Coyuntura Argentina

Inflación en la Carne

Inflación en la Carne, las Verdaderas Causas


25 de febrero de 2010

Por el Lic. Aldo Abram

En 2006 publiqué dos artículos advirtiendo que los argentinos tendríamos crecientes problemas para acceder a nuestro tradicional asadito, pasados tres años. ¿Tu Sam, Harry Potter o Mandrake? Nada de eso. Simplemente, fue el resultado de evaluar la estrategia del Gobierno, que se basaba en decir que la carne era el origen del pecado de la inflación. Ahora, la presidente de la Nación y sus principales funcionarios han vuelto con el mismo diagnóstico. Según ellos, no hay suba generalizada de precios, el problema es sólo la carne y se debe a que los codiciosos ganaderos quieren ganar más, por lo que los consumidores deberán pagar más caro.


Como argumenta el oficialismo, es cierto que el alza actual del valor de los vacunos tiene algo de estacional. Lamentablemente, buena parte de la última suba de los valores de la carne tiene otros justificativos que permanecerán en el tiempo, en tanto se mantengan las pésimas políticas oficiales para el sector y la expansión

creciente de la oferta monetaria. A partir de 2006, ante cada alza, el Gobierno fue estableciendo cada vez más estrictos controles de precios y restricciones a la exportación para aumentar la oferta local y bajar la carne en el mercado interno. Más allá de la inconstitucionalidad de prohibir una actividad lícita como la venta externa de un bien, estas medidas significaron «asado para hoy, hambre para Para que un bife llegue a la góndola, lleva unos tres años de criar y engordar un novillo o ternera. Si luego de hacer esa inversión de largo plazo, el productor ve que el Gobierno le controla los precios y le prohíbe exportar, licuándole sus ganancias, lo más probable es que, parcial o totalmente, empiece a destinar su campo a la agricultura y a bienes donde el Poder Ejecutivo tenga menos incentivos

para intervenir. Esto es lo que pasó desde 2006 y que llevó a que la ganadería se desplazara a zonas marginales, de menor productividad, y aumentara la liquidación de vientres. Cabe recordar que en este negocio, si uno envía al matadero más vacas, está disminuyendo la producción futura, ya que éstas son necesarias para gestar los terneros. Las escaseces de hoy son fruto del desincentivo a criar y engordar terneros de hace tres años y, lamentablemente, cambiar esta tendencia llevará ese mismo plazo de una modificación profunda hacia buenas políticas para mañana.

Lo grave es que el diagnóstico sobre la inflación es equivocado. Cualquiera que haga las compras del hogar sabe que, desde mediados de 2009 y en mayor o menor medida, la suba es generalizada y se ha acelerado. Una vez superadas las

elecciones, moderar la inflación dejó de ser la prioridad y se buscó incentivar la demanda interna, para lo que el Banco Central aumentó el ritmo de emisión de pesos. Ahora, si uno produce de un bien más de lo que la gente demanda, baja su precio. El problema es que la moneda nacional es la unidad de medida con la que se valúan todos los bienes y servicios de la economía. Por ende, si se achica el metro, todo aumenta medido contra él. Por eso, los economistas dicen equivocadamente que la inflación es el alza generalizada de precios, cuando, en realidad, es la baja del precio de la unidad de medida, es decir, el peso. A qué se asignó este «impuesto inflacionario» (más del 100% de suba del IPC

desde 2004) que se cobró sobre el stock de pesos de los argentinos: a financiar al Gobierno, comprar reservas y aumentar el crédito interno; pero, principalmente, para los dos primeros objetivos. Dado que, a futuro, esta estrategia se profundizará, la inflación y la pérdida de poder adquisitivo de nuestra moneda se acrecentarán, aunque la carne coyuntural y estacionalmente baje. De hecho, una vez que su valor se reacomode, retomará su tendencia alcista, Entonces, ¿qué hará el Poder Ejecutivo? ¿Aumentará los controles de precios? ¿Prohibirá exportar? Esto

solamente llevará a que haya cada vez menos productores que quieran seguir en el negocio ganadero y garantiza que tendremos menos carne el día de mañana. Aunque más no sea, el Gobierno debería analizar la política ganadera del Uruguay, que está a la vista que tuvo muchos mejores resultados que la local, o vamos a terminar teniendo que viajar a Montevideo para comer un buen bife.

Autor: Lic. Aldo Abram

www.exante.com.ar

Comercio Exterior

SOBRE BUBUJAS, FUGAS DE CAPITALES Y COMERCIO EXTERIOR



Por el Lic. Aldo Abram

A fines de 2008, los pronósticos de fuertes caídas de las exportaciones durante el presente año llevaron a la gran mayoría de los economistas a predecir que el superávit comercial se contraería. Sin embargo, aunque las ventas externas mermaron fuertemente, como era esperable, el resultado positivo de la balanza de comercio exterior se amplió. ¿Por qué?

Muy sencillo, la crisis internacional, pero particularmente la confiscación de los ahorros para la vejez de los afiliados al Sistema de Capitalización, llevaron a los argentinos a incrementar fuertemente la fuga de capitales. Muchos creen que esto se produce cuando un señor rico, con un maletín lleno de dólares, toma un avión a Suiza. En realidad, es más que eso. Es cuando todos los argentinos, asustados por las malas perspectivas futuras del país, empezamos a ahorrar (es decir, dejamos de consumir e invertir), sacamos nuestros pesos del banco (desfinanciando la economía) y con todos esos recursos compramos divisas que guardamos abajo del colchón o al fondo del placard o de la caja de seguridad. Por lo tanto, la demanda interna se cae y con ella la producción local. La baja del gasto doméstico hace que las importaciones se depriman y, de esa forma, se generan las divisas que, por otro lado, la gente está demandando para cubrirse del aumento del riesgo del país. Para entenderlo mejor, veamos otro ejemplo. Supongamos que una persona gana $ 2.000 por mes y se gasta todo. Este individuo tendrá equilibrio en su balance comercial. Pues bien, de golpe empieza tener incertidumbre sobre el futuro económico y sobre su estabilidad laboral. Entonces, hablará con su pareja y, seguramente, acordarán ahorrar algo, digamos $200, para contar con algún recurso ante una eventual pérdida de ingresos. A partir de allí, consumirán $ 1.800 y tendrán un superávit de $ 200. A los pocos meses, llega el trabajador a su empresa y el jefe le avisa que, dado lo malo de las ventas, le tendrán que bajar su sueldo a $1.700. Cuando regrese a su hogar, le confirmará a su cónyuge que la situación va mal y que son pésimas las perspectivas; por lo que, lo más seguro, es que decidan aumentar su ahorro, supongamos a $ 300. Esto implicará que, con “exportaciones” que serán 15% más bajas, este matrimonio aumentará en 50% su superávit para lo que bajará a $ 1.400 sus importaciones, 30% menos que al inicio de esta historia. Esto es, en definitiva, lo mismo que le ocurrió a la Argentina. Hay varias noticias buenas al respecto. Una es que la fuga de capitales que se incrementó hasta las elecciones legislativas del 28 de junio, se redujo hasta revertirse. La mejora del ánimo de los mercados mundiales desde fines de marzo, que redujo la incertidumbre internacional, y la disminución de la percepción de riesgo político, por el resultado de los comicios, ha incentivado una merma del ahorro en activos externos. Por lo tanto, esto se transformará en mayor demanda interna y, por ende, permitirá algún aumento de las importaciones y una tendencia descendente del superávit comercial. De todas formas, para todo 2009, este último resultará mayor al de 2008.



Por otro lado, también, los precios de nuestras exportaciones tienden a incrementarse debido a que los inversores internacionales están deshaciéndose de la liquidez en moneda dura con la que se habían cubierto de la crisis y están adquiriendo crecientes cantidades de activos financieros. Sin embargo, por otro lado, los bancos centrales de los países desarrollados, particularmente la Reserva Federal, no están retirando los excedentes monetarios que gestaron para moderar la profundización de la recesión. Esto implica que empiezan a sobrar divisas, especialmente dólares, lo que hace que se deprecien. Dado que esta última es el “metro” del comercio internacional, al achicarse, termina haciendo crecer todo lo que con ella se mide; lo que, usualmente, llamamos inflación. Por otro lado, la recuperación del nivel de actividad mundial es un hecho; por lo que, también, las cantidades demandadas se recuperarán. Esto ya se nota en las ventas externas de la industria que tienen una fuerte dependencia del Brasil, cuya economía ha arrancado con fuerza. Si a esto se le suma alguna mejora en el clima, que favorezca al sector agropecuario, podremos ver un importante crecimiento de las exportaciones.

¿Cómo evolucionará el mundo? Es difícil que la reactivación internacional tenga una recaída en 2010. Sin embargo, puede que se modere su ímpetu si los bancos centrales del mundo, en especial la Fed, deciden evitar que se termine de gestar la burbuja que está comenzando a inflarse. Para ello, deberían comenzar a contraer la liquidez (subir las tasas de interés) en tiempo y forma. Esto podría significar alguna merma de los precios de los commodities, respecto a los máximos, pero sostendría el crecimiento económico y la demanda internacional en el tiempo. Otra posibilidad es que la Reserva Federal no desarme la burbuja y suba sus tasas tarde y lentamente. Esto hará que el PBI mundial y los precios de nuestras exportaciones tomen bríos; para terminar en un estallido, dentro de dos o tres años, con costos muy superiores a los de la última crisis. Cuanto más “inflen” los mercados internacionales, mayores serán nuestras exportaciones y la tendencia a la baja del superávit comercial durante 2010. Eso sí, a disfrutar la fiesta y recuerden guardar algunos “sanguchitos”; porque luego habrá que pagar una factura por demás alta.

Autor: Lic. Aldo Abram



Controles de Precios

ACTUALIDAD ECONÓMICA: EL PESO DE LA INTERVENCIÓN


“Los precios de mercado son los transmisores de cantidad de informaciones económicas dispersas y sirven para compartir y sincronizar muchos conocimientos personales; por lo tanto, intentar manipular el mercado conlleva un problema de falta de información” (Friedrich Von Hayek)

Es rigurosamente cierto que en economía puede hacerse cualquier cosa, lo que no puede lograrse es evitar las consecuencias.


Esto lo sabe cualquier estudiante de economía. Pero parece que no lo saben los políticos en general, y los actuales gobernantes en particular.

Es por ello que una y otra vez se insiste en cometer los mismos errores. Se avanza con las mismas torpezas. Se lidia con los mismos fantasmas.

La presidenta del Banco Central pretende que los bancos presten dinero para la producción y no para el consumo, sin tener en cuenta que no hay producción posible si no hay consumo. Y no hay consumo suficiente para una producción exacerbada si no hay créditos para comprar lo producido. A menos que algo de lo que leemos en los diarios se nos escape, la señora Marcó del Pont insiste con la vieja idea de que prestando barato se logra incrementar la producción y con ello se mejora la oferta de bienes y servicios, dando trabajo y mejorando la situación de la economía.


Lo mismo creyeron los norteamericanos cuando incubaron la llamada crisis de las hipotecas.

Lo que pretende la flamante presidenta del Central es que los dineros que los bancos le prestan hoy a la entidad madre por las Lebacs que emite, se ofrezcan ahora a pequeñas y medianas empresas y, en general, a todo aquel que pretenda producir. Dado que la señora Marcó del Pont considera que producir bienes mediante créditos a bajas tasas es reactivador y no es inflacionario, esto es lo que intenta lograr. Uno se pregunta por qué, si esto es lo correcto, no se hizo así durante todos estos años. Lo cierto es que hasta el presente el gran tomador de excedentes monetarios ha sido justamente el Banco Central, evitando así la presión sobre los precios. Al menos en una primera etapa. Porque luego el dinero emitido para comprar dólares a valores inflados vuelve al Estado como retenciones a las exportaciones y es considerado superávit y gastado en obras y subsidios. He ahí la causa primigenia de la inflación.

Los bancos prestan al Central porque así se aseguran una tasa y la cobranza de ella. No ocurre lo mismo cuando prestan a miles y miles de particulares con mayores o menores garantías. El Estado ha sido desde hace muchísimos años el gran tomador de dinero en la Argentina, y el principal causante de las tasas de interés elevadas. Y no sólo por ser el gran demandante de crédito, sino por ser el emisor de moneda espuria.

Otra idea que subyace en esto es la que de que financiar al consumo reaviva la inflación porque los bienes ofrecidos no son suficientes.

