Mujeres Ejecutivas

El llamado techo de cristal impide que las ejecutivas alcancen cargos directivos pese a tener excelentes condiciones de liderazgo. Aunque las mujeres participan cada vez más de la población económicamente activa los puestos de dirección les están en gran medida vedados. Éste no es un fenómeno propio argentino ni un hecho del Tercer Mundo ya que también en los países centrales existe lo que ha dado en llamarse el “techo de cristal”.

El techo de cristal representa el límite que poseen las mujeres para ascender a los niveles de decisión de las empresas, esto es, en cargos ejecutivos. Según una definición tradicional, los ejecutivos o gerentes son individuos que toman decisiones sobre la ubicación y los usos de los recursos humanos, físicos y financieros de una organización.


De acuerdo a estudios de la Organización Internacional del Trabajo el porcentaje de mujeres en posiciones ejecutivas, a nivel mundial, es de sólo el 16,5%. A su vez, dentro de la categoría de ejecutivos, se repiten las discriminaciones. Un claro ejemplo de ello son los Estados Unidos, donde hay un 39% de mujeres ejecutivas pero sólo el 3% ocupa posiciones en los máximos niveles de decisión (top management) o llegan a CEO. En la Argentina, según algunas cifras aportadas por consultoras de personal, sólo un 3 o 4% de los cargos directivos se encuentran ocupados por mujeres.



Esta discriminación también se refleja en las remuneraciones y posiciones. En un reciente estudio sobre un millar de ejecutivos y ejecutivas de 500 empresas de EEUU realizado por la revista Fortune se comprobó que, a paridad de educación, las mujeres siempre ganaban menos y que estaban “sobrepresentadas” en posiciones gerenciales. Eso significa que, a pesar de estar profesionalmente capacitadas, su participación no se refleja en los puestos de decisión, sino que ocupan los que exigen un rendimiento mucho menor.

Muchos académicos, pronosticadores y gerentes de primera línea consideran que las mujeres son mejores líderes que los hombres y, tarde o temprano, pasarán a tomar la delantera en el mundo de los negocios, tanto por ciertas cualidades innatas como por el grado de esfuerzo y dedicación al trabajo. Estas predicciones encuentran un fuerte respaldo en las estadísticas de universidades y escuelas de negocios que muestran que las mujeres obtienen, en promedio, mejores notas en todos los niveles educativos.


Entonces la pregunta que cabe hacerse es ¿por qué se mantienen estos límites a pesar de la creciente corriente de opinión sobre las ventajas que, en teoría, tienen las mujeres para ejercer cargos de liderazgo en el mundo corporativo?

El estereotipo gerencial

Una de las explicaciones sobre la discriminación que sufren las mujeres en el acceso a cargos ejecutivos se encuentra en el predominio en la cultura organizacional de ciertos criterios o pautas asociadas al rol masculino, como las vinculadas con el compromiso con la organización, el éxito en la carrera y la dedicación al trabajo.

Es un hecho que existen diferencias en el estilo de liderazgo de varones y mujeres, como lo vienen sosteniendo numerosos estudios realizados en las últimas décadas, pero no hay nada que demuestre que el estilo “masculino” sea mejor o más eficiente que el “femenino”.

Es más, para algunos las ventajas se encuentran del lado de las mujeres ya que los hombres eligen un estilo transaccional, basado en métodos tradicionales de ordenar y controlar, mientras que las mujeres tienden al liderazgo transformacional, sustentado en la motivación y el apoyo.

En un artículo publicado en la revista Fortune en 1999 se indicaba que los CEO varones eran manipuladores, impacientes, dominadores y egocéntricos, que desalentaban el trabajo en equipo, mostraban poca habilidad para desarrollar el talento en sus colaboradores y su accionar generaba en las organizaciones una atmósfera de supervivencia del más fuerte.

Sin embargo, el estereotipo más aceptado de gerente de primera línea sigue manteniendo las características individuales asociadas a lo masculino, como competitividad y capacidad de decisión, en lugar de incorporar las habilidades habitualmente catalogadas como femeninas, como ser la empatía y la comunicación.

En el mantenimiento de este estereotipo podrían encontrarse los motivos por los cuales el techo de cristal sigue vigente.

A título de reflexión final

Entre las ventajas que presentan las mujeres en su papel de ejecutivas de empresa se suele mencionar la poca atención que prestan a los símbolos de status, una forma innovadora de pensar, mejores cualidades relacionales y de comunicación y su mayor productividad y capacidad de servicio. Cualquier análisis del desempeño laboral de las mujeres profesionales permite comprobar que, en general, son sumamente competentes y se preocupan por profundizar sobre los temas que deben manejar a diario.

Sin embargo esto parece no ser suficiente, ya que la concepción del éxito en la cultura organizacional actual está ligada a una visión masculina más egocentrista y materialista que hace que las mujeres sean vistas como menos ambiciosas y menos interesadas en su trabajo y, por lo tanto, menos adecuadas para ocupar cargos gerenciales.

De allí que con frecuencia las mujeres que se han preparado y capacitado para una vida profesional y que se encuentran integradas en una organización confiesan que necesitan adquirir "otros talentos". Estos “otros talentos” son, justamente, los de liderazgo, muy asociados con el estilo masculino de toma de decisiones y manejo del poder.

En materia de inserción femenina en el mundo del trabajo se ha avanzado mucho pero resta aún mucho por recorrer.

Por Maria Laura Lorenzo