La subordinación del sector agropecuario al mercado estadounidense y el desmantelamiento de las políticas de fomento agrícola, junto con la política deliberada de contender los salarios de los trabajadores en las ultimas décadas, colocan al país en una paradoja alimentaria, en donde la producción nacional de alimentos disminuye, la importación aumenta y el consumo humano disminuye. En otras palabras, el abandono del campo y la abrupta apertura de las fronteras a la importación de alimentos, ha llevado a la disminución de la producción interna de comestibles y a la quiebra de los productores nacionales.
Asimismo, los precios medios reales de los productores del campo se han desplomado y, contrariamente, los precios de los alimentos al consumidor final han aumentado permanentemente, mientras que los salarios no lo hacen en la misma proporción. Esta tendencia se observa si se analiza el comportamiento de cuatro de los principales alimentos que componen la Canasta Básica Nutricional (CBN), es decir, el maíz, el frijol, el arroz y el trigo, y se observan los niveles de producción, importación, los precios medios rurales, el precio al consumidor final, y el consumo per cápita.
Son las grandes empresas transnacionales (Pilgrims Pride, Continetal, Monsanto, Du Pont, Cargill, Multa Texo y Mayer, entre otras) las que tienen el control de los alimentos y son las que definen su cotización, desde los precios a los que se ven obligados a vender los productores del campo, hasta el precio al que tienen que comprar los consumidores finales, debido a que controlan la importación, el almacenamiento, el transporte, la transformación industrial, la distribución y la comercialización de los alimentos.
El efecto de este control se observa en la alimentación de los mexicanos. De acuerdo con la CBN, el salario mínimo no puede satisfacer las necesidades básicas de calorías y proteínas para la nutrición de una familia integrada por cinco personas. De
la devaluación de diciembre de 1994 al mes de enero del 2003, el salario solo pudo cubrir un promedio de 1784 calorías y 57 gramos de proteínas, reportando un déficit nutricional familiar de 9113 calorías (1823 por persona) y 289 proteínas (58 por persona).
Ante la situación de dependencia alimentaria como resultado de la aplicación de las reglas establecidas en el TLCAN, el país no solo no es autosuficiente en el suministro de alimentos y materias primas si no que cada vez mas nos vemos obligados a importar alimentos transgénicos. El tema de los transgénicos sigue siento un punto crucial en la perspectiva de una probable renegociación del TLCAN, puesto que el interés de los Estados Unidos y que para ello no es negociable, es que ningún país firmante del tratado puede oponerse a la introducción de cultivos y alimentos transgénicos e incluso poder ejercer control y monitoreo de estos en los países que son parte del tratado.
El ejemplo mas claro de este ultimo es el maíz transgénico el cual ha sido incorporado en la dieta alimentaria humana y animal sin que ninguna autoridad gubernamental ejerza control. Peor aun es el hecho, de que parte del maíz transgénico importado como materia prima, haya sido utilizado como semillas por otro campesino como esta reportado en comunidades del Estado de Oaxaca. Este es otro de los aspectos que han impuesto los Estados Unidos en el TLCAN, es decir, la eliminación de restricciones y prohibiciones a la introducción de cultivos y alimentos transgénicos en los países.
Esta imposición ha hecho totalmente inoperante la aplicación del protocolo de Bioseguridad e incluso la débil normatividad nacional para el control y manejo de la biotecnología con todo y la ley de Bioseguridad de Organismos Genéticamente Modificados aprobada el año pasado por el Congreso de la Unión, mejor conocida como la Ley Monsanto.
Autor: Lic. Marcos Morales Martinez