Distorsiones de Precios Relativos

La inflación no es una cuestión vinculada a los márgenes de utilidad o a la eficiencia. Tampoco a las necesidades básicas. Los precios congelados o controlados se alejan cada vez más de aquellos que no están afectados por el "acuerdismo" oficial.


Pretender subsanar los problemas inflacionarios mediante controles y presiones sobre algunos precios o sobre todos, es, naturalmente, un genuino desatino. Entender que así de resuelven las "expectativas" inflacionarias es casi un cliché que implica considerar al fenómeno inflacionista una mera cuestión psicológica. O al menos con importantes bases en tal cuestión.


En realidad, dado que el papel moneda no es otra cosa que eso: papel, es sin duda la confianza y la aceptación de parte del público lo que le confiere valor. Nadie en su sano juicio cambiaría bienes por pedazos de papel si no estuviera convencido y seguro de que a su vez tales pedazos de papel pueden ser cambiados por otros bienes.

Los viejos billetes de pesos moneda nacional traían una leyenda que les daba su justa dimensión "El Banco Central pagará al portador y a la vista", decían. Es decir que los billetes no son otra cosa que pagarés que pueden estar respaldados por oro, dólares, otras monedas, o simplemente por la confianza que otorga el país emisor en materia económica y productiva.

Los gobiernos que siguen políticas inflacionistas suelen evitar hacer mención al valor de la moneda cuando de morigerar las alzas en los precios se trata. Pero ese es, ni más ni menos, el verdadero quid de la cuestión.


La pérdida de valor de la moneda, entre nosotros, está dada específicamente por la emisión a la que recurre el Estado para adquirir dólares a un precio superior al de mercado. Y el Estado recurre a tal mecanismo para poder volver competitivo lo que no es, y también para quedarse con la tajada de los derechos de exportación (comúnmente llamados retenciones).

Ahora bien, los precios no suben únicamente por razones inflacionarias. Tampoco bajan únicamente porque se geste una deflación. Los precios relativos (esto es: la relación entre los precios de unas cosas y de otras) varían por razones estacionales, por novedad tecnológica, por moda, por infinidad de razones.

Cualquiera puede comprobar fácilmente cómo ciertas computadoras o televisores, caen de precio rápidamente. O los aparatos de telefonía celular. Para citar algunos ejemplos. A su vez, las pantallas de plasma o los modernos almacenadotes de información ingresan al mercado a precios prohibitivos para caer rápidamente a niveles accesibles mientras nuevas generaciones de productos cada vez más avanzados ocupan el nuevo podio.

Las amas de casa comprueban cotidianamente cómo cuando suceden lluvias aumentan de inmediato frutas y verduras, para virtualmente regalarse cuando la temporada va muriendo.

Podríamos seguir dando ejemplos, pero entendemos que con estos tenemos las cosas claras.

Digamos sí que a nivel internacional ocurre algo parecido. La soja por ejemplo sube y sube por su mayor demanda en el mundo. Y también sube cuando hay sequía en algunas regiones que la producen y por lo tanto merma la oferta.

El petróleo sube no solamente porque es un bien agotable y puede escasear, sino por cuestiones políticas, guerras o lo que fuere. Cuando las aguas se calman o hay alguna necesidad de ofrecer más petróleo de parte de algunos países productores, entonces el precio baja.

Estas subas y bajas nada tienen que ver con la inflación (ni con su correlato la deflación).

Pero como entre nosotros el índice de precios al consumidor que publica el INDEC es tomado como medida de la inflación y refleja el consumo de un hogar medio que incluye alimentos, combustibles, útiles escolares y todo lo demás en una ponderación fija, las oscilaciones de precios relativos originadas en estas cuestiones, inciden en tal índice. De tal manera que funcionarios y medios suelen hablar de "inflación" mezclando pérdida de valor de la moneda con precios relativos, estructuras de costos, cadenas de comercialización, márgenes de utilidad y varios etcéteras.

La realidad contante y sonante es que desde la devaluación los precios mayoristas se encuentran hoy por hoy un 9% por debajo del porcentaje que se devaluó el dólar, mientras que los minoristas están sumamente atrasados (un 66% por debajo de la devaluación). Esto tomando los índices que elabora el INDEC.

Ahora bien, ¿qué puede ocurrir con este desfasaje de precios?. Cuando el gobierno, y no pocos economistas, hablan de "reacomodamiento" de precios están refiriéndose a esto. Es decir a los precios que aún no se han acomodado al nuevo valor del dólar.

