Acuerdos de precios forzados, bajas de tasas de interés producidas luego de las amenazas públicas del Dr. Kirchner a los banqueros, repatriación de los fondos de las AFJP. El enfoque de las actuales autoridades sigue siendo el mismo desde el comienzo de la gestión: actuar sobre las consecuencias negativas que produce el llamado modelo productivo o industrial puesto en vigencia con el advenimiento del Dr. Duhalde como presidente en el año 2002 culpando a distintos sectores del quehacer económico sin asumir responsabilidad ninguna en los hechos.
La experiencia que cualquier ciudadano del común puede tener de lo que ocurre con esta forma de actuar nos eximiría de mayores comentarios. Pero como todavía hoy existe una extraña simbiosis entre las bravuconadas de los funcionarios y los deseos de la gente, nos parece relevante volver una vez más sobre las causas y las consecuencias de la política económica vigente.
En esta conceptualización podemos distinguir ciertos comportamientos más o menos recurrentes. En primer lugar, los insultos, acusaciones, diatribas y amenazas varias que produce el gobierno a través del presidente y de sus voceros de hecho, los ministros Aníbal y Alberto Fernández. Ningún sector está libre de caer en la proverbial volteada : productores agropecuarios, consignatarios de hacienda, privatizadas, banqueros, petroleras, hoteleros, comerciantes de zonas de veraneo, productores frutihortícolas, financistas, exportadores, importadores, economistas, etc. Todos y cada uno de estos grupos pueden terminar siendo acusados de avaros, aprovechadores, defensores del modelo neoliberal, conspiradores, pillos, primates o lo que fuere. Según del lugar de donde sople el viento, podrá oírse el rugido de la maldición que cae sobre aquellos que no actúan como el gobierno espera que lo hagan. Y ni siquiera se trata de intentar averiguar qué cosa espera el gobierno que hagan, porque a nuestro modo de ver ni el propio gobierno lo sabe. Diremos luego por qué.
En segundo lugar, la idea de que eternamente puede sostenerse el artilugio monetario del dólar caro dado que las consecuencias positivas siempre serán superiores. Esta curiosa afirmación, bastante común no sólo en los funcionarios gubernamentales que tienen el deber de hacerla, se da de bruces con una realidad que se resiste a encarrilarse. Las subas de precios son generalizadas y los valores muy superiores a las que difunde el gobierno a través del índice perfecto del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos. Las compras de dólares por parte de particulares, empresas y bancos, obliga al gobierno a tomar decisiones apresuradas, inconsultas y sumamente improvisadas que afectan y afectarán una vez más patrimonios de terceros.
En tercer lugar, la reciente suba de las tasas de interés que es una consecuencia directa, quieras que no, de la exacerbación del fenómeno inflacionario y de la incertidumbre política existente en un año electoral. Hay quienes piensan que en realidad más que por incertidumbre es por certidumbre que ocurre lo que ocurre en la materia, y a ellos les ponemos algunas fichas también.
Y para terminar con el encuadramiento de los hechos, el permanente cambio de reglas de juego. Este accionar es considerado por nuestros gobernantes como política económica, cuando en realidad es lisa y llanamente violación de derechos elementales de forma reiterada, inconsulta, improvisada y, para colmo, contraproducente respecto de los fines que persiguen (o declaman) los funcionarios actuantes.
Las AFJP, como se sabe, tienen la obligación de colocar en el país el 90% de sus recursos y solamente un 10% en el Exterior. Esta limitación legal es de por sí lo suficientemente intervencionista como para pensar en que un buen financista decida elegir una cartera de este tipo para sus colocaciones. Si los huevos han de colocarse en distinta canasta , la AFJP por imperio de la legislación vigente no es una oferta aconsejable. Nadie en su sano juicio armaría un portfolio con semejante distribución de los fondos.
Aún así, y luego de todos los avatares sufridos por estas entidades a raíz del default del año 2002, la colocación de fondos en el mercado de capitales brasileño ha sido un acierto debido a la alta rentabilidad lograda, entre otras cosas porque la moneda del vecino país ha venido apreciándose sostenidamente contra el dólar, y porque los operadores piensan que en poco tiempo más Brasil alcanzará el llamado grado de inversión, abriendo aún más el mercado a la llegada de capitales de los países avanzados.
