Por Alberto Pontoni.Mayo 2004
Uno de los problemas más importantes que enfrenta la humanidad, derivado del modelo tecnológico adoptado, es la dependencia del petróleo como fuente de energía. Al carácter agotable de este recurso y la alta concentración del grueso de las reservas en pocas zonas del planeta se suma el fuerte deterioro ambiental que esta provocando su uso.A continuación se presenta una selección de párrafos de un reciente articulo del Prof. Jeffrey D. Sachs (Universidad de Columbia), "El futuro energético en peligro", en el que se pasa revista a los riesgos que reviste la situación actual y se señalan algunas acciones que deberían implementarse para evitar esas consecuencias.
Dos problemas energéticos moldearán nuestro futuro económico y geopolítico de las próximas décadas: la dependencia del petróleo de Medio Oriente y la desestabilización del clima del planeta.
Depender del petróleo de Medio Oriente resulta cada vez más riesgoso. Nadie sabe cuánto petróleo queda y cuánto costará extraerlo. El crecimiento económico de China, India, Brasil y otros países determinará un fuerte aumento de la demanda mundial de energía. Si Medio Oriente ya está en un punto límite, imaginen qué podría ocurrir de intensificarse la competencia entre Estados Unidos, Europa, China, India, Japón y otras naciones por el petróleo de esa región.
El segundo gran desafío radica en que nuestro sistema energético moderno está desestabilizando el clima del planeta. El petróleo y otros combustibles fósiles (la hulla y el gas natural) provocan cambios climáticos en el largo plazo, pero poca gente aprecia la gravedad de los riesgos implícitos. Estos cambios afectarán el clima en todos sus aspectos: desde las temperaturas, hasta las precipitaciones y las pautas de tormentas. Asimismo, causarán alteraciones fundamentales en el medio físico: por ejemplo, elevarán el nivel del mar y modificarán los procesos químicos oceánicos.
Los efectos son impredecibles. Cabe suponer que serán enormes en cuanto a producción agrícola, enfermedades, disponibilidad de agua -tanto potable como para riego- erosión de las costas, etcétera. Tal vez estas alteraciones sean bruscas, ya que la historia ha demostrado que pueden producirse cambios impresionantes en cuestión de décadas.
Estos cambios generarán una gran zozobra económica y podrían provocar reacciones negativas de la conducta humana, llevando a una intranquilidad política masiva, movimientos de refugiados y conflictos violentos.
De allí que estos desafíos -escasez de petróleo, aumento de la inestabilidad en Medio Oriente y cambios climáticos- exijan una reflexión lúcida.
Frente a esta situación algunos proclaman la necesidad de reducir drásticamente el consumo mundial de energía. Sin embargo, esta alternativa debilitará la economía sin solucionar el problema del suministro de petróleo a largo plazo ni el del cambio climático.
Otros, nos exhortan a desacostumbrarnos a los combustibles fósiles y emprender una carrera alocada hacia las fuentes energéticas renovables, como la solar o la eólica. Pero estas alternativas son costosas y, en términos realistas, no pueden reemplazar los combustibles fósiles.
Alternativa
Por suerte, si trazamos planes de largo plazo a escala mundial, es posible hallar el modo de superar los desafíos y conseguir suministros energéticos confiables, seguros desde el punto de vista ambiental y a precios accesibles.
Para ello hay que tener en cuenta dos ideas fundamentales.
Primera: debemos reconocer que aun cuando el petróleo comience a escasear otros combustibles fósiles (hulla, gas) y no convencionales (arenas de pizarra y alquitranada) seguirán abundando durante siglos. En consecuencia, se debe encarar el desarrollo de tecnologías e infraestructuras que posibiliten el uso eficiente y seguro de estos otros combustibles fósiles. Por ejemplo, ya existen procesos químicos para convertir la hulla en gasoil. También podemos convertirla en hidrógeno y sustituir, como propulsor, al motor de combustión interna de los automóviles. Sin embargo, todavía no existe consenso respecto del balance costo-eficacia de esta tecnología.
Segunda: cuando la producción de petróleo se mantenga estable o empiece a declinar y entren a tallar esos otros combustibles fósiles, deberemos controlar sus efectos climáticos. En el futuro, siempre desde la perspectiva ambiental, la forma segura de usar combustibles fósiles será capturar el anhídrido carbónico en la usina, antes de que salga a la atmósfera, y neutralizarlo en algún tipo de depósito subterráneo. Este procedimiento, denominado "captura y neutralización del carbono", ya es objeto de estudio.
En definitiva, nuestro futuro energético no dependerá de una solución única, sino de diversas medidas: (i) explorar y explotar nuevos yacimientos petrolíferos, en especial fuera de Medio Oriente; (ii) mejorar la eficiencia energética; (iii) desarrollar y adoptar, en el largo plazo, otras fuentes de energía renovables a precios asequibles; (iv) usar otros combustibles fósiles, como la hulla, de modo tal que no dañen el medio ambiente.
Hoy, no estamos pensando en el agotamiento del suministro mundial de petróleo; confiamos demasiado en la producción de Medio Oriente y pasamos por alto las consecuencias ambientales del uso de combustibles fósiles. Por este camino, estamos llegando a un callejón sin salida y la realidad nos alcanzará.
¿Cómo debemos encarar el futuro?
Los mayores consumidores de energía del mundo, empezando por Estados Unidos, Europa, China, Japón e India, tienen que acordar acciones colectivas con un doble objetivo: por un lado, desarrollar nuevas tecnologías de captura y almacenamiento del carbono; por el otro, explotar y usar fuentes energéticas alternativas a un costo accesible.
Asimismo, debemos hacer que los precios de mercado de la energía reflejen los verdaderos costos sociales de dicho consumo. Así, tanto los consumidores como los proveedores podrán decidir mejor respecto a la eficiencia de la energía, la explotación de fuentes alternativas y la adopción de tecnologías seguras para el medio ambiente.
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