¿Cuál es la razón por la cual se demanda dinero prestado para comprar bienes y no se demanda dinero prestado para producirlos en por lo menos la misma proporción? Esta pregunta merece una respuesta. Un ensayo de respuesta. No la hemos visto hasta ahora.

Si los consumidores pagan por un bien un precio y por la financiación que reciben una determinada tasa de interés ¿es acaso ello inconveniente y tales consumidores debería hacer otra cosa? ¿Qué otra cosa? ¿Tal vez consultar en cada caso con las autoridades del Banco Central?

¿Cuál es la razón para suponer que demandar bienes de capital es sustancialmente diferente de demandar bienes para consumir? Digamos que los primeros se supone que están destinados a producir nuevos bienes y los segundos no. Veamos si esto es así: todo bien producido es consumo futuro. Un bien destinado a producir otro, se consume. Pero un bien de consumo hace que quien lo compra esté en condiciones físicas y psíquicas de producir más bienes. De tal manera que al menos en un análisis rápido lo que podríamos decir, tomando un ejemplo, es que si un banco da crédito a un fabricante de tornillos, éste aumentará su producción. Esto funcionará si hay consumidores para los tornillos, de lo contrario producirlos es lo mismo que fabricar heladeras en la Antártida. Y en definitiva todo esto es el huevo y la gallina y depende del cristal con que se mire.

El punto en cuestión es determinar por qué razón la gente consume algo aún con créditos a tasas consideradas elevadas, no impedir que estos créditos existan. Cosa que por lo demás, y como es obvio, es contraproducente. Es absurdo imaginar que impidiendo el crédito al consumo aumentará la demanda de bienes producidos

Veamos otras cuestiones: la presidenta de la Nación ha dicho hace un par de días que el aumento de la oferta monetaria no produce inflación. Fue terminante en su afirmación. ¿Es cierto esto?

Dada una cantidad de bienes y servicios, la suba de la cantidad de moneda disponible provoca un incremento de los precios . Es una simple cuestión matemática. Pero para la señora de Kirchner no es cierto en absoluto.

Podemos discutir ciertas cosas, pero las verdades matemáticas no parecen ser discutibles. Si tenemos 10 pesos y 10 manzanas, cada una costará un peso. Si pasamos a tener 100 pesos pero siempre 10 manzanas, cada una subirá de precio hasta llegar a 10. A menos que algo se nos escape y no nos hubiéramos dado cuenta. Pero dada la simpleza de este ejemplo cabe preguntarse si la señora presidenta no debería haber dado ella un ejemplo contundente de que esto no es así

El Estado argentino emite moneda. Esto es inflacionario en la medida en que tal emisión esté vinculada con comprar dólares caros o con financiar déficit. En ambos casos estamos ante una mayor cantidad de moneda lanzada al ruedo sin incremento de la cantidad de bienes. Por eso tenemos inflación en la Argentina.

Otro tema que ha dado que hablar por estas horas es el precio de la carne. Los más grandecitos seguramente no han de sorprenderse de que estas cosas ocurran. La realidad es que aún para cualquier lego es obvio que la política seguida en estos años ha sido nefasta en la materia. Por un lado los pisos para la faena inaugurados durante la gestión del Dr. Lavagna en el año 2005, por el otro la surrealista prohibición de exportaciones que arrancó en el año 2006 de la mano de una resolución del ministerio de economía a cargo de Felisa Miceli. A ello se le suman los controles de precios, los aprietes a frigoríficos y supermercados, las listas de precios máximos que han circulado sin firma durante años en el Mercado de Liniers, la presión tributaria creciente, las arbitrariedades de la ONCCA, los permisos especiales de exportación, regímenes de información de diversa índole y calidad, controles burocráticos y toda clase de intervención originada en supuestas pioladas de parte de miles y miles de productores, y una tonelada de etcéteras.

La situación ha derivado en una evidente merma de la participación argentina en el mercado internacional. Superada ampliamente en exportaciones cárnicas por Brasil e incluso por el Uruguay. Es tan obvio que conmueve. La realidad es que el stock ganadero se ha mantenido o incluso a bajado con relación a años anteriores y por eso la carne no alcanza. Es insólito que esto pretenda resolverse cerrando las exportaciones en lugar de dejar que se produzcan más animales.

Pero la presidenta de la Nación ha salido a decir que en realidad los productores retienen animales en sus campos para ganar más. Aparte de que ganar más es la finalidad de cualquiera que produce o comercializa algo (y no queremos aplicar aquí golpes bajos referidos a las finanzas del Matrimonio), la verdad es que todos los años y desde siempre, la ganadería tiene períodos en los cuales la venta es abundante, y otros en los que la venta se retrae. Y las razones son siempre las mismas: cuando hay pasto, los animales se engordan. Cuando no hay pasto. Los animales se venden. Siempre hay incrementos de precios cuando se produce una escasez. Pero la señora pretende que la escasez en este caso es un acto de codicia o avaricia, y no una realidad comercial producto de la estacionalidad de los bienes en juego.

Hay un punto de equilibrio para que los animales puedan venderse cuando están “terminados” y no antes. Ni después.

Un animal vendido antes de alcanzar su peso óptimo, no logra el precio por kilo que lograría en tal condición. Ello es así porque el rinde (la carne que se obtiene al faenarlo) es porcentualmente menor si está incompleto. Y si el animal se pasó de su peso óptimo, ello significa que ocupó campo, consumió pasto y atención veterinaria más tiempo que el necesario, para finalmente ser vendido en condiciones también deficientes, ya que un animal pasado de peso tiene mucha grasa y también rinde menos carne, por lo que el kilo se paga menos.

Por lo tanto, lo que acá está pasando no es algo nuevo en la materia. Lo único nuevo es que ahora hay menos animales por las razones señaladas. Y por eso cuando se produce un problema estacional como éste, suben mucho los precios. A ello se suma la sequía acontecida en los últimos años, que ha tenido un efecto importante sobre la producción.

También es cierto que muchos productores, ante la prepotencia y la arbitrariedad, han preferido volcarse a la soja y no tener problemas. La pregunta que habría que hacerle a quienes se rasgan las vestiduras por esto, es qué harían ellos en igual situación.

Hay algunas cosas que también tenemos la obligación de preguntar ¿sabe la señora todo esto que decimos o no? ¿no tiene asesores que le explique, si es que no lo sabe, cómo es el ciclo productivo de un vacuno? ¿es posible que no lo sepa?

¿Ud, amigo lector, prefiere invertir en vacas y someterse a los altibajos emocionales del Matrimonio, a las prepoteadas de Moreno, a los insultos de los políticos y a los cierres de exportación y los infinitos controles y urgencias burocráticas, o prefiere tirar semillas de soja, ganar más y dormir tranquilo? La respuesta es obvia. Tan obvia que para la propia presidenta parece ser que la llamada sojización dejó de ser un problema y pasó a ser una virtud.

Nadie se resiste a ganar dinero, ¿no es verdad, señora de Kirchner? Es la realidad, que al decir de César Fernández Moreno, tiene más de 25 renglones por foja.

Iniciamos este comentario con una cita del gran economista austríaco F. Von Hayek. Lo terminamos con otra del mismo autor:

Un intercambio y uso eficiente de los recursos sólo se consigue a través del mecanismo de precios. Así pues, una economía planificada, producirá aquello que aleatoriamente decida la junta central, sin que tenga que coincidir necesariamente con la demanda de la población ni con criterios de eficiencia, ya que es imposible tener en cuenta todas las preferencias de la sociedad.

HÉCTOR BLAS TRILLO

Buenos Aires, 12 de febrero de 2010

www.hectortrillo.com.ar

Precios e Inflacion en Argentina

Es triste ver cómo nuestros gobiernos no aprenden de la experiencia pasada. La Presidente de la Nación y varios de sus principales Ministros salieron a justificar la “sensación térmica” de inflación en la suba del precio de la carne. Por supuesto, la culpa es de los ganaderos que quieren ganar más y, bueno, eso significa que el pueblo tiene que pagar más caro hacer un asado.


Quiero pensar bien y creer que la Mandataria y sus subordinados no van muy seguido al supermercado y que realmente confían en las estadísticas de precios del INDEC. Cualquiera que haya ido de compras en los últimos tiempos sabe que la suba de los bienes y servicios ha sido generalizada y se ha estado acelerando; lo que tiene que ver con una emisión monetaria cada vez más expansiva.

Por otro lado, la carne y la leche han sido dos sectores sumamente castigados por las malas políticas oficiales; lo que ha llevado a los productores a disminuir la producción y, ésto, redunda en una suba de precios en el tiempo. En el caso de los ganaderos, hacer un kilo de carne les lleva tres años y, qué casualidad, en 2006 empezó una estrategia oficial de restricción de exportaciones y de congelamientos de precios que desincentivó esta histórica labor del campo y llevó que mudhos se pasasen, parcial o totalmente, a la agricultura. La disminución de los stocks ganaderos y la suba de la demanda incentivada por un precio artificialmente bajo, llevó a periódicos saltos que fueron respondidos por mayores políticas distorsivas del gobieno.

Es cierto, parte de la suba actual tiene motivos estacionales y, esa porción, tenderá a corregirse en unos meses. Sin embargo, desde mediados de 2008, superada la necesidad electoral de mantener bajo el aumento de precios, el ritmo de emisión de pesos se aceleró. Lamenbablemente, esta tendencia se irá exacerbando y, con ella, la inflación.


Por eso, nos parece interesante refrescar dos artículos, uno de marzo y otro de noviembre de 2006, en los que no fue necesario ser Mandrake para predecir lo que nos está pasando, hoy, pasado ya algo más de tres años.

LA INFLACIÓN NO ES PECADO CARNAL

Por el Lic. Aldo Abram, director del Centro de Investigaciones de Instituciones y Mercados de Argentina (CIIMA-ESEADE)


Publicado el 31 de marzo de 2006, en Ámbito Financiero, pág. 14

El gobierno decidió prohibir la exportación de carne y, cómo la baja de los precios no fue lo profunda y rápida que esperaban, el Presidente llamó a la población a no consumir este producto. La pregunta es, ¿sirven para algo estas medidas?

En principio, el precio de la carne va a bajar en el corto plazo; ya que quedará afuera gran parte de la demanda para exportación. En definitiva, la medida demostró ser equivalente a un aumento de la retención a la venta externa de unos 15 puntos porcentuales. Sin embargo, lo más seguro es que vuelva a subir dentro de unas semanas siguiendo el ritmo de la inflación, que no depende del mercado de la carne.

Algunos tienden a pensar que prohibiendo la suba de un producto o conjunto de ellos se logra detener la inflación. Sin embargo, la historia argentina y mundial da muestras de incontables fracasos en ese sentido. ¿Frenar el precio de la carne disminuye la inflación, más allá del muy corto plazo?

Para responder esta pregunta pongamos otro ejemplo de congelamiento que está viviendo, desde 2002, la Argentina. Para algunos economistas, la inflación no fue mayor desde la devaluación debido al férreo control de los precios de muchos servicios públicos. Esto no es cierto. Dado que todos tenemos un ingreso finito para gastar, en la medida que las tarifas no aumentaron eso me permitió gastar más en otros bienes y servicios. Por ende, estos últimos pudieron subir más que lo que hubiera sucedido si mi erogación en los primeros hubiera sido más alta. De la misma forma, un aumento de tarifas no traerá mayor inflación, sino que obligará a reacomodar mis gastos, disminuyendo la posibilidad de subir sus precios en aquellos sectores dónde deba bajarlos.

Los acuerdos de precio tampoco solucionan el problema de la inflación, sólo postergan por un tiempo unas décimas de puntos porcentuales de suba. Sin embargo, el congelamiento o baja de algunos precios permiten aumentar el consumo e impulsan un aumento mayor de los valores de otros que no están controlados (ej. carne).

El problema de la inflación no está en el mercado de la carne; ya que ésta es la suba generalizada de precios. Entonces, ¿todos los mercados de bienes y servicios están fallando? No parece una afirmación muy seria. Si todos tienen el mismo problema, deberíamos preguntarnos si no hay algo que todos tengan en común que sea el verdadero problema. Todos los bienes y servicios tienen en común la unidad de medida de su valor, el peso.

Desde los marxistas hasta los más ortodoxos, aceptan la existencia de la oferta y demanda en los mercados de todos los bienes y servicios. Sin embargo, parece que éstas no existen en el caso del mercado de las monedas nacionales y, por lo tanto, quedan indeterminados sus valores.

