas características de dicha población residente, para a partir de ello, arribar a algunas conclusiones generales del fenómeno.
La mayoría de los africanos que llegan a nuestro país son refugiados que piden asilo para evadirse de los conflictos de sus tierras, es decir, que manifiestan sentir miedo a ser perseguidos por razones de “raza”, religión o pertenencia a determinado grupo social. En segunda instancia y menor proporción, se trata de inmigrantes que, en busca de mejores condiciones de vida ingresaron, al país burlando el control fronterizo, principalmente, en el cruce con Brasil. El año pasado 859 personas solicitaron refugio a nuestro país, lo que representa un aumento del 47% respecto del año anterior. La nacionalidad con mayor cantidad de solicitudes fue la senegalesa (38% del total). Las cifras (según entidades africanistas) dicen que son entre 5.000 y 10.000 los africanos residentes en Argentina.
Se trata de una emigración que lleva unos 10 años en el país. Los senegaleses son el grupo africano más numeroso y es posible que ronde, incluso, las 2000 personas . Se debe tener en cuenta la inestabilidad del mismo, ya que se está renovando constantemente habida cuenta de que nuestro país es más bien de tránsito que de residencia definitiva (aunque muchos manifiesten la voluntad de radicarse en el país, de trabajar de forma estable y crear una familia). Se trata mayormente de hombres, con un promedio de 25 años de edad y la mayoría tiene un escaso nivel educativo (muchos analfabetos en relación al francés, idioma de origen).
En cuanto al origen de los residentes senegaleses, es posible dividirlos, esquemáticamente, en dos grupos: los primeros provienen mayoritariamente de la región norte, zona de gran actividad agrícola, de religión islámica, si bien es escasa su educación formal, tienen un alto nivel en teología, la mayoría son vendedores ambulantes, viven en hoteles y pensiones y son solteros (los casados no viven con sus esposas en el país). Los vínculos entre las personas de este grupo pasan por la religión y no por la etnia. El tipo de organización religiosa que los nuclea lleva el nombre de “Dahíra” y se llaman entre ellos talibes. El Segundo grupo proviene del sur del país, también poseedora de una cultura agrícola (maní, arroz), de mayoría islámica (sunitas), también tienen un bajo nivel de alfabetización pero en cambio tienen escasa formación teológica. El perfil laboral es de asalariados (panaderías, kioscos), también viven en hoteles y pensiones y son solteros en su mayoría (en este grupo los casados viven con sus esposas). Entre este grupo el factor aglutinante es la etnia. La estructura que los nuclea es la Asociación Cultural de Ayuda Mutua, donde al integrante se lo reconoce como socio, reuniéndose una vez al mes, a diferencia del grupo anterior que se reúnen todos los miércoles como día de celebración religiosa .
En la Argentina, la inserción de los emigrantes senegaleses a través del autoempleo es analizable a la luz de la ruptura del viejo paradigma del trabajo formal y en relación de dependencia, la crisis del modelo industrial, la desocupación y el subempleo y el crecimiento de la pobreza . Actualmente existen en nuestro país más de 2.500.000 emprendimientos , que surgieron como una alternativa a las formas de trabajo tradicionales. Si bien en el último lustro se han hecho avances, más que importantes, para dejar atrás este legado de políticas neoliberales, aún las consecuencias de treinta años de estas políticas son palpables.
Esta situación genera dificultades para la integración y plantea interrogantes acerca de las perspectivas de futuro para este colectivo humano. La estructura dependiente de nuestro país no brinda, en cuanto a oportunidades, un cambio radical en la situación de inseguridad en la que vivían estos emigrados en su país de origen. La mayoría de los emigrantes senegaleses se dedica a la venta ambulante de bijouterie en la zona de Capital Federal y GBA. Esta actividad lleva implícita un factor de riesgo, ya que las personas están “infringiendo” el Código Contravencional vigente, que según el artículo 83 prohíbe “impedir u obstaculizar la circulación de personas o vehículos por la vía pública o espacios públicos, salvo que sea en ejercicio de un derecho constitucional, y se haya dado previo aviso a la autoridad competente”. Si bien existen opiniones contrapuestas en relación a este artículo del Código, en la práctica los vendedores ambulantes sufren multas y decomisos por ocupar con mercadería veredas y paseos públicos. En algunos casos, esto los obliga a pagar, como ellos mismos dicen, “coimas” o “alquileres para permanecer en un lugar”, así como también multas para retirar mercadería decomisada por la policía y a cambiar constantemente de lugar. Además, actualmente la política del Gobierno Porteño, de prohibir las actividades callejeras de mera subsistencia como la venta ambulante y la prostitución, ha profundizado la represión .
