Observar la marcha de las distintas variables de la economía permite descubrir dónde está la verdadera cuestión y, cuando menos, vislumbrar hacia dónde vamos.
La Lic. Miceli acaba de señalar que de no ser por la intervención continuada del Banco Central, el dólar no sobrepasaría los $ 2,30. Si bien la estimación nos parece un poco baja en estos momentos, no deja de ser una curiosa confesión de que la realidad es soslayada por el intervencionismo. Al mismo tiempo, explica claramente por qué los argentinos “nos movemos en pesos con precios en pesos” y no podemos ni pensar en cruzar la frontera para pasar las vacaciones en las playas brasileñas, por ejemplo.
Como tantas veces hemos señalado, el “modelo” consiste en crear competitividad cerrando las fronteras y mandando al Central a comprar dólares mediante la emisión monetaria para sostener el tipo de cambio visiblemente por encima de lo que el mercado indica. Cosa que no ha hecho Brasil, dicho sea de paso.
A su vez, el Banco Central se endeuda emitiendo Lebacs y Nobacs por encima de los 34.000 millones de pesos para sacar de circulación los excedentes emitidos para comprar divisas mucho más caras de lo que valdrían.
Es interesante decir que si bien las reservas superan los 27.000 millones de dólares, éstos son comprados con emisión y endeudamiento a tasas del 8 o 10% anual en dólares, para luego colocar tales reservas y obtener el llamado señoreaje, que en estos momentos y entre otras cosas por los problemas de posibles embargos de parte de los bonistas que no ingresaron en el canje de la deuda, permite obtener una tasa del 2% como máximo. Hacerse de reservas con tasas del 9% promedio para colocar tales reservas al 2% no parece ser un negocio brillante, aunque puede dar tranquilidad a quienes todavía se mueven en términos de lo que podríamos denominar mentalidad convertible (es decir, enmarcada en la llamada convertibilidad).
La recaudación fiscal ha superado los $ 13.000 millones, indicando que pese a la pérdida de derechos de exportación por la prohibición parcial para la carne, el vidrio o el trigo, muestra una suba interanual del orden del 27%, muy por encima de la inflación reprimida por los controles de precios. Esto representa claramente un modelo exitoso y superavitario basado esencialmente en artilugios monetarios y endeudamiento.
La realidad es que la presión de los precios (el índice de precios al consumidor lleva acumulada una suba del orden del 84% desde la salida de la convertibilidad, contra el 210% del precio del dólar) desespera al gobierno, que como sabemos sale a través de sus funcionarios y del mismo presidente a atacar a quienes “aumentan” con la clara intención de culpar a éstos de no sostener precios en una moneda subvaluada según lo confesado por la propia ministra públicamente.
El tipo de cambio artificialmente alto y la inflación subyacente, son las principales causas de que la tasa de interés sea tan alta como para impedir un exitoso plan de financiación para la compra de inmuebles destinados a la primera vivienda. La inconsistencia es evidente: lo que se presenta como un dato positivo (el hecho de que el dólar no caiga de precio), se vuelve de inmediato negativo (ingresos bajos en dólares que impiden el acceso al crédito para la vivienda).
El apuro del gobierno para salir al cruce con soluciones de mercado ante la suba de los alquileres queda en evidencia en la necesidad de reconocer otra cruda realidad: la gente tiene ingresos informales por cifras más que importantes. Es por eso que se facilita el acceso al crédito más allá de lo que digan los recibos de sueldo o inclusive las declaraciones juradas. ¿Esto implicaría por ejemplo dejar funcionando un taller de costura de manera irregular para que sus trabajadores puedan pagar la cuota del crédito? La contradicción entre las intenciones y la realidad es elocuente.
Muchas veces hemos señalado que según los cálculos más serios prácticamente la mitad de la economía del país funciona de modo informal. Es por eso que los salarios son pagados en negro en una proporción similar, básicamente. Al mismo tiempo, el propio Estado con sus contratados hace años que ha entrado en la economía informal al no reconocer a éstos su condición de relación de dependencia. Si el comerciante del barrio tuviera a un empleado inscripto en el monotributo y no declarado, es evidente que sería denunciado por la irregularidad. Nuevamente está clarísima la contradicción.