En realidad, existe una demanda de pesos (base monetaria) debido a que éste es un bien, ya que tiene utilidad. Para la gente, como unidad de cuenta para medir los precios de otros bienes y servicios, como medio de pago y como reserva de valor (ahorrar). Para los bancos para guardarlos en los cajones de las sucursales por si alguien va a buscar sus depósitos y para constituir los encajes que exige el Banco Central. Por otro lado, la autoridad monetaria es la única oferente de billetes y monedas, por lo que se comporta como un monopolista.

Como en cualquier mercado, si el productor de un bien produce más de lo que la gente quiere, su precio baja. En la Argentina, hasta mediados de 2004, el Banco Central pudo emitir muchísimos pesos para comprar dólares debido a que la gente estaba recuperando sus licuadas tenencias de moneda por la devaluación. A partir de dicha fecha, la demanda de pesos llegó a los niveles deseados y empezó a aumentar mucho más lentamente. Por su lado, el BCRA pretendió seguir comprando muchas divisas para sostener el tipo de cambio y comenzó a emitir más de lo que se le pedía; lo cual empezó a hacer bajar el valor del peso. El problema es que éste es la unidad de medida de los precios de todos los restantes bienes y servicios. Por lo tanto, si yo achico un “metro” todo lo que mida contra él aumentará. Eso es inflación y hemos encontrado la razón común a todos los mercados por la que hay una suba generalizada de precios.

Por lo menos hasta finales de año, el Banco Central anunció que continuará con la fuerte emisión de pesos para recomponer las reservas que se utilizaron para pagarle al FMI. Por ende, las presiones inflacionarias continuarán. A esto se le suma que la carne está recomponiendo sus precios respecto al período previo a la devaluación. Además, durante el período 2002-2004 en que la soja tuvo precios elevados, la ganadería fue desplazada a sectores marginales y, dado que lleva alrededor de tres años llegar a un animal que se pueda faenar, eso limita la oferta actual de carne. Todo esto hace esperable que su precio, luego de bajar por la prohibición de exportar, en algunas semanas vuelva a empezar a subir. Entonces ¿qué hará el gobierno? ¿Postergará eternamente la prohibición? ¿Pondrá precios máximos en las carnicerías? ¿Mandará a confiscar el ganado en los campos para garantizar la provisión barata de carne?

Todas estas medidas lo único que logran es que los productores opten por otras alternativas de inversión para sus campos, lo que implicará que, dentro de tres años cuando los terneros que deberían empezar a criarse hoy tengan que llegar al mercado, la escasez de carne será mucho mayor a la de hoy. Entonces sí, el asado de los domingos será considerado un pecado carnal.

CARNE PARA HOY, HAMBRE PARA MAÑANA

Publicado el 30 de noviembre de 2006 en el diario Ámbito Financiero, pág 14

Por el Lic. Aldo Abram, director del Centro de Investigaciones de Instituciones y Mercados de Argentina (CIIMA-ESEADE)

Hacia finales del año pasado, el gobierno amenazó al sector productor de carne con aumentarle de 5% a 15% las retenciones a las exportaciones de dicho bien. En ese momento, ante la pregunta sobre que sucedería con esta medida, contestábamos que la carne efectivamente bajaría debido a la mayor oferta interna que generaría el desincentivo a vender afuera. Sin embargo, luego de bajar un escalón, volvería a subir acompañando todo el resto de los bienes y servicios, por la escalera o el ascensor, según lo determinara la política monetaria del Banco Central. Entonces, elucubrábamos, ¿qué haría el gobierno? ¿Prohibiría exportar carne? De hecho, lo viene haciendo hace ya tiempo con el gas para asegurar una provisión interna barata y suficiente.

Antes que nos comparen con Harry Potter o Mandrake, debo aclarar que la “predicción” fue sólo el resultado de llevar al absurdo el conflicto creciente con el sector privado que implica la estrategia antinflacionaria del gobierno. Sin embargo, el “absurdo” se volvió realidad.

Más allá de la inconstitucionalidad de prohibir una actividad lícita como la exportación de carne, habría que ver si la medida realmente resuelve el problema. En ese sentido, la defensa que están haciendo algunos economistas y representantes del sector no ayuda. Todos parecen aceptar el diagnóstico desacertado del gobierno de que el problema de la inflación está en el mercado de la carne. Entonces, puede gustarnos o no, puede ser inconstitucional, puede no ser lo mejor, pero la prohibición es un remedio posible.

Lo grave es que no es la solución a la suba de precios porque el diagnóstico es equivocado. El precio de la carne va a bajar durante las próximas semanas. Sin embargo, en la medida que el Banco Central siga emitiendo, para comprar dólares, más pesos que lo que la gente quiere, habrá inflación. Si uno produce de un bien más de lo que se demanda, baja su precio, el problema es que la moneda nacional es la unidad de medida con la que se valúan todos los bienes y servicios de la economía. Por ende, si se achica el metro, todo sube medido contra él. Por eso, los economistas dicen que la inflación es el aumento generalizado de precios. Sin embargo, si bien no es el aumento del valor de un bien (en este caso la carne), es en realidad la baja del precio de otro con el que se mide, es decir el peso.

Por lo tanto, cuando la política monetaria del gobierno incentive nuevos aumentos de precio y, en no más de un par de meses cuando la carne empiece a acompañar el ascenso de los valores del resto de los bienes y servicios, ¿qué hará el Poder Ejecutivo? En principio, habrá que olvidarse de exportar carne (más allá de las pocas operaciones exceptuadas); ya que de eliminarse la restricción el precio de la carne subirá 20% o más. De todas formas y más allá de la inflación de fondo, el precio relativo de la carne seguirá recuperándose depende mayormente de la demanda interna. Esto no es casualidad, ya que los consumidores están lejos de haber recuperado el poder de consumo que tuvieron en el pasado.

Intentar acordar precios con el sector no funciona. En el caso de los lácteos, el gobierno juntó a las dos empresas industriales que compran la mayor parte de la leche del país y acordó bajarle el precio a los tamberos para que pudieran vender más barato en los comercios. Es decir, se alió con los industriales para subsidiar a la gente que compra lácteos a costa de los tamberos. En el sector de las carnes hay cientos de frigoríficos, por lo que es imposible conseguir una masa crítica de industriales que permita obligar a miles de productores ganaderos a transferir parte de sus ingresos a los consumidores.

Por otro lado, los acuerdos de precio solamente logran postergar décimas de punto porcentual de cada mes hacia más adelante; pero no resuelven el problema de fondo. Según la Ministra Felisa Miceli, los acuerdos son un “puente de plata” que nos permitirá llegar al momento que las inversiones aumenten la oferta y frenen la suba de precios. Supongo que las retenciones y las restricciones a las exportaciones también son “puentes”, pero ¿a dónde nos llevan?

Supongamos que un inversor decide producir en la Argentina y opta por la carne, de emblemático prestigio mundial, comprando una vaca. La vaca tiene un ternero y cuándo llega al peso ideal para mandarlo a Liniers, el gobierno decide que debe engordarlo más y que no podrá venderlo al peso que más le convenía (hoy no se puede faenar con menos de 280 kilos). A pérdida, lo termina de engordar y al enviarlo a Liniers se entera que prohibieron las exportaciones de carne, lo cual derrumba el precio y malvende el novillo. Por otro lado, cuando vende la leche que produce la vaca, se encuentra con que la industria láctea acuerda con el gobierno pagársela menos de lo que realmente vale, para que llegue a menor valor al consumidor. En definitiva, el señor mata la vaca, invita a sus amigos a un gran asado con cuero y se dedica a otra cosa, seguramente en algún otro país. Por último, dentro de 3 años, cuando los terneros que deberían empezar a engordarse deban ser enviados a faena, seguramente la escasez de carne será mayor a la de hoy, afectando su precio futuro.

Esto no solamente ocurre con la actividad ganadera, también con otros productos de primera necesidad: con el gas, la electricidad, los combustibles, el agua, etc. en los que se subsidia alegremente a los consumidores a costa de los productores y, como consecuencia, no se invierte lo suficiente para garantizar la suficiente oferta futura.

Conclusión: Esperemos que la gente se de cuenta que la política intervencionista del gobierno es “Carne para hoy, hambre para mañana”.

Banco Central

ACTUALIDAD ECONÓMICA: EL BANCO CENTRAL ES OTRA JOYA DE LA ABUELA


A estas alturas entendemos que no caben dudas acerca del fin último del decreto 2010/09 por el cual se dispuso de urgencia la creación del llamado Fondo del Bicentenario apenas tres días después de haberse cancelado el Período Ordinario de Sesiones del Congreso correspondiente al año pasado.


En un trabajo anterior decíamos, con otras palabras, que la política argentina nunca ha reparado mientes en aprovechar el dinero acumulado en donde fuere, en tanto el gobierno pudiera echarle mano. Volvemos a insistir en esto.

Durante muchos años políticos civiles y militares hicieron cualquier cosa con la política económica en general, y monetaria y financiera en particular. Así, desde el 1º de enero hasta la fecha, el peso moneda nacional vigente al 31/12/69 perdió la friolera de 13 ceros.

Hemos escuchado múltiples explicaciones acerca del fenómeno inflacionario en el país. Hoy día ciertos economistas, algunos diputados oficialistas (uno de ellos banquero, Carlos Heller), y no pocos gobernadores adherentes al criterio de utilizar reservas del Banco Central para supuestamente garantizar el pago de la deuda externa, repiten a quien quiera oírlos que lo mejor que puede hacerse para el país es gastarse parte de esas reservas y no tener que pagar tasas de interés exorbitantes para conseguir financiación. Las propuestas de modificación de la Carta Orgánica con el argumento de que la actual es también neoliberal es otra chantada más. La Carta Orgánica fue reformada en 1992 para adaptarla entre otras cosas a la llamada convertibilidad, no a la libertad de cambios. Se le quitaron funciones al Central para obligarlo a mantener el tipo de cambio, no la libertad económica.


También desde estos mismos sectores se ha dicho y reiterado hasta el cansancio que la inflación en la Argentina, ese verdadero cáncer que hoy sumerge en la pobreza al 40% de la población, obedece a múltiples causas sin tomarse en serio que las cosas no pueden haber aumentado 10.000.000.000.000 veces de no haberse multiplicado torpe e irresponsablemente la cantidad de moneda circulante. Es inconcebible que estos sectores tengan todavía cierta prédica y hasta adopten una postura diríase que profesional para explicar la estafa más grande la historia de la república que viene sucediéndose, con algunos intervalos, a lo largo de más de 60 años.

La emisión de moneda para comprar dólares caros, como lo ha hecho el actual gobierno con el objeto de mantener un tipo de cambio competitivo es en realidad una inmensa inyección de moneda espuria a los efectos de pagar la diferencia entre el valor de mercado y el valor competitivo, triste entelequia para asegurarse los recursos a repartir para comprar voluntades.

Las demás causas de la inflación, las que fueren, mueren en sí mismas si no existiera moneda de curso forzoso, ésta es la cruda realidad.

Precisamente lo ocurrido en estos últimos años, durante la permanencia de Martín Redrado al frente del Banco Central, fue que la entidad se dedicó a comprar divisas sosteniendo su precio, pese a que hubiera podido adquirirlas más baratas. Esta política no se condice con la pauta establecida en la carta orgánica del Banco Central de preservación del valor de la moneda.

El irracional conflicto generado con el ahora ex presidente de ese banco ha tenido otras motivaciones que también hemos descripto en este espacio. La manera en que se hicieron las cosas por parte de la presidenta de la república ha sido violatoria de normas constitucionales y dio lugar a que las recomendaciones jurídicas al Licenciado Redrado, solicitadas por éste al sector legales de la entidad, fueran negativas. El tema de fondo es que el presidente del Central puede ser sometido a procesos penales, corriendo un riesgo personal si no hace las cosas bien, para decirlo cortito.

Digamos que las cosas habían pasado de castaño a oscuro. Una cosa era comprar dólares caros con emisión al tiempo que luego se emitía deuda mediante LEBACS y NOBACS para intentar contener la expansión monetaria (cosa que no evita que tal expansión pase al Estado vía supuesto superávit fiscal provisto por las retenciones a las exportaciones), y otra muy distinta es un D.N.U. dictado de apuro y con evidente intencionalidad a horas de cerrado el Congreso para derivar nada menos que 6.500 millones de dólares, con el riesgo cierto de exponer los movimientos de divisas del banco a los embargos de los acreedores que no aceptaron el canje de deuda de 2005.

Mucha gente de recursos medios o bajos fue históricamente desposeída de sus bienes y su salario por las políticas inflacionarias de todos los gobiernos irresponsables que utilizaron ese mecanismo para financiar desde sus cuentas bancarias hasta sus proyectos más descabellados. Esta es la verdad.

