El Precio del Boleto

ECONOMÍA: EL MUNDO SIGUE ANDANDO

La situación del mundo en el cual estamos insertos, queramos o no,

nos obliga a observar la marcha de la realidad. Porque con

independencia de nuestras opiniones, los números de la economía

siguen su curso.


Al momento de escribir estas líneas acaban de producirse los hechos

de la estación Constitución y todos los medios orales, escritos y

televisivos ensayan una y mil teorías sobre lo ocurrido, las

motivaciones, si hubo o no activismo político, etc. Nuestro

comentario apunta a la cuestión económica. Y tomando en cuenta la

situación tenemos que el ferrocarril Roca tiene una recaudación anual

por ingreso de boletería de unos $ 110.000.000.- más unos $72.000.000

anuales de subsidios, según se desprende de la información

suministrada por voceros del concesionario. El precio del boleto

mínimo, reiteró el presidente Kirchner, está en los $ 0,45 por viaje.

Asimismo, tanto desde el Poder Ejecutivo, como desde la propia

empresa, se hace referencia al creciente número de pasajeros debido a

la recuperación de la economía. Existen otras consideraciones que nos

parece oportuno mencionar, ya que no las hemos oído o leído de parte

de las fuentes citadas. La primera es que el irrisorio precio del

boleto, congelado desde el año 2001 pese a la fuerte devaluación y a

la tasa de inflación creciente. Si bien en general el transporte

colectivo ha mantenido tarifas producto de los subsidios que también

recibe, lo cierto es que los medios de transporte informales

(chárters, ómnibus particulares, etc) han ido ajustando sus valores,

con lo cual en su conjunto todos estos factores provocan un

crecimiento más que proporcional de la cantidad de pasajeros en los

ferrocarriles. Si tomamos en cuenta que también se han producido

ajustes de precios en insumos de automotores en general y de los

combustibles a lo largo de estos años, es evidente que las tarifas de

transporte público han quedado largamente rezagadas. Piénsese que a

fines de 2001, el litro de nafta súper no pasaba de $ 1.- y el GNC

estaba alrededor de $ 0,35 el metro cúbico, por ejemplo.

Lo que queremos significar es que ciertamente la recuperación de la

economía ha provocado el incremento de la cantidad de pasajeros, pero

también la baratura del boleto y el encarecimiento de los demás bienes

ha incidido en este sentido. De lo contrario, y dado que el nivel de

la economía está algo por encima del año tope de 1998, no debería

haber un incremento demasiado notable del pasaje. Estas son

lucubraciones más o menos lógicas que deben incluirse en cualquier

análisis según nuestra opinión. Pero lo concreto es que cuando

determinados precios se atrasan los productos vendidos a tales

precios son más y más demandados, como ocurre con aquellos que tienen

precios congelados y también con los propios combustibles, ya que si

bien algunos de estos últimos han sufrido incrementos otros no lo han

hecho, como el gas o la electricidad domiciliarios.

Ahora bien, hay que tener bien en cuenta que los ferrocarriles han

sido concesionados, y no privatizados como siempre se repite. De

manera que las inversiones que en ellos se realizan son las ordenadas

por el Estado de acuerdo a pliegos o acuerdos con el concesionario. De

manera que si tales obras no se realizan o no lo hacen en el tiempo

establecido, la responsabilidad es obviamente compartida y el control

estatal está fallando. Ya ha habido otros problemas con los pasajeros

como el recordado caso de la estación Haedo del Ex Sarmiento. La

realidad es que el propio presidente acaba de repetir hoy que en

otros lugares del mundo y de Latinoamérica el boleto de tren es

sustancialmente más caro que entre nosotros. Y esto es parcialmente

cierto, porque los subsidios al ferrocarril forman parte del precio

del boleto, sólo que no se reflejan en él. Y también es bueno decir y

repetir, que los trenes están para funcionar a un valor razonable, no

para hacer beneficencia o caridad. Claro que si esto ocurre, los

salarios deberían subir en dólares y esto no conviene al plan

productivo elegido.

El dólar en el mundo está perdiendo valor y ya supera los 1,35

unidades por euro. Mientras en pesos sigue sosteniéndose en torno de

$ 3,10 con las compras del Banco Central mediante emisión monetaria y

con nuevas medidas para forzar a los bancos en general a comprar más

dólares y ciertos facilitamientos para la salida de divisas en pago

de créditos y operaciones. Es decir, la política oficial en la

materia es la de descomprimir la sobreabundancia de dólares para

tratar de evitar la caída de su precio en pesos. Claro, todo esto

tiene un costo muy grande. Los bancos se resisten a que les hagan

comprar divisas a un precio mayor del que valen. Y en general los

ahorros se vuelcan a títulos en pesos que ofrecen mejores tasas ante

el dólar planchado. Por eso se dice que el penoso proceso

intervencionista en el Indec, apunta a bajar el rendimiento de los

títulos ajustados por CER. El endeudamiento del Central para retirar

del mercado la moneda emitida alcanza a cifras impresionantes: unos

17.000 millones de dólares. Es decir que si las reservas pasan los

38.000 millones de esa moneda, prácticamente el 40% es deuda a tasas

superiores al 10% o indexadas en dólares (dado el valor planchado de

estos)

Según el economista José Luis Espert el gasto público llegará a los

$ 171.000 millones en este año, un 32,1% del PBI, un verdadero récord

histórico.

