El próximo mes asume la presidencia del Banco Mundial Paul Wolfowitz, un norteamericano designado por el gobierno de Bush para reemplazar a su compatriota James Wolfensohn. ClubMacro presenta algunos datos sobre esta institución y su nuevo presidente mechados con algunos comentarios del Dr. Alieto Guadagni, representante argentino ante ese organismo, expresados en una reciente nota publicada en La Nación del 19.3.05
La paternidad de los mellizos
El Banco Mundial (BM) y el Fondo Monetario Internacional (FMI) nacieron simultáneamente en 1945, al final de la Segunda Guerra, en el marco del Acuerdo de Bretton Woods (la comisión de expertos responsable de definir los lineamientos del futuro BM fue presidida por J.M. Keynes). Actualmente, son miembros de estos organismos 184 países que suman una población superior a los 6 mil millones de habitantes. Una idea de la importancia del Banco Mundial como instrumento para potenciar el desarrollo y la mejora de la calidad de vida de los paises más atrasados reside en el hecho de manejar una cartera de créditos de 20 mil millones de dólares anuales y contar con una planta de 10 mil funcionarios.
Sin embargo la cruel realidad del mundo es expresión suficiente del fracaso de estas instituciones. La brecha entre paises ricos y pobres, entre los del Norte y los del Sur, se ha venido incrementando en forma sostenida. Ejemplo claro de esta frustración es Africa. Es más, poco han influido las políticas del BM y del FMI a los extraordinarios avances obtenidos en regiones tradicionalmente postergadas del planeta, como es el caso de China y Vietnam.
Al investigar las causas que podrían explicar el fracaso de estas instituciones en el logro de sus propósitos fundacionales no debe descartarse el carácter plutocrático de su forma de gobierno, realidad que se repite en otros organismos internacionales.
En los 60 años transcurridos desde la creación del Banco y el Fondo se han sucedido en la conducción de cada una de estas instituciones nueve presidentes, todos norteamericanos en el caso del BM y todos europeos en el FMI. Muestra clara de la desigual correlación de fuerzas en el mundo es el hecho que el gobierno de estas instituciones, que tanta influencia tienen en el destino común, descansa sobre un pequeño grupo de naciones que representan apenas el diez por ciento de la población global.
Al respecto el Dr. Guadagni señala:
"El poder decisorio en estas entidades no guarda debida relación con la importancia económica de las naciones miembros; existe una evidente subrepresentación de los países en vías de desarrollo y en transición que maximiza así el peso decisorio del G-7. Basta señalar, por ejemplo, que China e India suman un PBI casi equivalente al de toda Europa, pero sus votos son apenas la quinta parte del poder de decisión europeo".
"Si el Banco Mundial es un financiador clave para los países en vías de desarrollo, pero además concentra la mayor "sabiduría" mundial, a todos nos interesa que esté bien gobernado. Un buen presidente para el Banco Mundial tiene que tener tres condiciones: experiencia en administración financiera, conocimiento de las grandes cuestiones del desarrollo y, sobre todo, liderazgo internacional. Por este motivo, la metodología de selección debería tender a escoger el mejor candidato para tan importante tarea; es obvio que mientras más amplia sea el área geográfica de selección, mayor será la chance de hacer una buena decisión. Por esto, es ineficiente restringir el proceso de designación a ciudadanos de un país, como lo fue hace meses seguir con la tradición de necesariamente un ciudadano europeo para el FMI."
"Es evidente que existe una asimetría fundamental entre la realidad actual del planeta y los mecanismos de gobierno mundial, en manos de países industrializados que representan, principalmente, la cultura occidental, una de las principales expresiones de dicho anacronismo. La credibilidad y la eficacia de los organismos internacionales dependen de su adaptación a la nueva realidad mundial; sólo entonces podrán contribuir sustancialmente al progreso y la paz de las naciones."
El nuevo lobo
La designación por parte de la administración Bush de Paul Wolfowitz, ex subsecretario de Defensa y uno de los arquitectos de la guerra en Iraq, en lugar de James Wolfensohn, como nuevo presidente del Banco Mundial, luce como una afrenta a las naciones que buscan una vía de desarrollo propia y una provocación de quienes detentan la supremacía del poder. Algo similar ocurrió con Robert Mac Namara, ex secretario de Defensa durante uno de los periodos más brutales de la guerra de Vietnam (1961-1963), que pasó a presidir el BM a partir de 1968.
Wolfowitz es considerado uno de los más apasionados halcones neoconservadores del gobernante Partido Republicano y un defensor de la "Pax Americana", fundada en el predominio y control unilateral de Estados Unidos en el mundo. Fue duramente criticado en 1992, durante la presidencia de Bush padre, cuando fragmentos de su "Guía sobre Política de Defensa" se filtraron al periódico The New York Times. Ese documento proponía acciones preventivas contra estados hostiles y medidas para impedir el surgimiento de potencias regionales o mundiales que pudieran competir con Estados Unidos.
Durante los 90 Wolfowitz fue el presidente de la Escuela John Hopkins de Estudios Internacionales Avanzados, donde contrató al historiador Francis Fukuyama, autor de la tesis acerca del "fin de la historia" que proclamaba la perpetuidad del capitalismo.
En síntesis, el nuevo presidente del Banco Mundial suma 35 años de carrera académica y pública y un largo historial como estratega de la supremacía occidental y defensor de las "guerras justas" pero ninguna experiencia directa en finanzas o planes de desarrollo, menos aun en misiones para reducir la pobreza.
Nuestra reflexión
No cabe duda que atravesamos tiempos duros y de desafíos. La descripción arriba presentada, que ilustra sobre el manejo arbitrario y manipulación de los organismos internacionales por parte de la potencia hegemónica y un puñado de paises poderosos, debe servir para extraer lecciones que se traduzcan en acciones. Entre ellas, no esperar soluciones mágicas, de afuera o de arriba, y confiar en nuestras propias capacidades para resolver los problemas que enfrentamos. Asimismo, contribuir a frenar los desequilibrios y asimetrías en las relaciones internacionales a través del apoyo solidario de los marginados.
La Argentina de los 90 constituye, justamente, un claro ejemplo de lo que no se debe hacer, una mediocre combinación de seguidismo adulón de los más poderosos conjugado con petulancia y desdén frente a nuestros iguales. Este también es un legado de una clase dirigente decadente y una asignatura pendiente del nuevo país que todos deseamos.
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