En este ensayo, se expusieron distintos enfoques y conceptos sobre competitividad para evaluar, desde diferentes ópticas, el efecto de la devaluación sobre ella. Sin embargo, desde ningún punto de vista, se pudo concluir que la economía argentina haya ganado competitividad con respecto al período pre-devaluación.
Si bien la variación del tipo de cambio puede ser un adecuado instrumento de política para fomentar la competitividad en el corto plazo, la diferencia en la paridad de las monedas entre países en un determinado momento sólo crea situaciones de carácter circunstancial. Esta mejora en la competitividad nunca constituye una ventaja sostenida en el tiempo, sino una ventaja artificial.
Para que la devaluación no sea sólo una ventaja artificial deberían aprovecharse los efectos positivos que produce un cambio en los precios relativos en el corto plazo, para afectar variables como la inversión y la productividad que influyen sobre la competitividad en el largo plazo.
La competitividad y la rentabilidad de las empresas no deberían depender del nivel del tipo de cambio, por el contrario es la competitividad lo que debería determinar el tipo de cambio. Es decir, si en un país las ganancias en productividad se concentran principalmente en los sectores transables, la moneda del mismo debiera fortalecerse en el tiempo. Pero lo anterior no significa menores utilidades para los sectores productores de bienes transables, sino precisamente lo contrario; de hecho, son las mayores utilidades del sector transable, originadas en las ganancias de productividad, las que llevan a la apreciación de la moneda.
Por lo tanto, las políticas económicas más que intentar sostener al tipo de cambio en niveles superiores a los de equilibrio, deberían orientarse a incentivar la inversión tanto en capital físico como en capital humano, logrando de esta forma incrementar la productividad y la competitividad de una manera real y sostenida.
Para evaluar la competitividad hay que mirar más allá de los números, no basta con que aumente la inversión: debe crecer la inversión productiva, debe aumentar la calidad de los productos; no basta que bajen los costos unitarios laborales: debe también incrementarse la productividad; no basta con que aumente el volumen de las exportaciones: debe aumentar el valor agregado de las mismas. Para ganar competitividad, no basta tener precios competitivos, estos deben ser reflejo de una mayor productividad y no de un mayor empobrecimiento.