Intervencionismo, Gobierno y Economía

El Ajuste



Cuando se produjo la traumática salida de la llamada convertibilidad, hubo en la República una encomiada búsqueda de culpables. Todo el mundo tenía algo que decir, como suele ocurrir con el fútbol. No creemos que sea intrínsecamente malo, en absoluto. Es natural que situaciones complicadas generen en la población inquietudes y que por consiguiente cada quien se sienta impelido a dar su opinión. A su vez resulta inevitable que la política en general intente usufructuar el colapso arrimando agua para su molino.

Sin embargo, es preciso que quienes trabajan en los menesteres del campo económico establezcan algunas distinciones a la hora de escuchar las opiniones. Porque los fundamentos vertidos en muchos casos fueron desde entonces decididamente inconsistentes. Y más allá de lo que actualmente ocurre en el mundo con la crisis financiera que se ha desatado, lo cierto es que el modelo del tipo de cambio alto con intervencionismo a mansalva que eligió el gobierno argentino ha llegado a su fin. Esto último no es la primera vez que lo señalamos específicamente.

La sola idea de convertir a un país en competitivo utilizando artilugios monetarios pone en evidencia que tal competitividad no existe y por esos son necesarios tales artilugios. Esto es obvio de toda obviedad y está muy claro que cualquier forma de proteccionismo basado en un tipo de cambio elevado artificialmente significa inflación y salarios bajos en dólares.


La realidad es que nuestro país tuvo ventajas económicas notables en estos años como consecuencia de la suba de los precios internacionales de las materias primas. La Argentina pudo reactivar su economía a pesar de los desaciertos del modelo , y no gracias a ellos.

Los aspectos más salientes: el tipo de cambio elevado artificialmente mediante emisión monetaria y los controles de precios, han demostrado una vez más no ser otra cosa que simples engaña pichangas. No se realizaron inversiones de capital, no se ha mejorado la tecnología, no se han efectuado obras de infraestructura (excepción hecha de alguna que otra generadora de energía eléctrica con aporte obligado de capital privado) ni se ha mejorado la eficiencia del gasto público. Nada ha cambiado. Esto es así y así lo hemos señalado muchas veces.

El gobierno venía intentando incrementar sus recursos para continuar su sistema de subsidios dentro de un superávit fiscal originado, básicamente, en las llamadas retenciones a las exportaciones. Exportaciones con valores varias veces superiores a los de los años 90 consecuencia directa del aumento de los precios en el mercado internacional.


Pero ahora la cosa no es igual. Los valores de las commodities vienen cayendo prácticamente en picada y la inflación interna provocada esencialmente por la inyección de moneda a modo de subsidios ha provocado un enfriamiento evidente. Así las cosas, la señora presidenta ha intentado conformar una especie de comité de crisis, basándose en la idea de que hay que impedir despidos y estrechar filas cerrando las fronteras a las importaciones.

El voluntarismo suele ser mal consejero en estas lides. No se logra mantener el empleo prohibiendo los despidos, ni se logra activar la economía impidiendo que ingresen productos extranjeros. Mantener empleos sin producción concomitante provoca subas de precios por exceso de demanda, y lo mismo ocurre al cerrar las importaciones, ya que resulta obvio que si se impide el ingreso de bienes es justamente porque los precios de los mismos obligan a mantener una cierta competencia, que así deja de existir favoreciendo las subas de precios. No estamos hablando aquí del dumping ni cuestiones por el estilo. La competencia es el crucial estímulo a la mejora de la eficiencia y a la baja de los precios, y no al revés. Por otro lado, sostener los empleos cuando no hay trabajo significa un costo que tarde o temprano se paga. En la Argentina no existe el seguro de desempleo sino un subsidio más a través de los llamados planes de ayuda, que han quedado absolutamente desactualizados justamente por la escasez de recursos.

La penosa controversia surgida por el intento de aplicación de las llamadas retenciones móviles ocasionó un problema adicional al panorama que estamos describiendo. El Poder Ejecutivo debió dar marcha atrás, como se sabe, con la famosa Resolución 125. Pero ahora resulta que desde el propio gobierno el mensaje es que dada la baja que se produjo en el precio de la soja (prácticamente a la mitad en dos meses) en realidad hubiera favorecido al campo la aplicación de tal resolución, permitiendo a los pequeños productores pagar una tasa de retención menor. Lo que el gobierno no dice es que el perjuicio que sufre el campo de resultas de la descripción precedente, constituye un beneficio inesperado para el Estado, que es la contracara. Porque obviamente lo que el contribuyente paga en demasía es lo que el Estado recibe en demasía. De tal modo estamos ante la paradoja de que la posición del vicepresidente en el Senado terminó favoreciendo y no perjudicando al gobierno. Y ahora, el propio gobierno descalifica al vicepresidente por desleal pero al mismo tiempo se embolsa la diferencia señalada.