El índice de precios para agosto se anuncia bastante bajo. Las cifras difieren pero están por debajo del 1%. Es sabido que tal índice es cuestionado por el 100% de las amas de casa que concurren al supermercado, pese a lo cual el gobierno se entromete en el INDEC a través de funcionarios como Guillermo Moreno porque pretende que el indicativo sea más bajo aún. Como también hemos dicho: la carrera es contra el índice, no contra la inflación.
Desde la Secretaría de Comercio también está gestándose una canasta de ropa para el verano. La llamada lucha contra la inflación tiene siempre la misma cara: lograr algunos productos con precios promocionales para disimular el efecto en el bolsillo de la gente de las subas de precios generales.
La cuestión de la falta de gasoil se ha vuelto un problema a todas luces reconocido. Recordemos que desde el comienzo del invierno el funcionario nombrado viene presionando a los proveedores del producto con amenazas de sanciones si no suministran gasoil a las estaciones de servicio, especialmente en algunas provincias del Norte y del Litoral. Estas presiones siguen existiendo y se han multiplicado, al mismo tiempo que ENARSA está importando gasoil. El Estado termina importando a precios internacionales que se niega a pagar en el mercado interno, como ocurre con el gas.
Para las petroleras importar es perder dinero, por las diferencias de precio con el Exterior. De manera que la reticencia tiene la lógica del bolsillo. La producción dista de incrementarse localmente para seguir los pasos del incremento de la demanda, la cual a su vez se ha visto azuzada por las necesidades de las centrales termoeléctricas. También algunas fábricas han estado reconvirtiéndose ante la escasez de gas. El problema de la energía en general está agravándose, por un lado por el crecimiento de la economía y por el otro por el retraso de los precios medidos en términos internacionales de los combustibles. De hecho, hay algunas inversiones que vienen postergándose ante la indefinición en materia energética.
La industria en general está conforme con el tipo de cambio y festeja, pero el atraso tecnológico y los problemas asociados con el cierre de la economía terminan siendo un peligroso bumerán. El “modelo” se basa, como ha ocurrido históricamente en la Argentina, en la intervención del Estado, los subsidios, el tipo de cambio alto, los controles de precios y el cierre de las importaciones tanto como sea necesario y posible. Muy lejos, claro está, de las apreciaciones del Dr. Lavagna cuando siendo ministro sostenía que el tipo de cambio bajo solamente lo querían quienes viajan a Miami, la realidad indica que tal tipo de cambio está provocado para mantener deprimidos los costos en dólares y volver competitivas las exportaciones, limitando al mismo tiempo la tecnología importada (por cara) y provocando inflación.
Precisamente la contraposición entre tipo de cambio alto versus tipo de cambio bajo, deja en el medio la obviedad: el tipo de cambio real determinado por el mercado. Esto es: ni artificialmente alto, no artificialmente bajo.
Un problema bastante generalizado en el Interior es el de la sequía, que ya lleva varios meses. Las oportunas (aunque escasas) lluvias de los últimos días han calmado un poco los ánimos, pero la preocupación subsiste y se han producido pérdidas de importancia. Según los productores el ritmo de lluvias debería continuar para mejorar la productividad del sector. Por supuesto que este problema también puede afectar los ingresos del Estado vía impuestos o retenciones.
Es interesante señalar que las políticas erráticas en materia de carnes están dando como resultado entre otras lindezas, que este año Uruguay termine exportando más que la Argentina. En este cuadro de situación, la veda parcial de exportaciones ha sido prorrogada por 30 días, siguiendo la política del día a día en la materia.
Y terminaremos esta reseña señalando que el gobierno ha anunciado que próximamente se dictarán medidas tendientes a frenar la importación de motocicletas, para “desarrollar la industria nacional”. Está claro el camino, entonces: cerrar importaciones (en este caso de motos), pese a ser caras por el tipo de cambio elevado, para lograr proteger la producción nacional, que por inercia natural terminará siendo de baja tecnología y altos precios locales, como ha ocurrido históricamente.
Buenos Aires, 3 de setiembre de 2006
HÉCTOR BLAS TRILLO
Contador Público