Los problemas fiscales europeos, provienen de la baja productividad y la pérdida de competitividad de la mayoría de los países en dificultades. En los países que hoy tienen problemas, el sector externo no funciona como “driving force” (factor que impulsa) del crecimiento, por esa misma falta de competitividad; tampoco el consumo privado aporta, porque los costos internos son elevados-recuerde la convertibilidad en Argentina-, y resulta difícil mantener la recaudación. Al revés de lo que se le propone a Grecia y España, cuando se observa baja competitividad, hay que aumentar el gasto público para paliar la falta de creación de empleos por parte del sector privado. La corrección de las finanzas públicas exageradamente desequilibradas, luce difícil de resolver a través de las recetas de ajuste que ya comienzan a aplicarse, recibidas con disturbios sociales. El aumento del gasto público fue la válvula de escape de las presiones que enfrentaban las economías desarrolladas, ha sido lo que evito el desastre más grande que pudiera tener memoria la historia económica, a nivel recesivo.
Paradójicamente, los países emergentes no están sufriendo esas consecuencias nefastas, debido a su bajo nivel de endeudamiento público, sistemas financieros saludables, buenos niveles de ahorro, superávits comerciales, altas reservas internacionales, salarios consistentes con los niveles de productividad, y respetable horizonte de competitividad.
En cambio los países desarrollados al estallar la crisis, mostraban un nivel de endeudamiento público descomedido, cuentas externas deficitarias, costos salariales inconsistentes con los niveles de productividad y baja competitividad.
La Europa, sujeta al Tratado de Maastricht, violo sistemáticamente las pautas elementales de la regla fiscal básica, por esa razón la resolución de los problemas estructurales y de competitividad son peores aun. Las desparejas condiciones de los distintos integrantes de la zona, hacen que lo que sería adecuado para los miembros distanciados como Grecia y España-que necesitan tasas de interés bajas y devaluación del Euro-, es contraproducente para los países como Alemania, Francia y Holanda.
La “insincera y encubierta irresponsabilidad macroeconómica”, característica de América Latina y su liderazgo de “insinceros e irresponsables economistas amigos del FMI”, que incumplieron periódicamente con todo lo prometido, se está reproduciendo en “países serios” como Inglaterra, Sudáfrica, Nueva Zelanda, Australia, Estados Unidos, Francia y Japón.
Detrás de los Pirineos y a la derecha de su pantalla, “los suburbio de la Eurozona”, con muchos años de tipo de cambio fijo frente a países como Alemania, se dan cuenta ahora, que el Euro como moneda única es un problema, dadas las enormes diferencias entre países europeos, en términos de posición fiscal y balanza de pagos. Además de lo expuesto, la verdad es que el flujo de capitales y de trabajo “intra Europa” no es plenamente libre, sino que lo digan los “cabecita rubias” del Este.
La realidad indica, que los países de la periferia de la Unión Monetaria Europea, no sólo no alcanzaron la convergencia real hacia los países centrales de la Unión, sino que los contrastes que exhiben son cada vez mayores. El ingreso en el Euro proporcionó a los países modestos un aura de confianza engañosa, como aquella “convertibilidad” Argentina en la década del noventa. Emocionales apariencias y falso resguardo financiero para los capitales que como en Europa, huyeron al primer fogonazo.
Para tener idea de la pérdida de competitividad que padece una economía, es necesario comparar la evolución de los costos laborales, respecto de la productividad, es decir, costo laboral por unidad de producto. En Alemania los costos laborales aumentaron en la misma proporción que la productividad, en los años posteriores a la irrupción de la moneda única (1999). Alemania es el país con menos desequilibrios fiscales, con el hándicap de haber incorporado una economía ineficiente a su locomotora, hace solo 20 años. Por contraste en Grecia, mientras los costos laborales aumentaron 62%, su productividad aumentó 28%, este alto deterioro de su competitividad, combinado con desequilibrios fiscales de magnitud, son un cocktail explosivo, difícil de igualar.
España e Irlanda, el otrora “leading case” de los economistas CAM*de Argentina, muestran una enorme discrepancia entre sus costos laborales y productividad, ambos sostienen el doble del costo laboral unitario de los Estados Unidos; no hablemos de comparar con Corea, Hong Kong, Vietnam, ni China.
*CAM (Confrontación Al Modelo)
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