Si uno se detiene a observar, toda esta política tiene una misma

tendencia: transferir ingresos al Estado para que éste se encargue de

ayudar a los necesitados, sea mediante planes de ayuda, sea mediante

tarifas subsidiadas, sea mediante construcción de obra pública que

pomposamente anuncian los funcionarios, etc. Es decir, de lo que se

trata es de que el Estado aparezca como centro y motor de la atención

de los problemas que el propio Estado genera.

Porque si bien es cierto que la recuperación económica es un dato,

también lo es el mantenimiento como sea de un dólar alto para que los

ingresos en dólares sean bajos. De donde está claro que un boleto de

ferrocarril difícilmente pueda venderse a un precio 3 o 4 veces

superior al actual. Y lo mismo en todo lo demás en lo que el Estado

interviene con subsidios.

La situación planteada en Santa Cruz tiene que ver con la ya vieja

costumbre estatal de abonar de modo informal buena parte del salario,

bajo el sofisma de los complementos no remunerativos y por lo tanto

no sujetos a aportes, contribuciones, aguinaldos, indemnizaciones y

demás. El caso ha tomado particular estado público debido a lo

ridículo de las cifras de salario básico de los maestros, según se ha

dicho incluso motivadas por otras cuestiones de tipo político que

exceden el marco de este comentario. Lo cierto es que todo lo no

remunerativo, todo lo contratado en materia de personal del Estado

nacional, provincial o municipal, es informal y por lo tanto no se

encuentra dentro de la legislación vigente para la relación de

dependencia. Para mejor decir, no es que no lo esté, sino que

difícilmente la justicia (en especial en las provincias) vaya a

reconocerlo.

Ahora bien, dejando de lado que si al pizzero de la esquina le

encuentran un empleado que cobra en negro el 50% de su salario le

aplican todo tipo de sanciones que el Estado no se aplica a sí mismo,

es importante preguntarse por qué ocurre lo que ocurre con los

salarios públicos, dejando de lado consideraciones de tipo político.

Ocurre porque el Estado, al igual que tantos particulares, necesita

ahorrar para poder pagar. Y eludir las cargas sociales es una forma

de pagar menos. Esta es una realidad indiscutible. Dado que de lo

contrario no existen motivos económicos para hacerlo. Más allá de la

inequidad, la desigualdad en el tratamiento ante la ley y demás

consideraciones.

En definitiva, todo lo que hemos venido desarrollando en este

trabajo termina en la misma ecuación: el mundo sigue su curso y la

Argentina se desvía cada vez más. Ciertas cosas suelen atribuirse a

la llamada globalización. La ministra ha dicho días pasados que la

Argentina no participa de la fiesta financiera, tema al que ya nos

hemos referido y explicado respecto de la propia fiesta de los

contratistas del Estado argentino, de los subsidiados, de los

promocionados, etc.

Los valores internacionales forman parte de la realidad, y es inútil

querer esconderlos, negarlos, evitarlos.

El país no está en condiciones de mantener la fiesta del subsidio

que mantiene durante mucho tiempo más.

Volviendo al tema de los ferrocarriles, mientras a fines de los 80

había unos 35.000 km de vías activas, hoy no superan los 15.000 km.

¿Cuánto hubiera costado y cuánto costaría mantener esos ramales

activos durante estos años y hacia el futuro?

Intentamos ver los números porque es nuestro trabajo. No negamos que

el ferrocarril contribuye al crecimiento, a la integración, a la

mejoría del trazado de rutas para el transporte de mercaderías y

pasajeros. No 35.000 km, 100.000 o 200.000 km sería mejor todavía.

¿Es posible o alguna vez habrá que hablar de costos? Cualquier

inversión produce una renta que debe ser medida en el tiempo, y que

debe permitir cubrir el costo incurrido. De lo contrario tal costo

debe ser cubierto de otro modo. El razonamiento según el cual es

mejor tener inversiones que no tenerlas encierra el sofisma de que

éstas están siempre disponibles y eso no es cierto. Lo mismo que el

trabajo, las inversiones no crecen como las malezas. Surgen de alguna

parte y no están a disposición si no cierra la ecuación

costo-beneficio, incluso si son del propio Estado. Por eso los

salarios informales, por eso la salida del Estado como prestador de

servicios, por eso el cierre de ramales.

Buenos Aires, 16 de mayo de 2007