Acá hay que sacarse la careta de una buena vez. El país ha estado gobernado la mayor parte de estos 60 años de los que hablamos por gobiernos de origen popular y supuestamente preocupados por mejorar los estándares de vida de la gente.

Las políticas proteccionistas, dirigistas e intervencionistas se han multiplicado por doquier. Y no es cierto que durante los años de la convertibilidad en la Argentina hubiera existido neo liberalismo. Y no lo es porque justamente el sostenimiento de un tipo de cambio fijo es la fijación del precio de toda la economía; es decir, la antítesis del concepto liberal de que el precio de las cosas debe fijarlo el mercado.

El gobierno del matrimonio Kirchner ha venido sosteniendo en estos años la necesidad de acumular reservas en el Central y se ha jactado de sus logros en la materia. Lo hizo incluso cuando desvió casi 10.000 millones de dólares para pagar al F.M.I. sin quita alguna, mientras jubilados, trabajadores y público en general sufría enormes pérdidas por la pesificación asimétrica y otras menudencias. Y los acreedores comunes, por así decirlo, quitas de hasta el 75% de su capital invertido. En esa oportunidad se hizo caso omiso a cualquier advertencia respecto de que las divisas utilizadas para el pago eran la consecuencia de la emisión de pesos (pasivo no remunerado) y luego de letras del Banco Central (pasivo remunerado) y no dinero propio.

Esta arrogante e inconsulta medida (en opinión de profesionales serios, y no entre advenedizos y oportunistas) hizo que el país llegara luego a tener que pedir prestados fondos mediante letras y títulos a tasas insólitas en dólares. Pero eso sí, el F.M.I. no iba a meterse a decirnos qué debíamos hacer.

El precio de tal disposición no ha sido medido debidamente, que sepamos. Tasas altísimas durante años, pérdida del valor de la moneda, pérdida de confianza de los mercados internacionales (no son muchos los que seriamente se arriesgan a invertir en un país que se niega a ser auditado debiendo el dinero que debe y habiendo dejado de pagar el 75% de su deuda), expectativa de otros acreedores por obtener la misma suerte (especialmente el Club de París), etc. Y finalmente falta de financiación.

El gobierno nacional se propuso disponer de cuantos recursos pudiera y de donde fuera. Aparte del vitoreado default , por supuesto. Se aumentaron retenciones a las exportaciones y se cayó en el conflicto con los ruralistas. Se aplicaron nuevos impuestos y subas de alícuotas de retenciones y percepciones. Se dispuso la apropiación de los fondos de las A.F.J.P. apenas unos meses después de haberse modificado el sistema con la esperanza (frustrada) de que con la propaganda contraria al sistema mixto (el de AFJP) la gente se pasaría masivamente al sistema de reparto. El llamado blanqueo de capitales y las moratorias dictadas con el objeto de lograr más y más recursos de donde fuere. El uso de fondos de fideicomisos, el endeudamiento con el Banco de la Nación, con el PAMI, con los bancos y con cuanto recoveco pudiera tener dinero guardado, le siguieron a estas verdaderas rapiñas. Todo con un solo objetivo: poder mantener el gasto público en niveles astronómicos.

Hoy mismo se buscar reabrir el canje de deuda mediante un mecanismo que obliga a los acreedores a aportar una cantidad de dinero para luego poder cobrar en el futuro sus acreencias con la quita a la que se arribe. También se obtienen recursos de los aportantes obligatorios del sistema jubilatorio que antes iban a las AFJP y ahora no lo hacen más.

Nosotros planteamos en algún momento que tal vez el gobierno buscara apropiarse de las A.R.T. y hasta creímos que no se intentaría nuevamente atacar las reservas del Banco Central. Ello precisamente porque tomábamos en cuenta la política oficial de acumulación de tales reservas. No ha sido así. El gobierno ha modificado radicalmente su política. Y su supuesto o real interés en acumular reservas ha devenido en este nuevo escenario no vigente hasta ahora: usar las reservas para lo que sea porque es mejor eso, ya que están paradas, que tener que endeudarse a tasas del 15%. Esto no es lo que vino haciendo en estos 6 años de gobierno matrimonial.

Esta gente no ha entendido (o no quiere decir que entiende) que el uso del dinero fuerte que respalda el circulante deja sin protección a éste y por lo tanto el estallido inflacionario no puede sino devenir en poco tiempo.

El supuesto uso de reservas excedentes es un sofisma. El dinero circulante no es todo el dinero, por así decirlo. ¿Qué ocurriría si se produjera una corrida bancaria de proporciones y la gente intentara retirar sus depósitos para comprar dólares? Esos depósitos no están sumados en el circulante. Y esto ya ha pasado en el país muchas veces.

El Banco Central tiene alrededor de 8.000 millones de dólares en concepto de reservas que son los encajes obligatorios de los depósitos de los clientes de los bancos. Tiene deudas y ventas a futuro. En fin, su activo es su pasivo, no está allí porque sí.

El uso de esas reservas para gasto corriente no es ni siquiera el cambio de un activo por otro. La animalada es evidente.

Pero hay más. Obsérvese que el concepto de reservas disponibles o excedentes encierra una peligrosa trampa: cuanto más sube el precio del dólar, más reservas excedentes quedan. A su vez la devaluación genera ganancias al Banco Central. Ganancias que por supuesto no son tales, pero que el gobierno ha venido utilizando.

Ahora, la señora Marcó del Pont ha asumido la presidencia del Banco. Lo ha hecho sin acuerdo del Congreso pero es en todo caso ya un tema menor en medio de tanto conventillo. Lo cierto es que esta señora ha creído desde siempre que el Estado está para prestar dinero barato, castigar a los ricos, repartir entre los necesitados y conceptos similares. Más allá de la propia situación económica que cada uno de estos funcionarios (como la citada señora) tienen, lo cierto es que en principio lo que intentan hacer es repartir el dinero de los otros, y no el suyo.

El señor Carlos Heller, diputado oficialista, regentea como se sabe el Banco Credicoop, que no es para decir qué barato que resulta para la gente. Y ni hablar de los planes de ayuda oficial a Pymes, campo, inquilinos, automovilistas por primera vez, compradores de heladeras, etc. Todos ellos han caído en desuso, por así decirlo, y no es una novedad que tales planes terminan sirviendo para los amigos y nada más.

Por eso hay un Banco Nación o un Banco Provincia. El que no quiere verlo es porque tiene razones para no querer. No porque no lo vea. Esto lleva décadas.

Y el Banco de Desarrollo, sobre el que Heller insiste, tiene un antecedente pernicioso y corrupto en la Argentina. Corrupción que no se resuelve con decir que esta vez sí las cosas van a ser sanas y limpias. ¿No lo sabe Carlos Heller? ¿No saben Marcó del Pont, la señora Vaca Narvaja, el matrimonio Kirchner, Aníbal Fernández, Felisa Miceli, Guillermo Moreno y tantos, tantísimos otros, qué ocurre con los dineros depositados por la gente en bancos oficiales?

¿O es que realmente creen que cuando se produjo la debacle de 2001/2002 los banqueros eran todos privados? Más de la mitad de los depósitos del sistema financiero están en poder de bancos estatales, y lo estaban también en 2001.

Todo el dinero del llamado superávit primario (producido justamente por la aplicación de retenciones a las exportaciones, posibles gracias al tipo de cambio alto sostenido con emisión de moneda) debió haberse destinado a comprar divisas para con ellas pagar la deuda. Al menos eso. Pero es lo que se hizo. Ese dinero se gastó en subsidios, en ayuda a los amigos y colaboradores, en planes otorgados alegremente a fuerzas de choque vistas por televisión en la propia Plaza de Mayo pegándole a la gente. El propio Néstor Kirchner ha dicho no hace mucho que nosotros tenemos la calle y siempre que habla de los dineros públicos utiliza frases del tipo nosotros le dimos tal o cual beneficio, como si fuera él el dueño. Lo mismo hacía la Jefa Espiritual de la Nación a comienzos de los años 50.

El problema es bastante más generalizado de lo que cualquiera pudiera suponer. Si Néstor Kirchner promete distribuir reservas entre los gobernadores, éstos buscarán apoyo para que el Fondo del Bicentenario o lo que venga después sean aprobados al menos por una de las dos cámaras del Congreso, que es lo único que necesitan los D. N.U. luego de la patética reforma constitucional de 1994 tramada entre radicales y peronistas.

En efecto, es más fácil aprobar un D.N.U. que una ley, señores. Éste es sistema democrático al que aluden los adláteres del Matrimonio.

Lo cierto es que el uso de las reservas permitirá al gobierno disponer de ingentes sumas de dinero del presupuesto, que de este modo sobrarán. Saldrá así a cubrir la catastrófica situación de varias provincias, que se agrava día a día, por lo demás. Y así las cosas, en poco tiempo el índice de pobreza superará largamente el 50%. Ésta es la cruda realidad a la que nos conduce esta gente.

Lamentablemente, y tal como están planteadas las cosas, no es mucho lo que podemos hacer los ciudadanos que creemos tener algún argumento para rebatir tanta desidia

Este no es un país liberal, ni neoliberal, ni siquiera es democrático en su esencia. Es un país con un alto componente fascista en el que hoy por hoy el 35% del PBI es gasto público, como en tiempos del primer Perón. Una cifra insostenible que intenta pagar el Estado mediante infinitas obligaciones y exacciones. Las corporaciones, las cámaras, los sindicatos de origen fascista y tantos otros grupos se ponen de pie para respaldar la ignominia sin querer entender que el retroceso de la Argentina en el concierto de naciones, ante el mundo, ante los países cercanos (Chile, Uruguay, Brasil) tiene como culpable a la llamada clase dirigente argentina.

Un gobierno autoritario, patotero, maniqueo. Rodeado de prepotentes y embusteros, insultadores profesionales, genuflexos repetidores de los mismos textos, con el mismo léxico y con las mismas palabras que ordenan sus jefes. Una y otra vez. Un punto de vista o el contrario. Da lo mismo.

Las reservas del Banco Central son la joya de la abuela que les queda. Y van por ella. Como dicen que siempre han dicho los Kirchner: van por todo.

En realidad, queridos lectores, van por nada. Porque sólo puede esperarlos el vacío. En su maniquea búsqueda de enemigos han encontrado a todos: el campo, los medios, la iglesia, el partido judicial, las privatizadas, los neoliberales, los economistas profesionales, Cobos, De Narváez, la derecha, Lilita Carrió, Clarín, Papel Prensa, las AFJP, los movileros, Mirtha Legrand, Susana Giménez, Marcelo Tinelli...todos son golpistas, conspiradores, traidores, antipatrias...Todos. TODOS.

Parece que hay una parte de la sociedad que ha empezado a comprender el alcance de ese discurso maniqueo, vacuo, inconsistente, cargado de mentiras y errores históricos y conceptuales.

Para el 2011 no falta tanto. Y está visto que por más que se recurra a la caja, la gente ha de decir que no.

Esperemos que así sea, para por lo menos intentar recuperar un poco de la sensatez perdida hace ya mucho tiempo.

ESTUDIO

HÉCTOR BLAS TRILLO

Buenos Aires, 5 de febrero de 2010

ECONOMÍA Y TRIBUTACIÓN

www.hectortrillo.com.ar

La Estabilidad de la Economía Argentina

ANDREA FABIANA MAC DONALD (*)


A poco de comenzar el 2010, advertimos nuevos choques y confrontaciones afectando sensiblemente a la economía argentina. Uno de los hechos de mayor contundencia es la crisis del Banco Central en el uso de las reservas que provocó efectos no esperados tanto en el orden jurídico como económico.

A partir de las resoluciones judiciales emitidas por la jueza María José Sarmiento puso en jaque al oficialismo y un nuevo revés ante el no cumplimiento de los procedimientos establecidos en la propia Constitución Nacional y en la carta orgánica del Banco Central.