Por supuesto que no describimos esta situación para endilgar culpas o responsabilidades, sino más bien para demostrar una vez más que los discursos suelen ser de ocasión, muy frágiles y muchas veces acompañados de un profundo desconocimiento. Hoy la situación es grave para el campo y también lo es para la industria, para el comercio y para todo el mundo, incluido el propio Estado.

Nadie parece realmente percatarse en las esferas gubernamentales que la merma en la producción agraria, a la que se suma la pecuaria como resultado de una política de discursos agresivos y prohibiciones de exportaciones con aumento de retenciones para forjar supuestas bajas de precios ha terminado dando como resultado el descripto. En definitiva ha perdido el Estado, han perdido los productores agropecuarios y termina perdiendo toda la comunidad.

Los subsidios no pueden sostenerse, la merma de la producción energética obliga a toda clase malabares (incluyendo apresurados cambios de hora, con estados provinciales que hasta último momento no saben qué hacer ni por cuánto tiempo), las exportaciones se reducen y finalmente la caída de los precios internacionales da el empujoncito final a esta historia.

Mientras tanto, los discursos se reiteran. Los consejos y pedidos de solidaridad se repiten como si partieran de un ente sobrenatural que pretende cambiar el destino de los seres humanos para que huyan del pecado de la avaricia. Todo muy lindo, muy adornado en fervientes inauguraciones y reinauguraciones, pero absolutamente inútil.

Luego de varios años de negar el derecho de los llamados holdouts y de no querer arreglar las cuentas con el Club de París, la presidenta salió en sendos discursos a ofrecer un arreglo prácticamente inmediato. La necesidad de insertarse en un mundo financiero que al mismo tiempo es descalificado en los discursos es evidente. Entonces, ¿por qué insistir en mantener una línea que no se condice con los hechos? Ni el mundo financiero es un casino como suele decirse despectivamente, ni la Argentina está en condiciones de vivir fuera del mundo. Agregamos que además, es absolutamente poco inteligente pretender quedarse fuera. La tecnología es una necesidad, y el tipo de cambio competitivo que tanto ha encarecido en su momento las importaciones, ha contribuido seriamente al retraso en la materia. Cabe recordar aquí que el ex ministro Lavagna también descalificaba a quienes no compartían la política cambiaria. Su discurso era entonces que quienes querían que bajara el dólar sólo pretendían viajar a Miami , cuando sabía perfectamente que para quienes en esas condiciones podían viajar a Miami el tipo de cambio no tenía importancia alguna; y que el encarecimiento tecnológico no favorece la mejora de la eficiencia y por lo tanto de la genuina competitividad. Es decir, suponemos que lo sabría, porque cuesta entender que una persona con su preparación y trayectoria pretenda ignorar que las importaciones carísimas no son el camino a la tecnificación. Y que los bajos salarios en dólares y el vivir con lo nuestro son verdaderas mentiras de patas cortas.

Todo ha quedado atrás. La historia ha sido escrita con estas argumentaciones. No se intentó hacer siquiera un análisis mesurado de los errores que en definitiva todos cometemos. Políticamente se intentó, y se intenta, defenestrar la libertad de mercado confundiendo a los incautos con argumentos impropios. La falta de claridad de ciertas operaciones financieras, o el excesivo endeudamiento de determinados bancos o fondos de inversión, se resuelven fácilmente si los países donde funcionan establecen reglas claras de publicación de su operatoria. Y eso nada tiene que ver con el intervencionismo a ultranza, sino más bien todo lo contrario. La publicación de los datos es como la exhibición de los precios o la explicación de la tasa de interés de la financiación de cualquier producto. La crisis que hoy padece el mundo tiene su origen en las hipotecas subprime de los EEUU, dicen. Y tales hipotecas se multiplicaron porque los funcionarios de la FED bajaban las tasas de interés para intentar justamente activar determinados factores económicos. Es decir, la FED intervenía abiertamente en los mercados, y no al contrario. Amén de ello, siempre se repite en determinados círculos que los bancos prestan dinero a quien no lo necesita. Pues bien, en EEUU se prestó durante años dinero a quien seguramente lo necesitaba, y eso terminó produciendo la llamada crisis de las hipotecas.

