El sector automotor es un buen indicador del desarrollo industrial de un país y de la situación de su economía. Las ventas de automóviles y equipos de transporte expresan la vitalidad de la demanda doméstica, en particular el poder adquisitivo y la confianza de los consumidores de clase media, mientras que las exportaciones de vehículos son un buen termómetro de la competitividad de la industria manufacturera y de sus posibilidades.
En el caso argentino existe otra razón de particular interés para el análisis de esta actividad. A diferencia de lo ocurrido con la mayoría de las otras ramas industriales la fabricación de automóviles y equipos de transporte registró una sustancial expansión durante la década pasada. Es más, el país llegó a exportar un número significativo de unidades revirtiendo el tradicional carácter mercado internista de este sector.
Dicha expansión fue consecuencia, en gran medida, de un tratamiento preferencial otorgado a esta actividad que no encuentra parangón en otras ramas, como son las ventajas especiales logradas en los acuerdos de integración regional, los subsidios específicos (Plan Canje) y hasta una inexplicable tolerancia en la violación de normas aduaneras y el pago de obligaciones impositivas. Indudablemente, la presencia de poderosas firmas transnacionales le brindó a este sector un escudo defensivo frente a la política aperturista y antiindustrial de los últimos años, al que no pudieron acceder las empresas nacionales dedicadas a otras actividades, como la fabricación de textiles o calzados.
De acuerdo al Censo Industrial de 1994, la fabricación de vehículos y equipos de transporte representa el 8% del valor agregado por la industria manufacturera, generando unos 80.000 puestos de trabajo. La productividad laboral de este sector, medida por el valor agregado por trabajador, es una de las mayores de la industria nacional.
Antecedentes. La industria automotriz fue el eje de la segunda etapa de la revolución industrial. La primera, iniciada a mediados del s. XVIII, tuvo como protagonista al sector textil, principal beneficiario de los cambios tecnológicos desencadenados por la maquina de vapor. Un siglo y medio después, a principios del s. XX y a partir del desarrollo del motor a combustión y el aprovechamiento de la nafta y el diesel como combustible, se inicia en el mundo la era del automóvil (y del petróleo y del avión, entre otros).
En Argentina, la producción masiva de automotores se inicia con un rezago superior a 40 años respecto de los paises industrializados. La primera planta de ensamblado, propiedad de la firma norteamericana Káiser, se instaló en 1956. Con anterioridad hubo diferentes intentos frustrados para fabricar automóviles, como los del fabricante de revólveres Ballester Molina, que desarrolló dos prototipos entre 1935 y 1940, y el modelo "Justicialista" creado en 1950. Incluso, hubo un proyecto pionero en 1901, el del auto "Yruam".
La industria en la convertibilidad. Durante los casi 11 años de convertibilidad (1991-2001) la Argentina produjo 3 millones y medio de automotores, a un promedio de 320.000 vehículos por año. Los picos de producción se alcanzaron en 1997 y 1998, con cifras anuales de 450.000 unidades, que representan una capacidad de fabricación de casi 40.000 vehículos mensuales.
En ese mismo periodo las ventas en el mercado interno totalizaron cerca de 4 millones de unidades, a razón de 350.000 vehículos por año. El mayor registro corresponde a 1994, con 510.000 unidades comercializadas en el país.
Las ventas al exterior, durante esos 11 años, superaron los 1.1 millones de unidades y las importaciones fueron de aproximadamente 1.5 millones. El saldo neto fue de 360.000 vehículos importados. Cabe señalar que el 90% de las importaciones se produjeron con anterioridad a 1997. A partir de ese año el número de automotores exportados viene superando el de importados, arrojando un saldo positivo en el balance comercial.
Un dato relevante es el desempeño del sector en 1998, cuando se alcanzaron los récords históricos de producción y exportaciones. Ese año se exportaron casi 240.000 vehículos, más de la mitad de los 460.000 fabricados.
Situación actual. El sector automotriz fue el más afectado por la agudización de la crisis económica del 2002. La producción se contrajo a 160.000 vehículos, un 33% menos que el año anterior y las ventas en el mercado local se redujeron un 55%, situándose al nivel de 40 años atrás (80.000 unidades).
Un factor que llama la atención es la caída, durante el año pasado, del 20% de las exportaciones de vehículos, a pesar de la baja sustancial de los costos en dólares producida por la superdevaluación. Una parte de la respuesta se encuentra en el carácter ensamblador que adoptó esta actividad en los últimos años al incrementarse el componente importado de los vehículos y neutralizar el estimulo pro exportador de la devaluación.
En los últimos meses las plantas automotrices han estado fabricando un promedio de 16.000 vehículos mensuales, de los cuales un 75% se exportan.
Perspectivas y alternativas. La capacidad de producción de la industria automotriz nacional es, al menos, tres veces superior a los registros actuales. Argentina tiene la infraestructura, equipos y capacidad técnica suficiente para producir unos 50.000 vehículos mensuales, en lugar de los 16.000 actuales.
El problema no es de producción sino de mercado. Para lograr la reactivación de la industria automotriz se requiere triplicar el actual volumen de exportaciones. Esto es, exportar unas 400.000 unidades anuales.
¿Qué lo impide? ¿Qué se debería hacer para alcanzar esta meta? ¿Hay posibilidades?
Se puede. Hay varias experiencias de paises, como Corea, de industrialización más tardía que la Argentina que lo pudieron hacer. Lograrlo es un desafío que requiere la sinergia de empresas y gobierno ya que las dificultades están más asociadas a las limitaciones particulares de cada empresa y los problemas derivados de su acción individual que a obstáculos de mercado.
Las características de esta actividad facilitan la acción conjunta del sector privado y público. La fabricación de vehículos es una industria concentrada y moderna, en la que operan firmas transnacionales con vasta experiencia en el mercado mundial. Corresponde al gobierno convocarlas y liderar un proceso de negociación en función de metas y requerimientos precisos. Justamente, este es el punto crucial del desafío y donde el problema deja de ser técnico para transformarse en político.
En síntesis, el problema de reactivar al sector automotor no es de oferta sino de demanda, el mercado esta pero hay que saberlo trabajar, los que saben pueden pero requieren el liderazgo y asistencia del sector público y para ello se necesita un gobierno con estrategia y capacidad, es decir, un proyecto nacional. Y esto depende de todos nosotros.
Por Alberto Pontoni. Enero 2003
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