Una de las discusiones generadas en el marco de la crisis ha sido la validez de los decretos de necesidad y urgencia (DNU) dictados por el gobierno en el mes de diciembre de 2009. Tal como lo señala GIL DOMINGUEZ “los decretos de necesidad y urgencia incorporados por la reforma constitucional de 1994 sólo pueden ser dictados ante situaciones excepcionales de necesidad y urgencia y en la medida en que fuera imposible seguir los trámites ordinarios previstos por la Constitución para la sanción de las leyes (siempre y cuando no se trate de normas que regulen materia penal, tributaria, electoral o del régimen de los partidos políticos). De lo contrario la norma dictada mediante esta vía es nula de nulidad absoluta e insanable”. (1)



Ello nos llevaría entonces a plantearnos si los decretos de necesidad y urgencia son válidos para el caso del pago de deuda pública con reservas excedentes del Banco Central, no lo serían ya que los mismos tendrían que ser tratados previamente por el propio Congreso; es así como la propia Constitución Nacional en su inciso 9 del artículo 99, otorga al Presidente de la Nación la facultad de convocar a sesiones extraordinarias cuando un grado de interés o progreso lo requiera. (2)

Si se cumpliera con dicha norma, entonces estaríamos cumpliendo lo que el legislador en la Carta Magna establece, asegurando de esta forma el sistema democrático, la estabilidad económica y salvaguardando las propias instituciones del país.

Frente a este escenario, advertimos que pasaría si se liberaran las reservas desde el punto de vista macroeconómico:

1-Por un lado la tasa de interés ya que la misma sufriría alzas e incrementos tal vez impensables afectando a los créditos en el largo plazo.

2-La inflación sería otro de los datos macroeconómicos que reflejaría el nivel general de precios y el consumo.

3-Las inversiones también sería un punto clave ya que las mismas serían afectadas ante la incertidumbre originada por la crisis del Banco Central no sólo por las reservas sino también por la posible estabilidad de Redrado, alejando a los inversores extranjeros en el corto plazo.

4-El gasto público es otro de los problemas aún sin solución alguna en la actualidad.

5-El tipo de cambio sería otro de los ejes claves de la economía y el comportamiento del dólar en los mercados financieros.

6-La estabilidad cambiaria, financiera y monetaria estaría expuesta a un funcionamiento asimétrico frente a la posibilidad de estar afectada por los fondos buitre.

7-La incertidumbre en los mercados financieros y las conductas asumidas por los agentes inversores y compradores de bonos.

Creemos que la estabilidad de la economía argentina estaría en jaque no sólo desde lo económico y lo jurídico, poniendo en pleno peligro a las instituciones y al sistema democrático que debemos defender y preservar como ciudadanos y como pueblo de la Nación Argentina.

1-GIL DOMINGUEZ, ANDRÉS: “Un fallo de la justicia que garantiza la deliberación democrática”. Nota de opinión- Diario Clarín – Pág. 7 – 11 de enero de 2010.

2-Opinión de la autora.

(*) Jefa de Trabajos Prácticos de la cátedra Análisis Económico y Financiero. Jefa de Trabajos Prácticos de la cátedra Elementos de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social de la Universidad de Buenos Aires – Facultad de Derecho. Master en Derecho y Economía (tesis en preparación). Universidad de Buenos Aires – Facultad de Derecho.

Un Fondo para la Inflación y Suba del Gasto

Por el Lic. Aldo Abram, director del Centro de Investigaciones de Instituciones y Mercados de Argentina (CIIMA). www.ciima.org.ar


El ministro de Economía lanzó un «Fondo del Bicentenario para el Desendeudamiento y la Estabilidad», que estará constituido con algo más de u$s 6.500 millones de las reservas de «libre disponibilidad» del Banco Central. Dejando de lado la dudosa constitucionalidad del DNU que le dio origen, consideramos que, por lo menos, sería razonable cambiarle el nombre a este Fondo. Para avalar esta propuesta, contamos con los siguientes argumentos:

Como dijo la Presidente, las reservas son de todos los argentinos. Están en el Banco Central para defender el valor del peso, en el que atesoramos y cobramos nuestros ingresos, y el de nuestros ahorros, que están en el sistema financiero. El error es pensar que esas divisas son del Gobierno y que puede utilizarlas para gastar, ya que implica debilitar al BCRA en su capacidad de garantizar que puede cumplir su cometido.

Reservas de libre disponibilidad. Este concepto fue inventado a principios de 2006 para poder utilizarlas para el pago de la deuda con el FMI y se define como las divisas del BCRA que sobran de las necesarias para avalar el total de la base monetaria al tipo de cambio vigente. Desde el punto de vista económico no tiene ningún sustento, ya que los activos en moneda extranjera del organismo deberían avalar el total de sus pasivos financieros y no sólo una parte. Esto lo advertimos cuando se creó esta cuenta y, también, señalamos que nombrarlas de «libre disponibilidad» era una invitación a que las usaran para cualquier cosa. De hecho, al principio, sólo servían para abonar vencimientos con organismos internacionales y, ahora, su uso se amplía a cualquier vencimiento en divisas.


Fondo para aumentar el Gasto Público: como el dinero es fungible, esta decisión confirma que no se recompondrá la solvencia fiscal. Durante 2010, los ingresos del Estado deberían aumentar por la recuperación de la demanda interna y externa, el incremento de la inflación y la suba de precios internacionales. Esto podría permitir al Gobierno aumentar su superávit primario y enfrentar una mayor proporción de sus pagos de deuda con recursos genuinos. Dado que no va a ser así y el objetivo es gastar todo lo que se pueda, el sobrante de recursos para abonar pasivos será pobre y es allí donde aparece el Fondo del Bicentenario.

Garantizarles a los tenedores de deuda pública argentina que se les pagará durante 2010: esto efectivamente reducirá algo la incertidumbre sobre las posibilidades de default, ya que separan estos recursos para abonarles. Sin embargo, sin tanta pomposidad, el uso de reservas para el pago de deuda pública es una realidad desde hace muchos años. Cabe aclarar que los principales beneficiarios de esta medida son los que poseen pasivos nominados en moneda extranjera ya que los que tienen títulos en pesos deberán lidiar con el resultado de una mayor inflación que no parece que el INDEC vaya a reconocer.

Fondo para la Reconstrucción del Poder Político: durante 2010, el Gobierno necesita seguir reconstruyendo su desgastado poder y, para ello, necesita aumentar la «caja» todo lo posible. Esto, luego de haber diluido la solvencia fiscal sosteniendo un excesivo crecimiento del gasto para ganar las últimas elecciones. De igual forma actuaron la mayoría de los gobernadores provinciales y hoy están asfixiados financieramente. Por lo tanto, necesitarán de la ayuda de la administración central y a cambio el «kirchnerismo» les demandará el apoyo de sus legisladores en el Congreso, donde la cantidad de «tropa propia» se ha reducido.


¿Quién y cómo pagará la cuenta?: pareciese que los recursos con los que se constituye el Fondo son gratuitos. No obstante, la forma en que el Banco Central libera las divisas que necesita para financiar al Gobierno es depreciando el peso y licuando sus pasivos en esta moneda en términos de sus reservas. Por lo tanto, entre todos los argentinos pagaremos el mayor gasto público a través del conocido «impuesto inflacionario». En particular, los sectores más pobres que son los más afectados por la pérdida de poder adquisitivo del peso. En el corto plazo, no necesariamente lo observaremos en una suba acelerada del tipo de cambio en el mercado local porque es esperable que el valor del dólar siga cayendo en el mundo, lo que tenderá a moderar las presiones al alza en la Argentina. En cambio, cuando la divisa estadounidense empiece a recuperarse a nivel internacional, su aumento en el mercado local tenderá a potenciarse.

Por lo tanto, recomendaría cambiar el nombre por «Fondo de Impuesto Inflacionario para el Aumento del Gasto y la Reconstrucción del Poder». El lector notará que saqué la mención al «Bicentenario» ya que este último debería ser motivo de reflexión y no usarse para bautizar el reflejo de la irresponsabilidad en el manejo de las cuentas públicas. De ser uno de los 10 países con mejor bienestar económico del mundo durante los festejos del «Centenario», la Argentina habrá pasado a militar más allá del puesto 70 para cuando en 2010 conmemoremos la Revolución de Mayo. Esto debería motivarnos a pensar cuánto debemos haber degradado nuestras instituciones y el respeto de los derechos que establece la Constitución y qué poco debemos haber asumido nuestra responsabilidad como ciudadanos para lograr tanta decadencia. ¿Seremos capaces de asumir el compromiso de madurar cívicamente para que, dentro de 100 años, verdaderamente haya motivos para grandes festejos?

Economía y Poder

La economía, atrapada detrás del poder



A partir de fines de marzo de 2009, se comenzó a consolidar la confianza en que el mundo había evitado la profundización de la crisis y que estaba pronta a terminar. Esto llevó a los inversores a abandonar lentamente sus posiciones conservadoras y a colocar su dinero en activos cada vez más riesgosos. Por ello, los mercados internacionales tendieron a mejorar y, en forma creciente, integraron al alza a los países emergentes. En la medida en que esos recursos incrementaron el financiamiento de las economías y la confianza se empezó a contagiar, la caída de la demanda encontró su piso y, con ella, la merma del nivel de actividad.

Esto tuvo su impacto positivo en la Argentina, pues se moderó el incremento de la salida neta de capitales durante el período preelectoral y, una vez superado, ayudó a disminuirla. Esa salida de recursos es la contracara de un mayor ahorro, es decir, menos consumo e inversión, que se transforman en dólares que van a parar "debajo del colchón", lo que disminuye el gasto interno y, por ende, el nivel de actividad. También juega a favor la mejora de los precios de las commodities y de la demanda externa, que consolidan las posibilidades de reactivación local.

Hay un factor interno que colaboró en la mejora de las perspectivas, y es el resultado de los comicios del 28 de junio. Si uno era consciente de que había que descartar los escenarios de cambios de rumbo del actual gobierno, surgían tres alternativas. Una era que se fortaleciera al kirchnerismo y abriera el camino a un mayor avance sobre el sector privado, los medios y la Justicia, para compensar el desgaste del poder de la actual gestión. Esto hubiera generado más conflictividad política y económica, y hubiera actuado como un lastre para la recuperación del nivel de actividad. La segunda posibilidad era que una dura derrota "K" terminara con una crisis institucional. A la corta, porque, al no poder profundizar el modelo, abandonaban el gobierno o, a la larga, por el desgaste y la conflictividad derivados de mantener el rumbo sin contar con el poder político suficiente. Todos sabemos el costo económico y social de un hecho como éste.


El 29 de junio, comenzó a generalizarse la opinión de que el resultado había sido el mejor posible. Un kirchnerismo que perdía las elecciones, pero que conservaba cierto poder para negociar condiciones mínimas de gobernabilidad en la transición que llevaría a una nueva presidencia. La contraparte de esta negociación era, no sólo la oposición, sino un peronismo (incluido el disidente) que buscaría limitar los excesos de la actual gestión para poder llegar a 2011 con el partido en condiciones de poner al próximo presidente. De esta forma, la incertidumbre política sería menor y las posibilidades de seguir al mundo en su recuperación, mayores. Así, no extraña que se potenciara el alza de los mercados de activos financieros locales.

Hoy quedan dudas de que estemos en este camino. Si bien inicialmente el diputado electo Néstor Kirchner admitió la derrota y la pérdida del liderazgo del peronismo al renunciar a su presidencia, ante la falta de un contenedor, ha vuelto a dominar la agenda política. No es que no entendió el mensaje de las urnas como acusan sus opositores. Sí lo entendió un 30% de los argentinos lo votó para que profundizara el modelo y está cumpliendo eficazmente con su mandato. Lo hace consiguiendo los apoyos que necesita en el Congreso para aprobar los proyectos de ley que consoliden ese rumbo y el poder necesario para gobernar. En realidad, los que no entendieron la demanda de sus electores fueron los políticos de la oposición y del peronismo disidente, a los que se les pedía que limitaran los excesos de actuales y que no sólo no lograron llevar agua para su molino, sino que permitieron que fluyeran fuera del redil algunos de sus supuestos aliados. También deberían analizar sus votos "anti-K" quienes lo depositaron por algunos sectores pseudoprogresistas que hoy juegan abiertamente con el Gobierno.

