El problema de la Fuga de Cerebros

El brain drain (fuga de cerebros) definido en la enciclopedia británica como la salida de personas educadas o profesionales de un país, campo o sector económico, hacia otro para conseguir mejores condiciones de vida o de salario desde los países en desarrollo hacia las economías desarrolladas. Ello llevó a plantear la inconsistencia de algunas propuestas de ayuda para los países menos desarrollados puesto que, mientras se esperaba una transferencia de recursos desde los países más ricos, materializada en una corriente de capital físico, por el otro se producía una corriente inversa de capital humano. En la actualidad, el problema parece haberse ampliado y diversificado. En los nuevos procesos de fuga de cerebros, los países de origen de las migraciones se encuentran tanto en los países en desarrollo como en los países desarrollados. El principal receptor de esas corrientes es Estados Unidos, aunque en algunos estados de este país, se plantean quejas dentro de la presencia de un proceso de fuga de cerebrosinterno.

En los primeros estudios realizados al respecto de estas nuevas migraciones, se procuraba diferenciar los desplazamientos de los individuos educados y entrenados de aquellas grandes olas migratorias ocurridas a fines del siglo XIX y principios del XX ya que estas tempranas olas migratorias estaban integradas en su mayoría por mano de obra no calificada. Las migraciones de mano de obra se movían en el mismo sentido que los flujos de capital físico, esto permitía la capitalización de los países nuevos. La emigración beneficiaba de manera automática a quienes quedaban atrás, que veían aumentar su bienestar por la mayor cantidad de bienes y servicios per cápita. Los inmigrantes se ubicaban en su destino en actividades de productividad más elevada, con una mayor cantidad de capital físico per cápita, en economías que estaban probablemente operando en la zona de rendimientos crecientes y con salarios que superaban ampliamente su nivel de consumo. También se beneficiaban los países proveedores de capital, ya que las inversiones en el nuevo mundo gozaban de una rentabilidad más elevada que en los países de origen. La libre movilidad de los factores operaba así de modo de permitir maximizar el bienestar mundial y era apoyada en forma entusiasta por políticos y gobernantes.

Al transcurrir el tiempo las corrientes migratorias se redujeron, a la vez que se modificaban las características de los flujos y sus puntos terminales. Estados Unidos, que cerró sus puertas a la inmigración masiva de mano de obra no calificada, se convirtió en el principal receptor de una corriente de trabajadores y científicos altamente calificados y especializados que procedía de países en vías de desarrollo y aún de Europa. Esta situación comenzaba a ser no satisfactoria para todos, por tener la convicción de que con la migración se producía una pérdida irrecuperable y no compensada para el país de origen. Estas consideraciones se basaban en el concepto de “capital humano”, en el análisis económico de la educación y en las teorías de crecimiento económico. Donde el individuo educado trasciende de su papel de insumo de trabajo para convertirse en un insumo de capital que puede por lo tanto jugar un papel de mayor importancia en el desarrollo de economías cuyo factor escaso es justamente el capital.

Basado en este tipo de análisis se suscitó un debate, por un lado estaban los partidarios de un enfoque “internacionalista”, quienes sostuvieron que la emigración aseguraría el aumento del bienestar mundial al incrementarse el bienestar del emigrante sin empeorar las situaciones de quienes quedaron atrás. Por otro lado, estaban los “nacionalistas” que argumentaban que la emigración de personal altamente calificado constituía una pérdida no compensada para los países de origen que podían constituirse en un fuerte obstáculo para sus perspectivas de desarrollo futuro.

Es importante tener en cuenta que la fuga de cerebros constituye el síntoma de una situación y no la causa de la misma. Las causas de la emigración pueden ser de índole económica o extraeconómica. Las causas económicas están dadas por la existencia de grandes diferenciales de salarios en los países receptores y/o por falta de adecuadas oportunidades de empleo en los países de origen. Las causas extraeconómicas pueden originarse en países de tipo político, social, racial o religioso.

La decisión de emigrar de un profesional o técnico originada por motivos sociales o económicos, puede ser analizada, de modo simplificado, utilizando el modelo de decisión propuesta de Sjaastad. De acuerdo con el mismo se plantea la expresión:


Σ [(Yt - Xt - G t ) / (1 + i)t – a ]

donde Yt es el ingreso esperado en el país de destino en al año t, Xt es el ingreso esperado en al país de origen en el año t, G t son los costos asociados a la emigración en el año t y a es el año previsto para la emigración.

Si se realiza una mera generalización de los resultados del modelo al total de la economía podría esperarse que el resultado neto de la emigración fuese un incremento del ingreso nacional en el país receptor y una disminución del mismo en el país de origen. No parece tan claro la forma en que esa variación de ingreso habrá de afectar al bienestar de la población de ambos países. Desde el punto de vista internacionalista, se estima pertinente considerar al mundo como una sola unidad y observar, luego de producida la migración, las modificaciones que pudiera haberse operado en el mercado mundial. Los nacionalistas, en cambio, tomarían como elemento indicativo de los efectos de la migración, la variación de los ingresos de quienes quedaron atrás en el país de origen. Un tercer enfoque, toma en cuenta el enfecto que la migración tendría sobre los ingresos de los residentes en el país de destino.


