Kirchner y la Interpretación de una Picardía

El uso del adjetivo pícaro es frecuente en boca del presidente Kirchner cuando se trata de intentar descalificar a los empresarios por aumentar sus precios de manera desmedida. Nos proponemos, desde una óptima exclusivamente económica, tratar de interpretar este calificativo.




Empecemos por definir qué es, para el Diccionario de la Lengua, el adjetivo pícaro: Vil, ruin, doloso, carente de honra y vergüenza. Astuto, taimado, bellaco. Muy bien, éste es el adjetivo que con más frecuencia utiliza el presidente Kirchner cuando, desde la tarima rodeada de la respectiva claque se dirige a la población entera a través de la radio y la televisión atacando a ciertos empresarios que suben los precios de sus productos. Ahora por lo menos son algunos, antes eran todos.

La picardía es, pues, una acción ruin, vil y malvada. Es un acto indigno de la gente de bien. A menos que hablemos específicamente de astucia, en cuyo caso estaríamos en una variante un tanto diferente. Porque el astuto es aquel que es hábil para evitar el engaño, o también hábil para engañar, para lograr un fin de modo artificioso.

Resulta verdaderamente grotesco que de este modo nada menos que el presidente esté pretendiendo llamar a la cordura y al cambio. Más bien da la impresión de que el Dr. Kirchner asume una especie de fisique du rol que consiste en mostrarlo enojado con los vivillos que se abusan de la gente de bien, humilde y desinteresada. Entre la cual, por supuesto, se encuentran los funcionarios y el mismísimo Sr. Presidente. Es decir, entre los humildes y los desinteresados.


Claro, a las autoridades no les gusta que suban los precios. Es decir, no les gusta que los precios se acomoden a la pérdida de valor de la moneda ocasionada en la emisión de billetes para adquirir divisas a precios superiores a su valor de mercado. Los elementos que intervienen en cualquier transacción comercial son dos: el bien a transferir y el dinero. Éste último no sólo pierde valor sistemáticamente, sino que el gobierno se empeña en que así sea al sostener un tipo de cambio competitivo ante la palpable realidad de la falta de competitividad reinante. Por eso mismo se cierran fronteras, se impiden importaciones y se prohíben exportaciones, todo lo cual contribuye no al desarrollo económico, sino al encarecimiento artificial y a la baja de calidad de los productos locales.

Pero no nos proponemos en estas líneas específicamente hablar de economía, sino más bien y ante todo de qué significa la picardía y su contracara, es decir la falta de ella , en el marco de la economía.

Porque la insistencia del señor presidente en la utilización del adjetivo aplicado a determinados empresarios, no sólo no incluye al resto, sino que tampoco parece incluirlo a él mismo. Es decir, el presidente no es pícaro. Actúa, por lo tanto, de un modo que no es vil, ni astuto, ni doloso, ni carente de honra y vergüenza, etc.

En el mundo en que nos toca en suerte vivir, la picardía forma parte de la vida. En mayor o menor medida, se supone que todos los seres humanos tienen algo de picardía. Digamos tal vez un tanto de astucia. De viveza. Si tratamos de ser bondadosos e intentamos apreciar las expresiones del jefe de Estado como el lado amable de la cuestión, podríamos afirmar que estaría hablando de la proverbial viveza criolla. Aunque creemos que el Dr. Kirchner emplea este término con toda la carga de desprecio que suele demostrar hacia quienes contradicen sus expectativas.

Ahora bien, un Estado de Derecho contempla la existencia de individuos que en sí mismos son entes con intereses, pretensiones, virtudes y bajezas. Nadie puede esperar racionalmente que toda la gente sea buena y que sus principios, sus fines y sus escalas de preferencias sean exactamente iguales o siquiera parecidas. En absoluto.

Precisamente el Estado de Derecho, cuando funciona, permite que convivan en su seno seres de las más diversas características. Individuos que creen en cosas mientras otros descreen de ellas. Personas que interpretan aspectos de la vida de manera diametralmente opuesta a la de otros. El orden jurídico pone las cosas en su lugar cuando se invaden los derechos de los otros, simplemente.

Hay gente bondadosa, caritativa, solidaria, y gente que es avara, angurrienta, o lo que fuera. Cada ser humano tiene el derecho de ser lo que es y debe ser respetado como tal. Por eso la sabia Constitución contempla a todos los individuos y les respeta sus derechos en tanto no dañen a los demás; todo ello dentro de los derechos y garantías que la misma Constitución instituye.

Si el planteo del Dr. Kirchner es el de abolir la picardía la verdad es que nos parece bastante incomprensible. Si todo ser humano tiene algo de astuto o de pícaro, habría que pensar en una suerte de nueva clase de personas carentes de esa particularidad, lo cual resulta realmente ridículo. Y si, como pensamos, de lo que se trata es de señalar al pícaro para ponerlo en evidencia a raíz de actitudes específicas, entonces volvemos al centro de nuestra actividad profesional: la economía. Nadie vende más barato aquello que puede vender más caro. Y si hay alguien que sí lo hace, entonces el producto no alcanza para todos sino para quienes lleguen primero, que son los más ágiles o con mejores medios de traslado, es decir, los más pudientes.

