Escases de Monedas

DE ESCASECES Y ACAPARAMIENTOS




Observamos en estos últimos tiempos una marcada escasez de monedas, lo que provoca todo tipo de comentarios en los medios y en la población en general Es interesante, creemos, poner en claro algunas cosas respecto del funcionamiento de los mercados, porque no siempre las apreciaciones que se hacen parecen contar con una cierta dosis de lógica perfectamente visible a poco que analicemos la cuestión

Ante todo diremos que nos lleva a escribir sobre este asunto una información difundida precisamente en todos los medios según la cual una empresa de caudales resultó acaparadora de una cantidad muy importante de monedas. Se habla de varios millones de pesos.

Lo primero que habría que dilucidar es si es o no legal que una empresa se quede con las monedas, como nos enseñaron a nosotros siendo niños a guardarlas en una alcancía, salvando claro está todas las distancias. ¿Es legal o no que alguien resuelva ahorrar su dinero en monedas en lugar de hacerlo en billetes o en divisas? Una primera impresión indica que no habría razón de fondo para pretender que es ilegal guardarlo en la forma en que queramos. Excepto que por razones de interés general una ley dispusiera lo contrario. Aún así, el interés general habrá de comprender el interés particular y no al revés. Nadie tiene por qué sacrificar su propio interés para contentar al resto, porque ese solo hecho hace que el interés deje de ser general . Es decir que aún en el caso de que fuera ilegal acaparar o guardar monedas, queda por verse si es o no legítimo, tomando en cuenta los derechos y garantías de las personas.


En los tiempos del primer peronismo, una campaña publicitaria hacía referencia a la necesidad de combatir el agio y la especulación . El agio es el beneficio que se obtiene de descontar documentos o letras. Y es también la especulación sobre el alza o la baja de los fondos públicos. La especulación, aparte, es una operación comercial con el ánimo de obtener lucro. Finalmente, el agiotaje , dice el diccionario que es el uso abusivo de la especulación. La campaña en cuestión (más allá de los errores en la expresión utilizada) apuntaba a que los comerciantes, asustados por las tasas de inflación, guardaran sus mercaderías en lugar de venderlas, con el objeto de no perder su capital en metálico. Sin embargo, y pese a que muchos comerciantes fueron a dar con sus huesos en la cárcel de Villa Devoto, la cuestión crematística no dejó de ser fundamental. Es la economía, estúpido , podríamos decir.

La especulación, en su definición más pura, esto es: la realización de operaciones comerciales con el ánimo de obtener ganancias, forma parte de la vida misma y es inherente a la condición humana. Todos y cada uno de nosotros intenta procurarse los medios para vivir mejor materialmente (lograr el mejor sueldo, obtener la mayor ganancia, etc)

Ahora bien, ¿qué cosa es abusiva y qué cosa no lo es? Si pasamos al término agiotaje que no era mencionado en la propaganda oficial de la época excepto circunstancialmente, podríamos decir que tal situación se da cuando alguien se comporta de una manera extremadamente avariciosa, por decirlo de algún modo. Caemos entonces en la necesidad de definir qué cosa es abusiva, qué cosa es extrema y cuándo se da efectivamente la avaricia. Son juicios de valor y cada uno podrá definirlos a su modo. Ahora bien, ¿hay leyes que definan estos conceptos y lo hagan taxativamente aplicando a su vez sanciones a quienes los practiquen? Que sepamos, no. Y también aquí nos animamos a decir que si las hubiera, no serían legítimas. Porque las mismas razones que señalamos más arriba respecto de las monedas.

Y volviendo en consecuencia a la cuestión de las monedas, podemos decir que los bancos tienen normas regulatorias de parte de su entidad madre, el Banco Central, que los obliga a distribuir determinada cantidad de monedas entre sus clientes. Hace algunos años, se habían instalado también máquinas que leían los billetes y entregaban monedas a cambio de manera automática. Estas máquinas por alguna razón que desconocemos no han proliferado y más bien han tendido a desaparecer o lo hicieron definitivamente.