Esta situación de inestabilidad propia de la economía informal no crea las condiciones para la mínima planificación de un futuro menos incierto en nuestro país. Aunque debemos decir que Argentina sí les brinda mayores condiciones de posibilidad de alcanzar los medios necesarios para poder emigrar hacia países del Norte ya que, en términos de desarrollo, nuestro país se halla en una situación menos acuciante que la de Senegal, por lo menos en algunas zonas como Buenos Aires.
En términos generales, podemos decir que nuestro país es elegido como destino (de tránsito) por una parte de los emigrados senegaleses, ya que, aunque país periférico también, le brinda a este contingente humano mejores condiciones de vida y posibilidades. Además, el carácter de la inserción de estos emigrados, producto de la situación dependiente argentina, explica la situación de nuestro país, como destino de tránsito y no de acogida permanente.
Conclusión:
En primer lugar, podemos decir que la emigración africana de las últimas décadas está enmarcada dentro del fenómeno de reestructuración capitalista de la economía mundial bajo la hegemonía del sector financiero. Si bien este proceso es el resultado de decisiones políticas concretas de los países centrales, no es un proceso unidireccional, Norte-Sur, sino que en él, y como condición de existencia, participan, de manera subordinada, las elites locales africanas. Este fenómeno habría generando una mayor expoliación de las riquezas en recursos naturales africanas, como así también una generalización de las situaciones de pobreza y desigualdad entre su población. Estos factores económicos tienen una gran significación a la hora de explicar los procesos emigratorios africanos pero no debemos perder de vista el rol de los factores sociales y culturales.
La emigración senegalesa se enmarca claramente dentro del proceso general africano descrito. Los senegaleses son un pueblo de pescadores y agricultores que, producto de la reconversión capitalista de las últimas décadas, ha experimentado una creciente inseguridad social vinculada a un Estado débil y a elites corruptas, a la presión de Estados centrales e intereses de multinacionales, a la expoliación de sus riquezas pesqueras, a la crisis de su agricultura y a una “cooperación” internacional interesada. Ante esta situación económica y social miles buscan el camino del destierro (a bordo de cayucos o como pasajeros clandestinos de grandes barcos) a fin de encontrar, en otras latitudes, un horizonte más amplio donde desplegar sus vidas.
Muchos de estos emigrados senegaleses llegan a Argentina, ya sea como polizontes o por tierra burlando el control fronterizo con Brasil. Algunos eligen ingresar primero a Brasil por que les resulta sencillo gestionar ante sus autoridades su ingreso, habida cuenta que no hay representación Argentina en Senegal. Una vez que han ingresado gestionan ante las autoridades argentinas el estatus de refugiado y, aunque muchos no lo consigan, logran con ello, al menos, un mínimo subsidio que les permite vivir unos meses. Se trata mayormente de hombres de zonas rurales, con un promedio de 25 años de edad y la mayoría tiene un escaso nivel educativo.
Las características generales de la situación de este grupo humano están señaladas por la estructura dependiente de la economía argentina. Nuestro país, en tanto país periférico, dentro de la economía capitalista mundial, no está en condiciones de absorber a este grupo en su estructura productiva (por lo menos encuentra muchas dificultades) y les asigna casi de forma exclusiva un lugar marginal dentro del mundo laboral. La venta ambulante no crea las condiciones para la mínima planificación de un futuro menos incierto. Aunque debemos decir que la Argentina sí les brinda mayores condiciones de posibilidad (o la ilusión, que no es poco) de alcanzar los medios necesarios para poder emigrar hacia otros países que estén en condiciones de incluirlos de manera formal dentro del mundo laboral. La mayoría de los residentes senegaleses manifiestan el deseo de establecerse de forma permanente pero chocan ante esta realidad estructural argentina. Por esta razón podemos decir, en términos generales, que nuestro país es “elegido” como destino de tránsito y no de acogida permanente. Esperamos que esta realidad siga comenzado a cambiar.
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Fundación Comisión Católica Argentina de Migraciones: http://www.migracionesfccam.org.ar/migrantes.html (consultado: 15/06/2009 – 20:49)
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Historia de Refugiados. “Escapando de Senegal: crónica de la odisea para llegar a Europa navegando en un cayuco”, en:
http://www.portalplanetasedna.com.ar/refugiados3.htm (consultado: 15/06/2009 – 20:57)
Asociación de residentes senegaleses en la Argentina: ascivil.senegalesa@gmail.com
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