Tanto en el caso de la emigración del individuo que estaba efectivamente ocupado en una actividad productiva, como en el del estudiante que decide no regresar y que, con anterioridad a su viaje al exterior, aún no había ingresado al mercado laboral, la pérdida del país de emigración podría ser estimada como el valor actual de las futuras contribuciones al producto que podría haber hecho el emigrante de haberse quedado en el país. Una forma alternativa de computar dicha pérdida sería estimar el valor capitalizado del costo de la educación recibida en el país por el inmigrante. Ambos criterios deberían resultar equivalentes en el caso de existir estrecha correlación entre niveles de educación y niveles de ingresos y siempre que éstos constituyan efectivamente retornos efectuados a los gastos en la educación y no sean debidos a otros factores.

Mediante el análisis de estática comparativa que realizó Montuschi, concluye que, luego de producida la emigración, la relación capital/trabajo de la economía se ha modificado. Bajo condiciones de competencia perfecta en todos los mercados y operando con rendimientos constantes a escala, el efecto de una emigración no infinitesimal será reducir el producto per cápita de quienes quedaron atrás.

Otro caso que puede plantearse es aquel en el cual el emigrante calificado puede constituir un factor de la producción que se combina en el proceso productivo con capital físico y con mano de obra no especializada. La magnitud de la pérdida originada en la emigración dependerá entonces de la elasticidad de sustitución existente entre dichos factores. El producto marginal perdido corresponderá al insumo compuesto por los diferentes factores de producción y será, superior al salario que el emigrante percibía. La magnitud de la pérdida dependerá también de la extensión del período necesario para entrenar al personal que pueda reemplazar a los emigrantes.


El tratamiento dinámico de los efectos de bienestar de las migraciones permite demostrar que las mismas también originan una transferencia intergeneracional de ingresos. Si la economía se encontraba inicialmente en un punto de equilibrio estacionario y con la emigración se modifica la relación capital/trabajo, el efecto inmediato, será una caída del ingreso per cápita de quienes quedaron atrás. Pero, luego de ese efecto inicial, el sistema se irá moviendo nuevamente hacia el punto de equilibrio estacionario y, tanto durante el período de transición como el punto de equilibrio final, el efecto bienestar para los no migrantes y sus descendientes dependerá del signo de la variación de la razón capital/trabajo. El efecto inmediato de una emigración que incrementa capital/trabajo es aumentar la tasa de salarios y reducir la tasa de remuneración del capital. La reducción de la relación, será también una caída en el ingreso per cápita pero en este caso, empeorará la situación del sector asalariado, ya que la tasa de salarios disminuirá. El sector perceptor de beneficios será favorecido por el incremento en la remuneración del capital. A partir de ese primer impacto la economía se moverá nuevamente hacia el punto de equilibrio estacionario, ya que al ser la tasa de acumulación superior a la tasa de crecimiento de la población, la relación capital/ trabajo irá aumentando.

Un segundo enfoque dinámico se refiere al caso en que el ahorro total de la economía variará como consecuencia de la emigración. Si el ahorro de los emigrantes se incrementara, el capital comenzaría a acumularse a una tasa superior a la del crecimiento de la población. La relación capital/trabajo empezará a crecer, la tasa de salarios a incrementarse y la tasa de remuneración del capital a reducirse. Esto producirá un desplazamiento del punto de equilibrio estacionario, en el nuevo punto de equilibrio, los niveles de ingreso per cápita y la tasa de salarios serán superiores a los vigentes en el período previo a la emigración, a su vez la remuneración del capital será, inferior a su nivel preemigración.

Si tanto la relación capital/trabajo como el ahorro varían, el impacto inicial producido por el cambio en la primera será soportado íntegramente por los no migrantes. La variación en el ahorro definirá el nuevo punto de equilibrio y, debido a la existencia de ese impacto inicial, el período de transición se reducirá así como se reducirá también la transferencia intergeneracional del ingreso.

La presencia de “externalidades positivas”, asociadas con los emigrantes, parece ser el punto clave sobre la discusión acerca de la fuga de cerebros. Tales externalidades constituyen aportes al bienestar y a la productividad de los restantes habitantes del país. La pérdida del bienestar que la emigración origina es de mayor relevancia cuando las externalidades están asociadas con el individuo en particular. Cuando se trata de la emigración de los individuos sobresalientes, las externalidades estarían vinculadas con las condiciones de líder, originalidad de pensamiento y capacidad inventiva de los emigrantes; esta pérdida será mucho más importante. Puede darse también el caso en que las externalidades que los emigrantes generaran en su actividad mejor pagada en el país de destino sean muy inferiores a las que generaban en su país de origen.

La emigración de personal altamente calificado, con una elevada dotación de capital humano incorporado, tiende a beneficiar al país receptor y a perjudicar a quienes quedaron. Esto es debido a la pérdida que sufre el país de origen del capital humano y de las externalidades asociadas con el mismo. La cuestión central está dada en el hecho de que los que emigran son, en general, los de mayor excelencia.

Actualmente se observa una dicotomía en los flujos migratorios entre las corrientes de personas altamente calificadas que son reclutadas por las corporaciones transnacionales y por universidades y centros de investigación, por un lado, y las corrientes de inmigrantes ilegales que se ocupan en el sector informal de la economía con muy bajos niveles de remuneraciones por el otro. Los flujos crecientes son reflejo del crecimiento del comercio mundial, de la expansión internacional de las corporaciones y de las actividades de los gobiernos y de las agencias de reclutamiento. Los procesos de fuga de cerebros no se originan tanto en las aspiraciones de los individuos como en el pasado, sino en la organización del empleo y en el desarrollo de carreras en los mercados laborales internos de las empresas transnacionales cuyo mercado externo de reclutamiento es el mundo.

Autores: María Delia Irastorza y Nicolás Wilfredo