¿Y qué precios, dentro de los minoristas, no se han "acomodado"?. Bien, seguramente unos cuantos, pero sin duda alguna las tarifas de servicios públicos, el precio de los combustibles, el valor del boleto de colectivo o de tren, ciertos peajes, etc. Y también los precios de alimentos y bebidas "acordados con el gobierno". En otras palabras, el atraso del índice de precios al consumidor, está claramente influenciado por estos congelamientos y "acuerdos". Y estas distorsiones a su vez distorsionan el consumo. Por eso escasean o se agotan cosas tales como la electricidad, el gas oil o el gas.

Muchos alimentos con precios "acordados" han desaparecido de las góndolas de los supermercados. En realidad, no existen incentivos válidos para producir más bienes cuyos precios serán fijados más o menos arbitrariamente por el Estado a través de un secretario de comercio. Por lo tanto, los productos con tales precios tienden a agotarse. Y exactamente eso es lo que está ocurriendo.

El país sigue creciendo, y eso deja tranquilos a ciertos funcionarios. Pero la verdad es que prácticamente todas las semanas tenemos problemas con algún sector. Hemos tenido problemas con la carne, que se incrementarán en el futuro, con los lácteos, con los supermercados, con el trigo, con las estaciones de servicio, con la indumentaria, con los útiles escolares, con el precio del pan, con las prepagas, con las tarifas de los aviones, etc. El gobierno interviene en los costos de servicios hoteleros, en el precio de los zapatos, en los costos de las empresas, en los márgenes de utilidad, en las cadenas de comercialización, en las exportaciones, en el valor de los automóviles. En lo que se al amable lector se le ocurra.

Tenemos una crisis energética en ciernes, por más que se diga lo que se diga. Y la búsqueda de petróleo y derivados y su explotación se torna imperiosa, lo mismo que aumentar la oferta de electricidad. Y todo esto tiene un solo y genuino origen: el retraso de los precios por presiones o decisiones políticas del gobierno. Por eso no "llueve gas oil".

En muchísimos casos, para poder mantener las distorsiones, el gobierno acude a los subsidios. Y los subsidios convierten a los sectores subsidiados en dependientes del poder público. Además generan negociados de diverso calibre, ya que es conocido que el gas oil, por ejemplo, escasea pero se consigue "en negro" a precios superiores y hay quienes sostienen que en parte proviene del producto subsidiado para el transporte.

Es que precisamente el subsidio es la demostración de la irrealidad. Del mismo modo que los regímenes de promoción demuestran que en la Argentina faltan inversiones pese a lo bien que parece que nos va, los subsidios son los que demuestran que los precios pretendidos por el gobierno no son los de mercado. Y entonces, ¿por qué razón cotidianamente se dice que tales o cuales sectores "pretenden ganar de más"? ¿No es el subsidio un subproducto de los controles de precios?. Todos pretenden ganar lo más que pueden y eso es natural. El punto a debatir es por qué la gente compra algo a un determinado precio. Porque nadie compraría un paquete de pastillas que costara un millón de pesos.

Hay un punto de equilibrio entre la oferta y la demanda que el Estado pretende violar mediante fijaciones de precios o subsidios, logrando de ese modo que los productos en cuestión se terminen por exceso de demanda. Esto es una realidad de a puño que el gobierno se niega una y otra vez a admitir.

La historia de las últimas décadas demuestra que la salida de congelamientos es siempre traumática. La salida de la convertibilidad fue eso. Porque en definitiva el precio fijo del dólar era un control de precios más. Por eso pensamos que lamentablemente, más temprano que tarde, esta historia terminará mal.

Es muy triste que repitamos el mismo error una y otra vez. El gobierno ha "acordado" para que los precios se mantengan más o menos quietos hasta fines de 2007, esto es: hasta después de las elecciones. Mientras tanto, las provincias van dejando de tener superávit y será peor todavía a la hora de acercarnos al proceso electoral.

El gasto público ha crecido, a valores constantes, alrededor de un 57% desde la salida de la convertibilidad. En muchos casos, es sabido, el gasto es el llamado social. Y en muchos es lisa y llanamente obras públicas direccionadas políticamente, o gasto como el que vimos por televisión en estos días en la provincia de Misiones.

Buenos Aires, 29 de octubre de 2006 HÉCTOR BLAS TRILLO

ESTUDIO

HÉCTOR BLAS TRILLO

Economía y tributación

Godoy Cruz 2870 – 1425 Buenos Aires

(011) 4776-1732 (011) 154-4718968