Es que en verdad, prestar dinero a tasas bajas, negativas en términos de inflación, y sin suficientes garantías de cobro, es encarar un negocio que tarde o temprano sucumbirá. Y eso es lo que ocurrió. Nosotros, personalmente, señalamos muchas veces que el intervencionismo en las tasas de interés o donde sea produce distorsiones que alguien terminará pagando.

Los operativos de salvataje iniciados en el mundo entero constituyen otra forma de intervencionismo. Un intervencionismo basado en el monopolio que tienen los Estados de emisión de la moneda. Las garantías o seguros de los depósitos constituyen una forma, lo mismo que las tasas bajas, de incentivar malos negocios. Simplemente porque en definitiva alguien pagará. Una vez más el camino elegido es incorrecto y profundamente intervencionista. Los políticos del mundo entero están asustados con lo que pasa y culpan a un oscuro capitalismo especulativo de los males que le aquejan, cuando en verdad son ellos mismos los que mediante políticas centralizadas en grandes bancos de emisión de moneda y manejo de variables financieras fuera de las normas del mercado, provocan los cataclismos.

Así las cosas, los remedios no son más que aspirinas. Y más temprano que tarde la crisis cobrará todas sus cuentas a los desprevenidos y a los incautos, como en su momento les pasó a quienes tomaron bonos argentinos según la propia definición de los Dres. Lavagna y Néstor Kirchner.

Ahora bien. La política incluye también la difusión de consignas que fácilmente penetran en la población, como ocurre con los jingles de publicidad. La palabra ajuste terminó siendo una mala palabra a comienzos del presente milenio. Y desde las esferas políticas se repitió hasta el cansancio que nunca más se entraría en la variante de hacer ajustes, porque eso perjudicaba a los más pobres, etc. Cabe anoticiarse sin embargo que lo que está ocurriendo hoy en la Argentina, es que el ajuste está produciéndose. Y continuará produciéndose.

Acá no se ahorró en el famoso fondo anticíclico , no se creó un colchón para cuando llegara la época de las vacas flacas. Se gastaron más de U$S 100.000 millones que de una u otra forma podrían haberse ahorrado en estos años. Se repartieron subsidios, dádivas a provincias y municipios, aerolíneas sin aviones o empresas energéticas que no son más que sellos de goma. Se iniciaron proyectos rimbombantes, como el del tren de alta velocidad y se repartieron electromésticos en campañas políticas. Se aumentó el gasto público a límites insospechados y a veces incomprensibles. Y ahora, cuando las vacas flacas llegaron, se pretende: a) impedir despidos, b) intentar una devaluación del peso, c) fomentar un blanqueo de capitales, d) aumentar la de por sí asfixiante presión tributaria especialmente en las provincias, e) arreglar con los sindicalistas para que no pidan aumentos de salarios, f) mantener niveles de retenciones a las exportaciones insostenibles, etc. etc. Se pretenden soluciones mágicas. Gravosas e impracticables. Ya ni siquiera queda a quien echar la culpa si nos descuidamos. Por eso ahora la culpa la tiene el capitalismo o el efecto jazz . La culpa la tiene alguien que no somos nosotros, paladines de la ética y de la solidaridad, señores del intervencionismo para corregir los torpes errores del mercado, distribuidores de la riqueza que producen los avaros empresarios, y siguen los etcéteras.

Dijeran lo que dijeren, el ajuste ha llegado finalmente. Más bien acaba de empezar. Y la frutilla de la torta acaba de anunciarse: el fin de las AFJP. Luego de la parafernalia publicitaria de hace menos de un año para que la gente se pase al sistema de reparto, resulta que ahora se pretende abolirlas y pasar todos los recursos al Estado. No es tema de este trabajo analizar estas asociaciones, que desde sus comienzos tuvieron obligaciones respecto de la adquisición de títulos públicos y acciones de empresas nacionales en una proporción muy significativa. Actualmente administran unos $ 100.000 millones. Esto por si hiciera falta decir algo más respecto de que, sin duda ninguna, el ajuste ha llegado, señores.

Eso sí, las AFJP podrán seguir funcionando, según la información difundida, con los aportes voluntarios, si es que hay algún kamikaze que decida aportar en tales condiciones.

Buenos Aires, 20 de octubre de 2008 HÉCTOR BLAS TRILLO

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HÉCTOR BLAS TRILLO

Contadores Públicos

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