ACTUALIDAD ECONÓMICA: La mano dura oficial
Algunos piensan, qué duros que son, por qué están con la ministra de Industria que mete licencia acá y allá. Si eso es para lograr más trabajo y producción en la Argentina, tenemos la obligación de hacerlo por los 40 millones de argentinos Cristina Fernández de Kirchner
En estas breves palabras expresadas por la presidenta de la Nación durante un acto de celebración del 60º aniversario de Mercedez Benz Argentina, en el partido de La Matanza, podemos encontrar el lumpen de la base ideológica que la guía y también la esencia de nuestro profundo disenso con ese modo de ver las cosas. No hace falta más.
Aún así, agregaremos más, siempre tomándonos del mismo discurso que pretendemos comentar. Porque somos contestes de que no sólo aquello que abunda no daña, sino que además corrobora.
Las palabras de la presidenta hicieron hincapié en el gran crecimiento de la industria automotriz argentina; destacando la participación creciente de autopartes de fabricación nacional. Y también que la firma de marras vuelva a producir camiones en el país luego de 20 años de no hacerlo.
Naturalmente siempre el crecimiento de la industria, o del agro o de los servicios o de lo que sea, es una buena señal en términos económicos y redunda, evidentemente, en una mejoría general de las condiciones económicas del país. Ello así en tanto tal mejora sea genuina y no producto de artilugios monetarios y promociones varias, porque si ese fuera el caso, estaríamos ayudando a unos con el dinero de los otros.
Entendemos que, en términos generales y muy lamentablemente, esto es lo que viene ocurriendo en la Argentina.
Baste traer a cuento la surrealista disposición oficial según la cual quien importa debe exportar lo que sea por un valor similar para entender el verdadero zafarrancho en el que estamos metidos.
Es sabido que mientras la industria percibe por las exportaciones que realiza dólares al cambio oficial de $ 4,24 aproximadamente por unidad de dólar, mientras que el exportador de soja solamente recibe $ 2,756 por cada dólar. Es obvio que toda la ayuda que puede llegar a recibir la industria, cualquiera sea ella, proviene de recursos fiscales, el principal de los cuales es este. El Estado se queda con $ 1,484 por cada dólar de soja exportado. Dinero que ingresa a rentas generales, obviamente. Y que como sabemos salvo en casos específicos no se coparticipa, además.
La presidenta también hizo una mención a la falta de cloacas y de agua potable en La Matanza, un juego político de bajo vuelo porque de ese tipo de cuestiones deben encargarse los municipios y no la presidenta de la república. Pero dejemos esto que no es lo fundamental, aunque no está demás señalarlo, porque hay una tendencia muy marcada en la Argentina en atribuir todos los logros al accionar particular de los presidentes. Y eso no sólo no es cierto, sino que es imposible.
Vayamos entonces a la frase inicial de este comentario. La ministra “mete licencia acá y allá” significa que arbitrariamente una funcionaria colaboradora del Poder Ejecutivo hace lo que le viene en ganas. Eso se llama arbitrariedad, discrecionalidad. Y, corriendo un poco hacia arriba o hacia abajo el listón: amiguismo.
No pretendemos poner en duda la honestidad intelectual y moral de la señora Déborah Giorgi, pero entregar semejante poder a una persona no solamente va en contra de la constitución y de las leyes, sino que apunta a un grado de soberbia inconcebible en un Estado de Derecho. Nadie puede saber de todo tanto como para decidir qué sí y qué no y en qué cantidades y cuándo y cómo y por qué y para qué. Es tan absurdo que agobia. Sin embargo se dice, se afirma, se toma como un logro, y a nadie se le mueve un pelo.
Sigamos: si para lograr más trabajo en la Argentina sacamos fondos de un lado (el campo) para ponerlos en otro (la industria), no creamos más trabajo, sino que desplazamos el trabajo de un lado al otro. Podrá argüirse que la industria genera más trabajo que el campo, pero nosotros consideramos que eso no es así. Las grandes industrias cuentan con un grado de tecnificación tan grande que cada vez es menor la mano de obra ocupada para igual producción. Hoy en día la mano de obra se ocupa esencialmente en servicios, no en industria. Por su parte el campo en sí mismo ocupa gente, obviamente, pero básicamente lo que su desarrollo genera es agroindustria, con lo cual el resultado termina siendo más o menos similiar al que produce el desarrollo de la industria al que alude la presidenta. Con una diferencia: el costo.
Quitar dinero de un sector altamente eficiente (el sojero) para dar ayudas a General Motors o a quien fuera no parece ser una manera de hacer crecer, sino de que crezca uno a costa del otro. Esta es la verdad.
Ahora bien, la otra pregunta es por qué de todas maneras crece la Argentina. Y la respuesta está, justamente, en el campo y en la agroindustria como base. No es que la industria automotriz no haya crecido mucho, es que el crecimiento debe medirse en términos de rentabilidad, y ésta en términos de productividad. Dicho de otra manera: lo que permite medir genuinamente el crecimiento es el resultado neto. Y tal resultado se obtiene de comparar la producción con los costos. Producir muchísimos bienes a un costo que casi no deje utilidad, puede ocupar mano de obra o lo que sea, pero no hace crecer al país en su conjunto como debería. La maximización del beneficio, la mejor utilización de los recursos es la que lo hace.