¿Por qué faltan monedas?, es la pregunta que oímos a diario. Y las causas que se esgrimen suelen ser variadas. Desde que vale más el metal que las compone que su valor fiduciario, que se utilizan en los medios de transporte, etc. Y la más importante de todas: que ciertas empresas las acaparan para venderlas luego.

Entendemos que estas causas u otras pueden razonarse desde una lógica más o menos mercantilista, pero no por eso invalidante. Hay un momento en que comienza a ser negocio guardarse las monedas. Y ese momento no es cualquier momento. Tiene que haber, sin duda alguna, un cuadro de escasez previo que lleve al punto en que vale la pena guardarse las monedas que son imprescindibles para viajar en colectivo, por ejemplo.

Cualquiera de nosotros tenderá a guardarse las monedas porque sabe que va a necesitarlas para viajar y que no las tendrá si se las gasta. Y las empresas de transporte es muy probable que intenten venderlas, no lo sabemos. Pero donde hay demanda hay precio. Así es la cosa.

Por lo tanto, si hay un cuadro de escasez previo, lo que corresponde es buscar las causas de ese cuadro, para resolverlo y terminar con el problema. El resto es atacar las consecuencias pero el problema no se resolverá de ese modo.

Veamos: los precios han subido como consecuencia de la inflación, por lo que la cantidad de monedas requeridas en las transacciones es cada vez mayor. Si se utilizan más monedas una posible solución sería emitir series de mayor valor de manera masiva. Por ejemplo de dos pesos, y aún de 5 pesos. La medida de eliminar los monederos de los colectivos por un sistema de tarjetas magnéticas es positiva, pero sólo resolverá el problema muy parcialmente, ya que la pérdida de valor como decimos es un incentivo al incremento del uso. Lo mismo ocurre con los billetes. Por ejemplo el de $ 100.- ha quedado hace rato chico y deberían imprimirse billetes de $ 500 o incluso de $ 1.000.-

Vemos en las últimas emisiones que el metal ha sido cambiado por uno de menor calidad y eliminando las monedas plateadas de 5 centavos, que pasaron nuevamente a ser doradas. Esto significa que si el valor del metal de tales monedas es superior al fiduciario, al menos en este punto las autoridades han acertado, ello suponiendo que tal valor del metal hubiera sido efectivamente una de las causas de la escasez, porque en realidad las autoridades no lo han explicado en ningún momento, que sepamos.

Ahora bien, volviendo al agio, la especulación o la escasez, resulta obvio de toda obviedad que la población intente guardar aquello que le garantiza conservar mejor sus ahorros o facilitarle la vida cotidiana. Cuando una persona decide comprar dólares, por ejemplo, lo hace con ese objetivo. Lo mismo si compra oro o cuadros o casas o lo que fuera. Cada uno según sus posibilidades.

Es sabido que por ejemplo los países petroleros regulan la producción según varíe el precio internacional del crudo. Y que los países productores de cereales y oleaginosas, guardan en silos sus productos esperando el momento oportuno para la venta. Todo esto no es considerado ilegal. Al contrario.

Por una cuestión casual, esta mañana vino a nuestra mente el tiempo en que era habitual que ante los anuncios de aumentos en los combustibles a partir de las 24 hs, las estaciones de servicio cruzaran las mangueras y dejaran de expenderlos. El gobierno de turno se desgañitaba acusando a los estacioneros de ser especuladores e instaba a la población a denunciarlos. Sin embargo, y simultáneamente, cuando se anunciaba un aumento en el precio de la ficha del Subte, la venta de los cospeles ser limitaba a 2 por persona con el argumento de que de lo contrario la gente acaparaba las fichas antes de que aumentaran. Claro, Subterráneos de Buenos Aires era del Estado en esos momentos, y los estacioneros no.