Pero el gobierno ha decidido, de un nuevo plumazo, obligar a las AFJP a repatriar el dinero invertido en el Exterior. Ya no podrán tener colocados fondos por el 10% allende las fronteras, sino que solo podrán colocar el 2%. Una vez más los futuros jubilados pagarán las consecuencias de la improvisación y el desparpajo con el que se dispone del dinero ajeno en la Argentina.
Respecto del objetivo de esta nueva disposición, las opiniones están divididas. Una es segura: arrimar fondos al mercado local para reforzar la liquidez y contribuir a la baja de la tasa de interés. No importa si las AFJP pierden dinero, ni importan los futuros jubilados aportantes. El Dr. Kirchner dice que su gobierno ha tocado intereses y que esto produce reacciones. Tiene razón, claro está.
Pero los intereses que se tocan no son solamente aquellos que el Dr. Kirchner insinúa. Acá se tocan intereses de pequeños ahorristas a los que se les quiere pagar tasas de interés negativas, se tocan los de los asalariados a quienes se les pagan menos dólares, se tocan los de los jubilados futuros metiendo la mano en las administradoras de sus fondos. Y podríamos seguir largo rato.
Ahora bien, ¿cómo espera el gobierno que se comporten los distintos sectores? ¿Es razonable por ejemplo que espere que un buen día todos los exportadores de carnes y sus derivados dejen de hacerlo? ¿Espera acaso que la nafta siga vendiéndose al mismo precio cuando los costos de mantenimiento de una estación de servicio subieron no menos de un 30% en un año? ¿O tal vez supone que la papa o el tomate seguirán valiendo el precio fijado por el secretario Moreno cuando es obvio que si se fija ese precio es para apuntalar el índice trucado de precios? ¿No es obvio a su vez que los precios fijados por el gobierno son bajos y por lo tanto los productos se agotan rápidamente y entonces se produce la falta de ellos quedando el acuerdo como algo abstracto? El gobierno espera que los sectores se comporten como él quiere por la fuerza que lo hagan. Y más allá de la violación de derechos que ello implica, la prepotencia no modifica la realidad de que nadie sale a vender sus productos a un precio al que sabe que pierde dinero. ¿No sabe el gobierno que aquello que se vende más barato que lo que valdría si no interviniera, se agota? ¿Sabrá el gobierno que cuando se desalienta el consumo de algo (aceptando la ley de oferta y demanda, dicho sea de paso) se produce la demanda de otros alimentos de reemplazo que tienden a subir sus precios?
Estamos en un mundo de fantasía: esperar que ocurra lo que sabemos que no ocurrirá. Es el peor de los escenarios, porque se fundamenta en un discurso vacuo, sin contenido. Y que termina como siempre en la teoría de la conspiración, del golpe de mercado. Porque así como no hay una línea de conducta en lo referente al respeto de las reglas de juego, tampoco hay una base cierta de que lo que ocurra pueda resultar o no beneficioso. El gobierno quiere que se exporte, pero luego no quiere. Quiere comprar dólares, pero luego prefiere venderlos. Quiere que bajen los precios locales, pero que suban en el Exterior. Quiere que los países centrales quiten los subsidios al sector agrícola, pero acá aplica retenciones y subsidia a otros sectores. Quiere que se ahorre combustible y electricidad, pero no ajustar sus precios a valores razonables. Quiere que no haya inflación, pero la masa monetaria creció en el último año más del 35%.
La política de subsidios es el engaña pichanga más patético jamás visto. Subsidiar significa pagar la diferencia. El boleto de colectivo no sube para el pasajero, pero sube para el país. ¿Sabe esto el gobierno o no lo sabe? ¿Lo sabe el ministro Peyrano, o en su momento lo sabía el Dr. Lavagna?
Nuestra conclusión es que todo termina siendo una gran improvisación. Un vivir el presente semejante al de esos desafortunados changarines que viven al día , porque gastan en el día lo que cobran en el día y mañana se verá. Y la improvisación es por definición contraria de la estabilidad.
Es decir que más allá de cualquier otra consideración lo que tenemos por delante la inestabilidad consecuencia de la improvisación. Como tantas veces nos ha ocurrido, por lo demás
Buenos Aires, 19 de octubre de 2007
DR. HÉCTOR BLAS TRILLO
ESTUDIO
HÉCTOR BLAS TRILLO
Economía y tributación
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