Y no caben dudas de que los recursos en la Argentina, deben volcarse a los sectores más productivos y eficientes, sin desmerecer a ningún sector.
¿Fabricaría nuevamente camiones Mercedez Benz si tuviera que venderlos con el dólar a $2,756? Si la respuesta es no, entonces el anuncio presidencial encierra un sofisma. Porque a algún precio cualquiera puede fabricar algo, si alguien le presta o le regala el dinero.
No queremos personalizar en esa empresa y lo aclaramos. El tipo de cambio que estamos refiriendo es un dato, y evidentemente quien hace las cuentas toma los $ 4,24 que vale el dólar.
Otro aspecto que también mencionó la presidenta es el referido a la comparación entre sector financiero y sector productivo. Esta dicotomía, que consideramos una verdadera falacia, no es nueva, en especial en sectores llamados heterodoxos. Veamos: no existe producción si no existe financiamiento. Tanto es así que la propia presidenta habló de financiar la producción, el trabajo, la apertura de fábricas, la dación de créditos. Y dijo algo que verdaderamente nos sorprendió: “para eso queremos el sistema financiero, porque si no piensan que pueden terminar siendo gallinas y empollar dinero”.
Es interesante preguntarse por qué razón el Estado argentino lleva emitidos bonos denominados Letras del Banco Central y Notas del Banco Central (Lebacs y Nobacs) por más de 20.000 millones de dólares. O por qué la inmensa cantidad de bonos emitidos por el Estado son todos al portador mientras las acciones deben ser nominativas.
Es interesante a su vez preguntarse para qué quiere el dinero quien emite un bono y lo toma. Para qué lo quiere el Estado.
Es obvio que lo hace para llevar acabo alguna operación, la que fuera. A lo mejor se trata de una operación anterior que desea cancelar, o como se dice en la jerga, refinanciar.
Digámoslo aún de otro modo: nadie toma dinero y paga un interés por él para quedarse observando el dinero como si fuera el Tío Rico. Está bien claro.
Ahora bien, el trasfondo de lo dicho por la presidenta es que hay un dinero especulativo y otro creativo. Detalle que implica suponer que un dinero prestado para crear una fábrica, por ejemplo, es diferente del dinero prestado para consumir un bien, o a su vez de otro destinado a adquirir un bono. Un bien que debe ser producido por una fábrica, y que si esa fábrica no tiene quien se lo compre porque no hay crédito al consumo, carece de sentido que lo produzca. Si para tener dinero se endeuda o emite un bono, tal bono no difiere en principio de ningún bono público o de otra índole emitido por quien fuere.
La cadena o apalancamiento de préstamos especulativos, tiene siempre como objetivo el fin último que es el bien producido. El gasto al que se destinan en general los recursos obtenidos por el Estado mediante endeudamiento, consiste en el consumo de bienes producidos.
Puede resultar cansador repetir que ningún bono, ningún préstamo, ningún endeudamiento tiene otro motivo que financiar la adquisición de bienes y de servicios.
Y cuando se produce el traslado de un bono de un tenedor a otro, eso es porque el segundo prefiere adquirirlo y el primero necesita el dinero, del mismo modo que ocurre cuando se descuenta un cheque o un pagaré.
Para finalmente decirlo con todas las letras, las distinciones entre lo financiero y lo económico; o entre lo especulativo y lo productivo, son un sofisma. El fondo de la cosa es que se emiten papeles garantizados o no por determinados bienes o por créditos. Y nada más.
Y en definitiva, es muy loable la pretensión de lograr más trabajo y producción en la Argentina. Pero la razón de ser de la producción de bienes es su comercialización, para lo cual hace falta un mercado de créditos al consumo.
No es cerrando las fronteras como se mejora la situación de una economía, sino volviéndola competitiva mediante una mayor eficiencia. Y esto se logra con reglas de juego claras, con seguridad jurídica y con respeto a los contratos.
La razón por la cual las medidas proteccionistas e inflacionistas son bien vistas por muchos empresarios, es que prefieren esta clase de arreglos a tener que salir a competir con el mundo.
Fabricar más piezas locales, otro de los desafíos presidenciales, da trabajo a los argentinos y evita tener que importar tales piezas. Eso a su vez mejora la balanza comercial.
Pero todo excedente de dinero debe ser aprovechado para adquirir en el Exterior aquello que no producimos y necesitamos. Nuevas tecnologías, nuevas máquinas, nuevos desarrollos industriales. El objeto del balance comercial favorable es el consumo de tal balance en cosas útiles
La producción local es complementaria de la importación, y productora de los bienes para su exportación. Forzarla mediante fronteras cerradas, “licencias” de la ministra” y trabas de todo tipo, no permite hacerla competitiva. Todos tenemos bien presente la calidad de tantos materiales y repuestos de lo que fuere fabricados localmente. Es obvio que no se logra la calidad de la competencia externa porque no hay inversiones y tecnología suficientes. Eso no se logra con “mano dura” y arbitrariedad, sino con seguridad jurídica y estado de derecho, con una moneda sana que no sea emitida a troche y moche para paliar gastos improductivos de carácter político. Con una genuina política monetaria, seria y predecible. Es así como se logra trabajo para todos, y trabajo de calidad y bien remunerado.
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