Nuevas herramientas


Así, el kirchnerismo consigue las herramientas para reconstruir el poder hegemónico perdido:

a) Logró la renovación de las facultades delegadas, lo que, sumado a los superpoderes light, le dará capacidad de manejo fiscal arbitrario.

b) El proyecto de presupuesto 2010 tiene variables subestimadas que muestran proyecciones de ingresos conservadoras. Si a eso se le suma que probablemente se envíen al Congreso propuestas de aumento de impuestos, el Poder Ejecutivo volverá a contar con una interesante masa de recursos excedentes a disposición para su uso discrecional mediante decretos de necesidad y urgencia. Es decir, recuperará la "caja" que escasea actualmente.

c) Consciente de que para recuperar la imagen necesitan una economía floreciente, el Gobierno decidió recuperar el crédito a través de un nuevo canje de deuda, un trato más normal con el FMI y la refinanciación con el Club de París.

d) Más allá de los cambios realizados en el proyecto de medios, el Gobierno mantiene instrumentos para debilitar y condicionar en su capacidad de crítica al periodismo independiente. Merece un artículo aparte el nuevo avasallamiento de los derechos, no sólo el de los que están relacionados con los medios, sino del resto de los argentinos que veremos acotada nuestra libertad de elección y de expresión.

e) La embestida de la AFIP contra un holding de medios, si bien fue admitida oficialmente como un error, dejó un preocupante mensaje al empresariado argentino.

f) Con provincias que, como la Nación, gastaron más de lo que podían antes de las elecciones, ¿conviene dejar en el presupuesto de 2010 la facultad delegada al Poder Ejecutivo de renegociar y hacerles quitas a las deudas que tienen con el gobierno nacional? Estos conforman más del 70% de los pasivos provinciales. ¿No se corre el riesgo de que lo usen como "zanahoria" para domesticar gobernadores? Quizá, si se juzga necesaria esta refinanciación, debería fijarse una regla general para aplicarse a todas las provincias por igual.

Si bien podríamos seguir sumando ladrillos a esta construcción "K", lo que llama más la atención es la incapacidad del resto de ponerle límites. Particularmente, de los peronistas que pretenden sustituir al kirchnerismo en el poder y que olvidaron que la gente los votó para que lideraran un cambio ahora y no cuando ellos consideraran conveniente. Los justicialistas necesitan estar a la sombra de un caudillo y, a pesar de que el árbol "K" se ve algo podado, la realidad es que parece ser el único disponible, por lo que no debería sorprender que hayan conseguido el apoyo de muchos aliados de dirigentes justicialistas de discurso opositor. Convendría recordarles que, con tiempo, los árboles pueden recuperar su fronda. Por otro lado, el resto de la oposición sigue jugando al donPirulero, en el que cada cual atiende su juego, mientras el Gobierno se fortalece y avanza en su modelo. Quizá los economistas e inversores deberíamos revisar el escenario político local sobre el que estamos proyectando el futuro de la economía argentina.

Autor: Aldo Abram - 28 de octubre de 2009

www.exante.com.ar

Salida de Capitales

El siguiente artículo fue enviado por el CIIMA a Econlink


escrito por Martín Krause

El economista del mes Kirchner, entre el dilema de devaluar o cambiar el modelo

Por Martín Krause, Director del Centro de Investigaciones de Instituciones y Mercados de Argentina (CIIMA-ESEADE).


1- ¿Usted asimila la forma en que toman sus decisiones los votantes con las de los consumidores?

Alberto O. Hirschman, economista de origen alemán, profesor en las universidades de Yale, Columbia y Harvard y actualmente en el Institute for Advanced Study, el mismo que recibió a Albert Einstein, John von Neumann o Kurt Gödel, describió la forma en que expresamos preferencias con dos simples palabras: «voz» y «salida».

La primera es usualmente estudiada por la ciencia política e incluye tanto las elecciones como las manifestaciones en las calles, las cartas de lectores o los artículos de opinión en los diarios. En cada uno de estos actos estamos expresando una opinión.



La segunda es estudiada por la ciencia económica y se refiere a la elección del consumidor, el que «sale» de un producto y «entra» en otro cada vez que realiza una compra. El consumidor «sale» de una gaseosa y compra (entra en) otra, sale de un banco y se pasa a otro, sale de una marca de jeans y entra en otra. En cada uno de estos actos también estamos expresando una opinión.

Hirschman no limitó su análisis a estas dos alternativas, también señaló que cada una de ellas está presente en el otro ámbito. Es decir, en el mercado también se expresa la «voz», por ejemplo, en la opinión que se forman los consumidores de los productos y servicios, lo que impacta en su reputación y, en definitiva, en el valor de su marca. Y en la política también se manifiesta la «salida» tal como cuando un ciudadano emigra: la foto de un balsero cubano muestra una clara opinión política respecto del sistema del que quiere salir y al que quiere ingresar, aunque el personaje no diga nada.

2- ¿Cómo funcionan «voz y salida» en la Argentina?

En el país tenemos una larga tradición en expresar nuestras preferencias ya sea de una forma u otra. Hemos tenido muchas elecciones, pero también hemos utilizado la «salida» abandonando el peso por el dólar o hemos expresado nuestro descontento respecto de los servicios que obtenemos del Estado evadiendo impuestos, o sobre la carta de las regulaciones yendo a la informalidad.

Distintos gobiernos han caído por uno de estos mecanismos o por el otro. Alfonsín primero perdió las elecciones legislativas, luego sufrió la huida del dinero que se empecinaba en imprimir sin control; De la Rúa vio colapsar su Gobierno ante el colapso de la «salida» bancaria; Menem fue abandonado por los votantes en su tercer intento, incluso antes de que llegaran a depositar una boleta en una urna.

En todos los casos el movimiento fue en el mismo sentido, tanto en los mercados como en la política. Suele presentarse a los mercados como algo impersonal, en donde solamente actúan los poderosos, manejando sus vaivenes a gusto. No es así, la política y los mercados reflejan las actuaciones de la misma gente, por lo que no es de extrañar que actúen al unísono.

Eso mismo sucedió estos últimos años. A partir de la crisis de 2001/2002 se abrió un debate para explicar sus causas. Dos interpretaciones pugnaron por ofrecer una respuesta, y una posible solución, a los argentinos. Una decía que fue el resultado del desequilibrio fiscal, el constante déficit, endeudamiento y, finalmente, colapso en el default. La otra, que todo era culpa del neoliberalismo, el Fondo Monetario, la especulación.

Está claro que el debate lo ganó esta última y el país se vio embarcado en un tipo de solución que fue llamado «modelo productivo». Se alcanzó el superávit fiscal gracias al default de la deuda y la profunda devaluación, lo que reactivó la economía, impulsada ahora por el viento de cola de los precios de los commodities y las bajas tasas de interés. Pero el modelo comenzó a mostrar sus contradicciones, lo que sumado a la prepotencia de un poder sin controles ni límites terminó cansando a los argentinos, y fue el detonante el conflicto con el agro por las retenciones.

Éstos reaccionaron, como otras veces, en los dos campos. En primer lugar a través de la inversión. Si bien ésta había aumentado por medio de la reinversión de las generosas ganancias que ahora brindaba el modelo, protegiendo a los productores locales de la competencia externa, la inversión extranjera dejaba de llegar (y ésta tiene un componente de recursos argentinos en el exterior).

3- ¿Se puede estimar el flujo de inversión extranjera directa que perdió de recibir la Argentina en este tiempo?

Resulta muy difícil poder determinar con certeza el monto que se podría haber recibido si estos problemas no hubieran existido o si se hubieran solucionado. Un ejercicio hipotético que podemos realizar, a modo ilustrativo, es cuál sería el monto de inversiones que la Argentina estaría recibiendo ahora si hubiera mantenido su posición tradicional en la región.

Está claro que el flujo de inversiones que los países reciben no depende exclusivamente de ellos, sino también del grado de liquidez existente en los mercados globales de capitales, pero ésta afecta a la región en su conjunto, por lo que manteniendo la posición relativa podemos tener una idea al respecto.

La Argentina es el país que más ha reducido el monto de recepción de IED en América Latina, y si hubiera mantenido la relación porcentual que tuvo con Brasil (36%) y México (44%) durante el período 1970-2005 en el período 2001-2005, hubiera recibido u$s 8.477 millones anuales de IED, en lugar de u$s 2.981 millones, es decir, ha perdido casi u$s 5.500 millones de cada año.

4- Pero, desde 2008 la Argentina tuvo salida de capitales y el Gobierno, pérdida de votos.

Ésa fue la segunda señal; ya no el «no ingreso» de capitales, sino directamente su salida. Si tomamos en cuenta los movimientos de la cuenta «Sector privado no financiero» del Balance de Pagos vemos que muestra cifras positivas en todos los trimestres de 2005 por un total positivo de u$s 4.311 millones. Ya en 2006 la cifra es menor, u$s 1.573 millones, pero con un cuarto trimestre negativo por u$s 948 millones. En 2007 también es positivo en u$s 1.572 millones, pero con los dos últimos trimestres negativos. En 2008 es abrumadoramente negativo, el saldo de la cuenta es de -u$s 11.732 millones y negativo en los cuatro trimestres.

Podría darse la situación en que hubiera una salida de capitales y un triunfo electoral de un Gobierno, es decir, una de las variables con signo negativo y la otra positivo, típico caso de las políticas populistas que aprovechan a expropiar capital para generar apoyo político, pero en el caso de la Argentina las dos han tenido un comportamiento similar. Durante los primeros años de la administración Kirchner (y acá incluiremos tanto a Néstor como a Cristina Fernández) hubo un flujo de salida de capitales que provenía de los traumatismos previos. En 2005 el flujo de capitales es positivo y el Frente para la Victoria obtiene un buen resultado electoral, superando los 5 millones de votos para Diputados. El flujo de capitales sigue siendo positivo en 2006 y 2007 y el FpV no solamente logra la elección de Cristina Fernández sino que se acerca a los 6 millones de votos para Diputados.

Las dos variables, sin embargo, se tornan negativas a partir de allí. El año 2008 muestra un resultado negativo abultado, igual que el primer cuatrimestre de 2009, y el pasado 28 de junio los votantes muestran la misma tendencia negativa en un aplastante resultado electoral, cayendo el Frente para la Victoria o aliados kirchneristas (es difícil comparar ahora porque algunos se han presentado como PJ y otros como FPV), a un total de 5.081.671 votos.

Balance de Pagos

Sector privado no financero (en millones de dólares)

5- Se puede decir que tanto los mercados como los votantes quieren un cambio de la política del Gobierno, ¿o de Gobierno?

Existe una diferencia respecto del impacto que tiene una decisión vía la política y otra vía los mercados, al menos en el caso argentino. Que el Gobierno haya perdido la elección y la mayoría parlamentaria podía resultar desestabilizador en otros momentos e incluso poner en duda la continuidad de un gobernante, pero no parece ser el caso actualmente porque, la verdad, después de 2001 nadie lo quiere.

Pero la hemorragia de capitales es distinta. No se pueden seguir fugando capitales en la magnitud en que lo han hecho el año anterior y el presente. A la larga, las reservas se agotan.

Esto enfrentará al Gobierno al siguiente dilema: o devalúa, reduciendo los ingresos reales de todos los argentinos, o reduce e incluso revierte la fuga de capitales vía un cambio de las expectativas. Esta última salida no tiene costo en términos estrictamente económicos, pero el Gobierno tendría que arriar todas las banderas que ha enarbolado en estos años y mostrar algo que no ha sido capaz en estos cinco años: una mejora de la calidad institucional (la Argentina ha caído del puesto 93 al 114 desde 2007 a 2009 en el índice que elabora CIIMA/ESEADE), limitaciones al poder, respeto a la propiedad y los contratos, cumplimiento de los compromisos de deuda y otras señales potentes que muestren un rumbo diferente.

Resulta evidente que si el Gobierno no cambia, los argentinos, vía mercados y vía elecciones, cambiarán de Gobierno en 2011.

Julio de 2009

Economía Argentina

Autor: Lic. Aldo M. Abram



Recientemente, el empresario automotriz Cristiano Rattazzi lanzó una frase queirritó a algunos de sus colegas industriales: “Vivir con lo nuestro lleva a máspobreza”. Incluso, alguno argumentó que si uno no vive con lo propio es porquevive de lo ajeno. Una simplificación sin sentido que desconoce el significado de lamitológica frase que se instaló en la Argentina desde hace ya mucho tiempo. Con“Vivir con lo nuestro” se pretende llegar a una economía autosuficiente en términosde ahorro e inversión. En una palabra, la Argentina pasaría a ser como RobinsonCrusoe en su isla y todos sabemos que dicho naufrago no vivía precisamente bien.Esta teoría se basa en que es malo endeudarse con el mundo; por lo tanto, esmejor ahorrar mucho internamente para hacer las inversiones necesarias paradesarrollarse. Pues bien, para ahorrar más, debe consumirse menos. Por lo tanto, siel nivel de bienestar económico está definido por la cantidad de bienes y servicios alos que tienen acceso sus ciudadanos, éste deberá ser menor. Además, como estarestricción de gasto afecta al conjunto de la sociedad, será mayor la pobreza. Conesto basta para demostrar que tiene razón el Dr. Rattazzi; pero continuaremosargumentando a su favor para que no queden dudas.