Acá puede verse muy claramente la doble moral: llenar los tanques de combustible ante el evidente aumento es legal y los estacioneros deben venderlo a pesar de que se perjudiquen porque al reponerlo al nuevo precio cuanto más tengan que reponer más pierden. Llenarse los bolsillos de cospeles de Subte es, en cambio, incorrecto, porque otra gente puede quedarse sin fichas. También habría gente que se quedaría sin combustibles ante el incremento de la demanda que siempre produce la seguridad de que el precio de venta será elevado un rato más tarde.

Mientras en un caso se critica al empresario (Estación de Servicio) por no vender, en el otro se DISPONE desde el propio Estado no hacerlo (Subte). Si la excusa era que las fichas no alcanzarían, la lógica indica que deberían haber hecho muchas más, sobre todo si se tiene en cuenta que en esos años las subas de precios eran harto frecuentes. Pero no. El Estado acaparaba fichas al tiempo que acusaba al empresario privado de hacer lo propio con sus productos.

La escasez de bienes demandados hace subir su precio hasta tanto la demanda sea satisfecha. La satisfacción de la demanda depende de que se incremente la oferta, de que suba el precio o de que aparezcan bienes sustitutos. No hay misterio en esto.

El misterio por lo general lo crean los intervencionistas cuando pretenden que al realidad no sea lo que es.

La falta de monedas origina, sin duda, un mercado. Este puede ser declarado ilegal. Pero la falta de monedas es una situación previa, sin ninguna duda. Baste decir que durante varios años no ha habido escasez de las mismas, aún incluso después de haber incorporado los sistemas de monederos para pagar el boleto en el transporte urbano.

El mercado no es en sí mismo simpático. Como no lo lo es el granizo cuando rompe los autos o destruye un sembradío. Simplemente existe y funciona como tal. La irrupción de proverbiales salvadores intentando buscar culpables no resuelve los problemas.

Cuando determinados productos son vendidos a bajo precio porque el gobierno así lo dispone, tales productos tienden a agotarse, a escasear. Eso genera de por sí un mercado negro, como ocurre actualmente con los combustibles. Los valores hasta ahora ridículos de los productos energéticos han llevado a un exceso de consumo y a una falta de inversiones. También ha llevado a quienes necesitan de los combustibles a guardar todos los litros que puedan. Y ha llevado a terceros a acaparar combustibles siempre que les sea posible para vendérselos a quienes imperiosamente los precisan para levantar una cosecha, por ejemplo.

La economía es la ciencia de la escasez, y quienes pretenden imponer su aparente criterio ético ante la necesidad de unos y de otros, deben tener en cuenta que la escasez genera desesperación, corridas y acelera todos los tiempos. Si el gobierno está dispuesto a resolver los problemas de escasez, (de moneda, de combustibles o de lo que fuera), debe tomar medidas en esa dirección. Si bien pudiera ocurrir que hubiera quienes acaparen monedas para venderlas y hacer su negocito, insistimos, esto no es más que una consecuencia. Y no al revés.

Mientras finalizamos este comentario, oímos en la radio una vez más que se intenta suprimir los monederos de los colectivos y reemplazarlos por tarjetas magnéticas. ¿Por qué durante varios años no hubo problemas de monedas pese a que ya existían los monederos? ¿Por qué se suprimieron las máquinas expendedoras de monedas ingresando billetes? ¿Por qué antes de existir los monederos tan mentados también solía haber problemas con las monedas?

Si los comentaristas de hoy intentaran responder a estas preguntas tal vez encontraran los problemas que nosotros estamos mencionando: la pérdida de valor de la moneda que exige mayor cantidad de unidades para adquirir un boleto o lo que fuere, el progresivo desinterés por las unidades de menor valor que sin embargo no son reemplazadas por monedas de mayor valor, una política de fabricación y distribución intensiva que imposibilite las carencias terminando con cualquier atisbo de negocio , etc.

Mientras tanto, nadie se desprenderá de lo que necesita. Mal que les pese a muchos.

Buenos Aires, 10 de octubre de 2008 HÉCTOR BLAS TRILLO

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HÉCTOR BLAS TRILLO

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