Finlandia es un país joven (obtuvo su independencia en 1906) y pequeño, tanto en extensión (338.000 km2 cubierto en su mayor parte por lagos) como en población (5 millones de habitantes). Sus riquezas naturales son escasas, constituyendo los bosques su fuente principal de recursos primarios. A pesar de ello se encuentra a la vanguardia en todo, tanto en los clásicos indicadores de desarrollo humano (ingresos, equidad, empleo, salud, educación, oportunidad de genero, mantenimiento ambiental, etc) como en desarrollo tecnológico, competitividad, ejercicio institucional y ausencia de corrupción. Lo extraordinario de este pequeño gran país es que en menos de un siglo pasó de la pobreza al bienestar generalizado y que, recientemente, logró emerger de una seria crisis y transformarse en una economía posindustrial. El articulo ilustra sobre algunas causas de este desempeño y en que medida es replicable a realidades como la nuestra.
A principios de la década del noventa Finlandia sufrió fuertemente el colapso de la Unión Soviética, su vecino y principal socio comercial. El sector productivo, basado en la industria metalúrgica y de pasta de celulosa, se derrumbó arrastrando a otros sectores. El país se frenó y el desempleo trepó al 20%. Hoy, sólo 15 años después, Finlandia deslumbra como uno de los modelos más exitosos de lo que se ha dado en llamar sociedad posindustrial, conjugando bienestar social y modernidad económica.
¿Cómo pudo aprovechar ese país el traumatismo de una crisis para realizar una mutación económica profunda que fue mucho más allá de una mera recuperación? Esta es, justamente, la particularidad del caso finlandés y aquello que más atrae la atención de los estudiosos del desarrollo.
La transformación
En primer lugar, hay que tener en consideración que la salida de la crisis no se produjo a través de instrumentos tradicionales de auxilio en caso de naufragio económico, como son el crédito o la devaluación. La utilización del crédito no fue posible, al igual que en la Argentina del 2002, porque el sistema financiero estaba colapsado por el alto grado de sobreexposición crediticia al momento del estallido. A su vez, los compromisos adoptados en el marco del proceso de incorporación a la Unión Europea le impedían devaluar.
La clave de la transformación económica de Finlandia debe ser rastreada en la inteligente planificación y conjugación del sector privado y público. Más precisamente, entre la adecuada y eficiente decisión de una empresa: Nokia, y la igualmente acertada estrategia del gobierno para convertir a Finlandia en una "sociedad de la información".
Nokia, el gigante de las comunicaciones inalámbricas, es la compañía más grande de Finlandia en volumen de ventas y empleo (absorbe casi el 3% de la oferta laboral) e influencia mucho toda la economía. Empezó como una compañía industrial de pasta de celulosa y papel que, a partir de su crisis, se transformó exitosamente en una empresa de electrónicos y de desarrollo detecnologías de información y comunicación (TICs).
Por su parte, el Gobierno ha hecho mucho por convertir a Finlandia en una sociedad de la información a través, principalmente, del financiamiento de actividades de investigación y desarrollo (I&D) y educación. Finlandia esta en el grupo de paises que más invierten en I&D (cerca del 4 por ciento del PBI) y que mayor presupuesto asigna al apoyo de la ingeniería y la tecnología en las universidades. Los avances en el desarrollo de sistemas de comunicación inalámbrica y de teléfonos celulares de tercera generación son, en gran medida, resultado de la investigación del sector público (junto con Nokia) en estas áreas.
La preocupación del gobierno por mantener el liderazgo en temas relacionados con las TICs es permanente. Muestra de esta inquietud es la creación e institucionalización del Comité para el Futuro, un colectivo de científicos, planificadores y políticos, destinado a analizar asuntos relacionados con los desafíos de las nuevas tecnologías y la globalización.
Claves y Lecciones
De la experiencia de Finlandia se desprenden importantes claves que pueden resultar útiles para Argentina y otros paises. A pesar que la formula no es exótica ni desconocida, es conveniente insistir que no hay recetas únicas ni simples ya que el camino del desarrollo atraviesa diferentes desafíos económicos y sociales.
Consenso y pensamiento estratégico. La cooperación entre gobierno, empresas, gremios, y organizaciones sociales, es un factor sustancial en la búsqueda y construcción de opciones superadoras en el caso de paises con cierto nivel de desarrollo económico y social. Esta herramienta es una constante de las políticas públicas en las naciones nórdicas y también se encuentra en los cimientos del boom reciente de España e Irlanda, institucionalizados como Pacto de la Moncloa (1977) y Acuerdo Social (1987), respectivamente.
Dicho de otra forma, una función clave del Gobierno es presidir "paritarias del desarrollo", que tengan el propósito de articular el funcionamiento de economías de mercado en un marco de plena inclusión social. Sería un error presumir que los problemas actuales pueden ser resueltos unilateralmente y una miopía de graves consecuencias estimular la confrontación entre los diferentes sectores sociales o la exclusión de alguno de ellos.
Distribución, competitividad y eficiencia. Una de las grandes sorpresas de Finlandia es la excelente conjunción de competitividad empresarial con fuerte presión impositiva. La clave reside en el hecho de ser un juego en que "todos ganan".
Por un lado, los sectores populares, que disfrutan los beneficios de inversiones sociales financiadas con esos recursos, como subsidios, asistencia médica y educación de calidad generalizada Por otro, las empresas y los sectores más ricos, sobre quienes recae la mayor carga tributaria, que también se benefician de esa política redistributiva en la medida que el modelo económico siga descansando sobre la sabiduría y el conocimiento.
Pero, la principal lección es que Finlandia no es un milagro sino la evidencia de una construcción humana inteligente y solidaria. Una solución posible de alcanzar, pero que requiere la voluntad de las clases dirigentes para asumir los cambios necesarios.
Por Alberto Pontoni.Octubre 2005
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