Han transcurrido cuatro años desde aquellas desesperanzadas elecciones de octubre del 2001 que anticiparon el inicio de la debacle económica más profunda vivida por el país. Es mucho lo avanzado en tan corto lapso lo cuál debe ser motivo de reconocimiento para quienes tuvieron a su cargo la responsabilidad de administrar la crisis.
Los principales ejes de la actual gestión económica fueron la fijación y consolidación de una paridad cambiaria más conveniente para el sector productivo, la renegociación con quita y espera de la asfixiante deuda pública, la aplicación de retenciones a las exportaciones (que en la práctica constituyen impuestos a la renta de recursos naturales), la expansión controlada de la oferta monetaria y un manejo ordenado de las cuentas públicas.
Esto permitió alcanzar una buena performance macroeconómica expresada en los siguientes indicadores:
· tasas de crecimiento global del orden del 9% anual
· sustancial mejora del nivel de uso de capacidad instalada y ocupación industrial,
· incremento de las exportaciones y del superávit comercial,
· contención de las presiones inflacionarias
· recomposición del sector financiero y de las reservas
· aumento de la recaudación y reversión del crónico déficit del sector público
Como consecuencia, la Argentina de fines del 2005 muestra un nivel productivo similar al de inicios de la crisis (1998) pero esta mejor situada tanto en su inserción internacional, comercial y financiera, como en el manejo de las cuentas públicas. Sin embargo, esto no es suficiente, ya que este proceso de recuperación se ha hecho a costa de serios sacrificios, principalmente de los sectores más vulnerables, y es poco lo avanzado en materia de modernización y adaptación a los cambios que revolucionan el mundo.
La tarea macroeconómica ya fue hecha y se realizó satisfactoriamente. Ahora llegó el momento de enfrentar el desafío del desarrollo. ¿Por donde empezar?
La punta del ovillo
Hay algunas cuestiones que para los argentinos deberían resultar obvias, después de las frustradas experiencias de las últimas décadas, tanto de la "perdida" (80s) como de la "desperdiciada" (90s).
Hoy es un anacronismo el plantear opciones como mercado vs planificación o empresa privada vs Estado, ya que todos ellos constituyen factores fundamentales en una estrategia de desarrollo adaptada al nuevo milenio. El desafío consiste, justamente, en armonizarlos en lugar de contraponerlos.
De allí que en una sociedad compleja como la nuestra la senda del desarrollo y de la inclusión social deba comenzar por la búsqueda de consensos para la definición de objetivos y estrategias, es decir, de acuerdos democráticamente alcanzados entre los diferentes actores sociales y económicos. Es la necesidad de una paritaria del desarrollo.
Consenso amplio y acuerdos sectoriales
Recientemente, la Unión Industrial Argentina (UIA), preocupada por la amenaza de una espiral de conflictos gremiales que pueda repercutir en una suba sostenida de salarios, propuso un pacto para acordar con el sector gremial pautas de remuneraciones, precios e indemnizaciones, por un mínimo de dos años con revisiones semestrales.
En principio, los empresarios aceptarían un aumento de los salarios rezagados por la evolución del costo de vida en los últimos años y, a partir de allí, proceder a una actualización periódica en función del incremento de productividad. Asimismo, están reclamando cambios en el régimen actual de indemnizaciones por despido y riesgos de trabajo, incluyendo una reducción de aportes patronales A cambio de ello se comprometerían a mantener sus precios en sintonía con la pauta de inflación oficial.
A pesar que iniciativas de este carácter resultan siempre positivas corresponde señalar que este no es el consenso amplio arriba propuesto.
Una paritaria UIA-CGT/CTA resulta insuficiente para atender la problemática nacional de ingresos y modernización productiva, así como limitada en su alcance. Cabe recordar que de los 20 millones de personas con capacidad laboral que cuenta el país menos de una cuarta parte se vería representada en esa mesa de negociación, ya que el número de trabajadores del sector privado que se desempeña "en blanco" es de sólo 4.5 millones.
Paritaria del desarrollo
Un acuerdo nacional para el desarrollo debe ir mucho mas lejos y atender la situación del conjunto de excluidos, obligando a un análisis profundo de la estrategia productiva del país y el papel que deberán asumir los principales actores en ese proceso. Estado, empresas, trabajadores y desempleados deberán estar presentes en esa mesa de negociación.
Una clara diferencia entre paises desarrollados respecto de otros como el nuestro es, justamente, el alto porcentaje de población excluida. De allí, que en los primeros las propuestas de acuerdo social revistan el carácter de negociaciones tripartitas.
En el caso argentino se suma una particularidad que refuerza la necesidad de una mesa de concertación de cuatro patas. Esa característica esta dada por el desarrollo reciente de organizaciones que agrupan a desocupados y excluidos, así como la aparición de nuevas formas de activismo social, como el piquete. Quienes menosprecian estas organizaciones o impugnan su representación deberían también considerar las falencias que muestran el conjunto de nuestras organizaciones sindicales y empresariales.
En la capacidad de acordar un consenso global reside el gran desafío nacional. Sin duda alguna corresponde al Gobierno realizar la convocatoria, proponer agendas y facilitar la realización de una experiencia tan valiosa como inédita, sentando las bases de una nueva cultura de concertación que contribuya a desterrar las perjudiciales practicas de confrontación y mesianismo, tan frecuentes en el accionar de nuestras dirigencias.
Por Alberto Pontoni. Octubre 2005