Es por lo expuesto anteriormente que los países que verdaderamente se handesarrollado, para hacerlo minimizando el costo en nivel de vida de la población,han tendido a aprovechar los flujos de inversiones y el financiamiento extranjero.De lo producido con el capital externo, siempre, la mayor parte se distribuirá en elpaís receptor, como salarios y pagos a proveedores, brindando empleo y mejornivel de vida. Una porción menor, fluirá al exterior como beneficios y repatriacióndel principal, para compensar el riesgo empresario asumido. En tanto, si alguientomó prestado a un extranjero, debe haber considerado sus posibilidades de repagocon los ingresos que puede generar en el país y seguramente realizó un gasto que,de otra forma, o no se hubiera podido hacer o hubiera tenido que sustituir a otro;disminuyendo el bienestar del conjunto de los habitantes de dicha nación.

El mito de que el financiamiento externo es malo se basa en que, en la Argentina,quién tomaba esas deudas impagables fue el gobierno, para despilfarrársela desdeel Estado o desde las empresas públicas. Por supuesto, ese gasto improductivo nogeneró capacidad de repago y el pasivo terminó enfrentándolo un exprimido sectorprivado, que se volvió ineficiente y poco competitivo gracias a este aumento delcosto tributario que se le impuso. También, ha sucedido que las políticas públicashan incentivado artificialmente la acumulación de deuda externa por parte deempresas y ciudadanos para, de esa forma, hacer crecer la economía más allá de losustentable. Por lo tanto, a la larga, cuando esos modelos económicosinconsistentes se caían, se volvían impagables los pasivos en moneda extranjerasasumidos.



Un claro ejemplo de que “Vivir con lo nuestro” no es una virtud, sino un defecto, loda la actual crisis. Si durante los años de bonanza la Argentina se hubiera dedicadoa construir credibilidad (es decir crédito), hoy tendríamos financiamiento externopara sostener nuestra demanda interna y minimizar los costos del ajuste; comohacen otros países emergentes que siguieron este camino. Sin embargo, en losúltimos ocho años, nos dedicamos a destruir la reputación del país como deudor y,por ende, hoy no contamos con los instrumentos necesarios para disminuir elimpacto de la incertidumbre internacional. Por lo tanto, el resultado será menoractividad y mayor nivel de desempleo y pobreza.

También, el “Vivir con lo nuestro” apunta a un mayor proteccionismo que permitaproducir todo en la Argentina. Hace ya mucho que la Ciencia Económica hademostrado que eso es imposible, incluso para las más grandes economías delmundo que tienen muchos recursos y podrían aplicarlos a fabricar más tipos debienes y servicios a grandes escalas. Cuanto más pequeña una nación, menor lacantidad de rubros en los que se puede lograr los niveles de producción necesariospara ser eficiente.

Una economía es el resultado de las decisiones y acciones de cada uno de losindividuos que la componen. Por lo tanto, podemos asimilarla a una familia.Ninguna familia produce todo lo que consume. Sus miembros generan ciertosingresos brindando algunos bienes y servicios en los que son más eficientes. Luego,compran lo que necesitan y no pueden o no les conviene desperdiciar su tiempo yesfuerzo en producir ellos mismos.



Por ejemplo, una familia con muchos miembros seguramente podrá destinar mástiempo a las tareas del hogar que una más pequeña; aunque siempre puede existirla posibilidad de que se considere tercerizar esas labores para dedicar dichoesfuerzo a otras cosas que se prefieran. Sin embargo, siempre, la mayor parte delo que consumen lo deberán adquirir de otros individuos. Con los países pasa lomismo, con los recursos disponibles, deben producir aquello que se hace máseficientemente y, luego, con las divisas obtenidas con su venta al exterior,comprarle al mundo aquello que afuera se hace más barato. Así se logra el máximoposible de disponibilidad de bienes y servicios para la comunidad. Es decir, semaximiza su bienestar económico.

Además, cuando un gobierno protege a un sector con aranceles, restricciones a laimportación o un tipo de cambio artificialmente alto, está incrementando surentabilidad a costa de la calidad de vida de quienes consumen su producción. Dadoque las ganancias son la señal que tienen los empresarios para asignar suinversión, éstos tenderán a destinar una mayor cantidad de recursos a proveer esebien o servicio; cuando hacerlo localmente es ineficiente y más costoso queimportarlo. Para el conjunto de los argentinos, hubiera generado mayor empleo ybienestar el destinar ese esfuerzo a otros sectores donde el valor de lo producidosea más alto y, el nivel de rentabilidad, real. Con esa mayor riqueza, el país hubierapodido contar con muchos más bienes y servicios de producción propia y delexterior.

Conclusión, hemos demostrado que el Dr. Rattazzi tenía razón y, también, que esfácil entender la indignación que generó en algunos industriales. Muchos de ellos,están acostumbrados a ganar plata sin invertir ni hacer el esfuerzo suficiente paraser más productivos; por lo que dependen de que el Estado los proteja del ingresode productos extranjeros fabricados por empresarios que sí buscan mayoreficiencia. Por supuesto, esta protección implicará que los consumidores argentinosdeberán pagar mayores precios por esos bienes y, así, deberán sostener la riquezade dichos empresarios ineficientes con un menor nivel de vida propio. Además, lospocos recursos con los que cuenta la Argentina, especialmente el capital, sedestinarán en mayor medida a sectores que generarán un menor nivel de bienestary empleo para el total de la economía; aunque incremente el ingreso de losempresarios y trabajadores privilegiados. Por ello, es cierto, que para algunos“empresarios” resulta más conveniente “Vivir con lo nuestro”; es decir, a costa demás pobreza y menor calidad de vida del resto de sus conciudadanos.

Autor: Lic. Aldo M. Abram - Junio de 2009

Argentina y el FMI

7 de abril de 2009


La reunión del G20 llevó buenas noticias no solamente para el FMI, el gran triunfador de dicha reunión. La reunión benefició a los países participantes en general y a la Argentina en particular.

Es que, se puede decir que Argentina está atravesando por un año más que complicado con poco margen de maniobra y numerosas tensiones en su economía. Y si bien el programa financiero está cerrado para este año, no le cae para nada mal a la Argentina comenzar a recomponer los canales crediticios internacionales para reducir la incertidumbre sobre su capacidad para sostener la estabilidad económica en este contexto turbulento. Y su relación con el FMI podría ser el primer paso.

Los acuerdos alcanzados en la reunión del G20 le generaron a la Argentina casi US$ 3.000 millones de manera automática a través de los denominados Derechos Especiales de Giro (DEG) que le otorgarán un cierto alivio en un año electoral en el cual el contexto internacional le es claramente adverso.


El FMI tiene fondos frescos y esta nueva situación probablemente pueda acercar más a la Argentina con el FMI. Sí, suena ilógico que el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner vea con buenos ojos volver a tener relaciones con el FMI, cuando hace poco más de tres años, Néstor Kirchner rompía relaciones con dicho organismo internacional acusándolo de haber perjudicado al país con sus recetas neoliberales. Pero ante un Chávez ya ausente para adquirir deuda argentina, mercados internacionales cerrados para el país y una caja que se reduce día a día con el deterioro de la economía y el contexto externo adverso, el FMI está dejando de ser “el malo de la película” para Argentina para convertirse en un posible aliado clave.

La situación de la economía argentina genera la necesidad de liberar tensiones y el FMI puede colaborar en ello. Si bien la crisis financiera internacional no ha afectado a la Argentina a través del sector financiero (dado que el sistema financiero argentino no se encontraba expuesto a los activos tóxicos), sí la ha afectado más de lo pensado en un principio a través de la economía real, impactando de manera directa en dos de los pilares fundamentales del modelo económico: el superávit fiscal y externo (aunque los mismos ya venían deteriorándose por la política económica errónea llevada adelante por el gobierno argentino).

Para este año, los analistas de mercado consideran la posibilidad de que la economía argentina entre en recesión. La actividad económica está debilitándose. En febrero, la producción industrial observó una contracción interanual del 1,1%, siendo éste el segundo mes consecutivo en negativo. La producción automotriz cayó en marzo por quinto mes consecutivo, un 23,6% en términos interanuales (y las ventas a concesionarios se contrajeron en un 35,3%) y ello repercute en otros sectores claves de la economía como el metalúrgico.


El debilitamiento de la actividad económica también se observa en los comercios. En el relevamiento que regularmente realiza la Observatorio de Comercio y Servicios PYMES, el 62% de los comercios consultados reconoció caídas en las ventas durante el mes de marzo en relación al mismo mes de 2008.

En la crisis del 2002, el sector externo contribuyó de manera significativa a la recuperación de la economía argentina. Sin embargo, en este caso, el sector externo está sumando a la profundización del deterioro económico del país. Es que las exportaciones se han visto reducidas en un 30% durante el primer bimestre del año, en lo que parece ser la tendencia para buena parte del año (probablemente hasta finales del mismo).

Este deterioro de la situación económica generó la necesidad política de adelantar las elecciones. El gobierno nacional tiene grandes dificultades para llegar a octubre, aunque, según refleja Carlos Pagni en un artículo escrito para “La Nación”, las provincias enfrentan mayores problemas aún.

La provincia de Buenos Aires está al frente de los problemas fiscales, con una necesidad de financiamiento estimada de $ 12.000 millones. Otra provincia de gran importancia, Córdoba la sigue junto a la gran mayoría de las provincias argentinas. Es que los gastos fiscales continuaron creciendo (presionados en buena medida por las alzas salariales) y no fueron acompañados por la dinámica de la recaudación.

El deterioro fiscal de las provincias ha llegado al punto de plantear el resurgimiento de las cuasimonedas (ampliamente utilizadas durante la crisis del 2001 por las provincias argentinas). Ayer el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Daniel Scioli, negaba esta posibilidad, pero lo cierto es que las provincias se encuentran enfrentando una situación fiscal preocupante y no pueden financiar sus déficits fácilmente.

Las dificultades que las provincias observan en sus cuentas fiscales generaron que Scioli decida adelantar el retiro de 10.000 empleados públicos en una acción desesperada por reducir el gasto de la provincia.

Frente a esta situación y las presiones que recibe permanentemente desde el sector agrícola, el gobierno nacional tomó una decisión que tiene múltiples beneficios aunque implique menos recursos para sí. La decisión de coparticipar el 30% de las retenciones a las exportaciones de soja produce un alivio (aunque leve) en las finanzas provinciales y logra el apoyo de los gobiernos provinciales para dicha imposición a las exportaciones agrícolas.

Dentro de todo el panorama negativo, ayer generó sorpresa el dato de recaudación nacional que indicaba un incremento interanual del 23% en el mes de marzo. La recaudación impositiva venía muy floja en los primeros meses del año (con incrementos interanual del 11% y 16,2% en los dos primeros meses del 2009, respectivamente), aunque esta recuperación en el crecimiento interanual sigue siendo insuficiente para equilibrar las cuentas fiscales.

Con la determinación de coparticipar las retenciones a las exportaciones de soja, menor recaudación esperada por retenciones a las exportaciones y la posibilidad de contracción en la actividad económica (el gobierno había estimado un crecimiento económico del 4% en el presupuesto del presente año, aunque puede compensarse con la subestimación de la tasa de inflación, ubicada en el 8%)

Y por si los problemas fueran pocos para la Argentina, en el día de ayer la justicia francesa dispuso el embargo de las cuentas bancarias de la embajada argentina en París, que si bien es por un monto despreciable (un millón de euros), amenaza con dejar un peligroso precedente. Los hold-outs le reclaman al país US$ 29.000 millones.

Este panorama negativo justifica el acercamiento del gobierno Argentino con el FMI. Pero, en caso de confirmarse ¿resultará beneficioso para el país o, como denunciaba Néstor Kirchner, puede dañarlo con sus exigencias de política económica neoliberales?

El acercamiento al FMI puede producir importantes beneficios para la Argentina porque la obliga a disciplinarse y transparentarse. Producto de la política fiscal descontrolada del gobierno argentino es que en este tiempo de crisis el país enfrenta una seria estrechez fiscal. Es por ello que disciplinar las cuentas fiscales, lo cual no implica reducir el gasto público sino hacerlo de manera más eficiente, fortalecería a la economía argentina.