Si un producto es demandado a un precio determinado, ése es el precio. De lo contrario tal precio baja. Si el precio es bajado artificialmente, el bien se agota, como ocurre con los combustibles, por ejemplo. Entonces hay escasez y son los pícaros y los rápidos quienes llegan al producto antes de que se agote. Es decir, por un lado o por el otro serán los más hábiles quienes llegarán primero.

¿Qué puede hacer el Estado ante esta realidad? Imaginemos las entradas para un espectáculo deportivo, que siempre son revendidas en las inmediaciones del estadio a un precio superior al de la ventanilla ¿Qué indica esto? Que el precio original de las entradas es lo suficientemente bajo como para que alguien pueda venderlas a un precio superior. Este alguien será para el Dr. Kirchner un pícaro . Y tiene razón. Pero ese pícaro está aprovechándose de la falta de picardía de quien quiere vender a menor precio lo que vale más.

Supongamos que el gobierno evita la reventa. Es decir supongamos que el Estado mediante el poder de policía consigue que nadie pueda adquirir entradas para revenderlas y que nadie que hubiera comprado su entrada haga con ella ninguna otra cosa que usarla para ir a ver el espectáculo o en todo caso regalarla o venderla al mismo precio al que la adquirió. ¿Quiénes serán los adquirientes de tales entradas? Los que lleguen primero. Los que dispongan de más tiempo para hacer las largas filas ante las ventanillas. Los que cuenten con sistemas de tarjetas de crédito para comprar por teléfono, y de teléfono. ¿Serán acaso los más pobres, o postergados? No. Tal vez haya algunos, pero la inmensa mayoría de adquirientes será gente que tiene recursos para trasladarse, para comunicarse, para pasar horas en la cola o para pagar a alguien que haga la cola, etc.

Por lo tanto, puede resultar muy humanitario suponer que las cosas serán de otro modo si abolimos a los revendedores, pero no será así. El razonamiento es aplicable al precio de cualquier producto. Cuando el gobierno pretende que tal o cual producto se venda a menor precio, éste se agota y lo adquieren quienes llegan primero. Que son los mismos que llegarán a las entradas a bajo precio para el espectáculo deportivo.

¿Sabe esto el señor presidente o verdaderamente jamás lo ha razonado de este modo? Planteemos ambas alternativas: si nunca lo imaginó de ese modo entonces pareciera que la picardía no es su fuerte. Pero si lo analizó de tal forma y pese a ello continúa con un discurso en esa dirección, entonces también él forma parte de los pícaros.

Todo esto que estamos tratando de describir no es otra cosa que el funcionamiento del odiado mercado. Por un lado quien vende trata de obtener el mayor precio posible, y quien compra trata de hacerlo al menor precio posible. El primero trata de hacer las cosas de modo tal de obtener mayor beneficio, el segundo también.

¿Y entonces dónde está el engaño? El engaño está en que se intente vender un producto con determinadas normas de calidad, y tal cosa sea falsa. Y es aquí donde actúa el Estado de Derecho. O mejor dicho, donde debería actuar.

Cuando alguien engaña al otro con el producto que le vende, estamos ante la estafa. Pero la estafa es un delito, que no tiene que ver con el hecho de tratar de obtener un mejor precio por algo, sino de hacer pasar gato por liebre.

Cualquiera de nosotros seguramente ha estado alguna vez en alguna feria, en algún lugar donde se venden baratijas o artesanías o recuerdos de viaje o lo que fuere. Incluso quien jamás ha estado en esa situación puede que lo hubiera visto en una película, o en la televisión. Cualquiera de nosotros sabe que si regatea obtiene un precio menor que el ofrecido originalmente.

Pues bien, esta realidad de la vida es la que, a nuestro entender, pretende enterrar el Dr. Kirchner. Para él no debe existir tal cosa, por lo visto.

La picardía, como tal, forma parte de la vida, como la cobardía, o como cualquier característica de los seres vivos. Podemos ponerle el nombre que queramos: instinto de conservación, supervivencia, lo que fuere. Nadie ha de vender algo a un precio que no sea el mejor. La maximización del beneficio está relacionada con la mejor utilización del capital, y ésta con la relación entre las pérdidas y las ganancias. Son éstas las que regulan la economía del mundo, no las decisiones burocráticas de funcionarios que pretenden con intervencionismos y acusaciones despectivas torcer la realidad de que la economía, como ciencia de la escasez, no deja de lado ni las virtudes ni las carencias de todos los seres humanos, sean éstos empresarios, asalariados, políticos, religiosos, militares o toda la gama de etcéteras que acudiere a nuestra mente.

Buenos Aires, 22 de setiembre de 2007 HÉCTOR BLAS TRILLO

ESTUDIO

HÉCTOR BLAS TRILLO

Economía y tributación

Av. Rivadavia 13.876 - 1º L  1704 Ramos Mejía (BA)

(011) 5254-5820 (011) 154-4718968 (011)45654-6598

Escúchenos por 94,7 Radio Palermo los miércoles de 19 a 20 hs en De algunos para todos (www.radiopalermo.com.ar) y los martes y jueves de 7:30 a 9 hs. en AM 770 Radio Amplitud