El acercamiento al FMI obligaría a la transparencia en las estadísticas públicas. Ello implicaría un costo fiscal por los mayores servicios de la deuda que se deberían pagar (dado que el 40% de la deuda argentina se ajusta por inflación), pero beneficiará a la actividad económica contribuyendo a mejorar el clima de inversión y obligará al gobierno a enfrentar de una manera concreta los problemas que observa la economía argentina (los cuales se niegan a reconocer las estadísticas oficiales).

Además, el acercamiento con el FMI puede facilitar la renegociación de la deuda pendiente de reestructuración con los hold-outs, evitando así el riesgo de posibles embargos y, por qué no, ayudando a recomponer la relación con los mercados financieros internacionales.

Ciertamente Argentina no puede producir un cambio total en su política económica de inmediato ya que puede generarle mayores costos que beneficios. Es por ello que sería razonable que exista un cambio gradual consensuado con el FMI para que Argentina comience a implementar políticas económicas más sanas.

La necesidad está acercando a la Argentina al FMI. Para que este acercamiento pueda concretarse completamente sería necesario encontrar a un FMI más tolerante con la realidad económica local que respete los tiempos del país para alcanzar los objetivos propuestos y a una Argentina con intenciones de implementar políticas económicas más sanas (lo cual no implica renunciar a los objetivos de reducción de la desigualdad social), mayor transparencia y mayor respeto por las leyes. Para Argentina ello podría representar el inicio de un cambio hacia el fortalecimiento de la economía y la piedra fundamental para alcanzar el objetivo de crecimiento de largo plazo y desarrollo económico. ¿Podrán el FMI y la Argentina ceder en sus posiciones para lograrlo?

Autor: Horacio Pozzo - 7 de Abril de 2009

fuente: latinforme.com

Hay que pagarle al Club de París

Autor: Dr. Martín Krause


En estos momentos de crisis económica mundial se reclaman hombres prácticos que tomen medidas concretas, no parece ser el tiempo de los filósofos. No obstante, sería un error desatender a sus consejos, sobre todo si han sido reivindicados por numerosas experiencias prácticas.

Uno de ellos proviene del escocés David Hume. En su ‘Tratado sobre la Naturaleza Humana’, sintetizó en pocos renglones las que entendía como leyes fundamentales para la convivencia en sociedad, aquellas que permitirían a los pueblos progresar y alcanzar sus metas individuales. Dijo así: “Donde la posesión no tiene estabilidad habrá guerras perpetuas. Donde la propiedad no se transfiera por consentimiento, no puede haber comercio. Donde no se cumplen las promesas, no puede haber ligas o alianzas”.

En síntesis, nos está diciendo que una sociedad que prospere tiene que respetar la propiedad, la libertad de contratación y una norma moral para cumplir con la palabra empeñada. Son tres leyes básicas que se encuentran detrás de todo el impresionante desarrollo de Occidente, desde la Revolución Industrial hasta la revolución tecnológica actual.


Desde hace tiempo los argentinos han dejado de creer en estas leyes básicas y han aceptado todo tipo de atropellos por parte de muy diversos gobiernos. En los últimos meses, hemos visto la estatización de los fondos de pensiones, la intromisión en todo tipo de contratos y ahora, en estos días, se agrega otra mancha más a nuestra foja de incumplimiento de promesas.

El año pasado, la presidente anunció el pago de la deuda pendiente con el Club de París. Ésta, en un monto superior a los 6 mil millones de dólares, fue contraída oportunamente con distintos gobiernos, entre los cuales los principales son Alemania, Japón, España, Holanda, Francia, Estados Unidos, Italia y Suiza. Esta deuda está sin pagar desde el default argentino de fines de 2001.

Su falta de pago no solamente afecta la reputación del país, su capacidad de obtener nuevos créditos, mucho menos de esos países, sino al sector privado en general, ya que no se pueden aprovechar las ventajosas condiciones de financiación para la importación de maquinarias y equipos. Esto es así: una empresa argentina quiere renovar o ampliar sus maquinarias y comprarlas en Alemania. Normalmente el exportador alemán podría ofrecerle un pago financiado con una tasa de interés muy baja porque obtiene un seguro de una agencia alemana de seguro de crédito. Estas agencias clasifican a los países en una escala de 1 (el más confiable) a 7 (el menos y al que no se le otorga crédito). La Argentina después del default está en el 7, quiere decir que el importador tiene que pagar al contado o financiarse en el mercado a un alto costo.


Arreglar con el Club de París (que nuclea a todos los países acreedores) era el comienzo de la solución de este problema, que además afecta al flujo de inversiones privadas de esos países.

Pero ahora se lee en los diarios que este pago se habría suspendido, teniendo en cuenta la explosión de la crisis financiera global a fines del año pasado.

Es cierto que, dada la nueva situación, tal vez convenga concentrarse en garantizar los otros pagos de la deuda que vencen este año, y despejar las dudas de un nuevo default, pero la promesa se había hecho. Tal vez esto no quiera decir que hay que pagar irremediablemente, pero lo que no se puede hacer es simplemente dejar el tema de lado.

El mantenimiento de la promesa demandaría que Argentina ratifique su voluntad de pagar y que llame a los acreedores a negociar abiertamente un calendario de pago acorde a las actuales circunstancias. Lo que no podemos es olvidar el tema e ignorarlo. Forma parte de esa ley básica, si no cumplimos no habrá ligas o alianzas, o las habrá solamente con Chávez y Raúl Castro, quien además nos debe una buena suma que nunca nos ha pagado.

Autor: Dr. Martín Krause

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Distorsiones en las Estadísticas del INDEC

04 de febrero de 2009.


INDEC. Un país sin brújula ni responsabilidad cívica.

Por el Lic. Aldo M. Abram

Lo más grave de la manipulación oficial de las estadísticas públicas tiene que ver con la obligación ciudadana de controlar a quienes elegimos como funcionarios. El principal objetivo de los organismos públicos que elaboran información es proveernos de los instrumentos para poder ejercer dicha responsabilidad cívica. Cosa que no podremos hacer si están intervenidos por aquellos a los que tenemos que controlar y se distorsionan los datos para engañar a los que les cedieron el poder con su voto; lo cual hace difícil hablar de la vigencia de una verdadera democracia republicana en la Argentina.

Otro perjuicio tiene que ver con que esos datos distorsionados son la base sobre las que se proyectan los escenarios que se utilizan para evaluar la viabilidad de posibles inversiones productivas. Si la información pública que se usa es dudosa, eso tiñe de mayor incertidumbre los marcos económicos estimados y, por ende, vuelve más riesgoso el encarar cualquier proyecto en el país, disminuyendo la producción, empleo y bienestar futuro de los argentinos. Es cierto que los consultores tendemos a tratar de elaborar cifras propias más confiables; pero difícilmente lo podamos hacer mejor que un organismo estatal que cuenta con mucho más recursos y capacidad de relevamiento de datos.

Por otro lado, cuando las cifras oficiales pierden credibilidad, la economía tiende a funcionar mucho más ineficientemente, bajando nuestro nivel de vida; ya que, por ejemplo, la inflación es un dato vital para negociar salarios, alquileres, tasas de interés, etc. Si no existe una estadística que todos consideren confiable, ¿en base a qué se llegará a un consenso en esas tratativas? Cada uno utilizará el que le venga mejor a sus intereses y las brechas a cerrar serán muy grandes, aumentando la conflictividad y la probabilidad de tomar decisiones erradas.


En forma generalizada se asume que los índices de precios al consumidor se “dibujan”; pero esto afecta a otras estadísticas que se toman a valores moneda corriente y luego se les quita la inflación para saber como evolucionaron en cantidades, como muchas cifras sobre ventas. También, al tomar precios más bajos que los reales, el gobierno “reduce” el nivel de pobreza e indigencia; ya que dichos menores valores se utilizan para calcular el nivel de gasto mínimo para que alguien no califique en estas categorías, dando montos artificialmente bajos. Otro cambio que se realizó en el INDEC fue modificar arbitrariamente el cronograma con el que se dan a conocer los datos. Si son malos, se publican a última hora del viernes, sabiendo que así tendrán menos impacto en los medios. Si son buenas noticias, los adelantan altos funcionarios del gobierno, aprovechándolos para el marketing oficial. También, sucede en algunas estadísticas que se da la cifra preliminar del último mes, que es la que toman los medios; pero que es corregida a la baja cuando se informa el definitivo junto al preliminar del mes siguiente, que es en ese momento la noticia. De esta forma, nadie se entera de que la evolución de dicha estadística es peor de lo que se publica.

Por último, para resolver este problema, el Congreso debería sancionar una ley por la que le de autarquía al INDEC y lo ponga bajo su órbita. Esto permitirá ir recuperando en el tiempo la credibilidad que supo tener en el pasado. Hasta principios de 2007, fecha en la que fue intervenido por el gobierno, era uno de los organismos de estadística más reconocidos de la región y servía de ejemplo a seguir. Lamentablemente, el haber permitido que esa confiabilidad se destruyera, habla de la pobre responsabilidad ciudadana de todos los argentinos.

Por el Lic. Aldo M. Abram

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Economía Argentina 2008

Qué exige la riqueza de parte de la ley para producirse y crearse?: lo que Diógenes exigía a Alejandro: que no le haga sombra J.B. Alberdi.


Exactamente el 27 de noviembre de 2007 escribimos un artículo que titulamos El ajuste llegó para quedarse . En él reflejábamos la necesidad que ya tenía el entonces gobierno del presidente Néstor Kirchner de generar caja para poder seguir adelante dentro del esquema trazado.

Nada nuevo: subir retenciones, bajar subsidios mediante suba de tarifas, aumentar impuestos o generar inflación adicional constituían los recursos a mano para aumentar la disponibilidad de las arcas. Así fue desde el final del gobierno de Néstor Kirchner y continuó siendo en los primeros meses del gobierno de Cristina Fernández. El drama se puso de manifiesto cuando el 11 de marzo el ministro de economía Lousteau dictó la ya famosa resolución 125 fijando retenciones móviles a las exportaciones de ciertos cereales y oleaginosas. El mecanismo no era original, dado que ya venía aplicándose a las exportaciones de petróleo (y continúa hoy).

Pero la inesperada reacción de las entidades rurales descolocó a propios y extraños. En verdad, la reacción fue de las llamadas bases antes que de los dirigentes. Es que el sistema de la resolución 125 implicaba abolir los mercados de futuros, y fijaba el monto de ingreso máximo en pesos, moneda que viene perdiendo su valor a un ritmo del 20 o 25% anual.


Ante el fracaso de esta medida evidentemente recaudatoria, el gobierno de Cristina Fernández decidió atacar otros flancos. Ya en 2007 se había modificado por medio de la ley 26.222 el sistema de adhesión a las AFJP. Luego de un año de publicidad tendenciosa y francamente malintencionada, se logró que un millón de personas aproximadamente se pasaran del régimen mixto de las AFJP, al sistema enteramente estatal, lo cual implicaba que el Estado se hiciera de los fondos acumulados por estas personas y de los aportes corrientes de ahí en más.

El afán recaudatorio continuó su curso. La necesidad de caja se hizo cada día más elocuente. Así, a pocos meses de modificado el sistema de adhesión a las AFJP, se decidió su eliminación y la expropiación de los fondos acumulados. Al mismo tiempo, de dispusieron aumentos tarifarios del orden del 200% en electricidad y gas (según se comenta, en algunos consorcios el aumento en la electricidad llega al 400%). También se ajustaron los valores de los combustibles líquidos en promedio un 50% o más durante el transcurso de 2008, pese a las bajas producidas en la cotización del petróleo en el mundo, que significaron que pasara a valer prácticamente la cuarta parte de su precio máximo en el mes de julio pasado.

Hasta acá lo que podríamos llamar la previa. Obviamente la frutilla de la torta fue la sanción de la ley de blanqueo de capitales y moratoria impositiva y previsional. Al momento de escribir estas líneas se rumorea que el nuevo Secretario de Ingresos Públicos piensa enviar un proyecto para producir una nueva modificación a la ley penal tributaria para agravar las penas de los evasores. En realidad, lo que se intenta hacer es prácticamente obligar al blanqueo con amenazas de mayores sanciones. También está planeándose una modificación al Monotributo mediante un (cuándo no) régimen de información de parte de los contribuyentes que implique declarar su patrimonio. La razón de esto es que el atraso en el ajuste de los valores de ingresos de las distintas categorías del Monotributo se ha vuelto un incentivo al llamado enanismo fiscal. Esto es: mantenerse en categorías de esta forma de tributar en lugar de inscribirse en el régimen general de ganancias e IVA.


En dirección contraria, y por razones político-gremiales esencialmente, se ajustaron los mínimos no imponibles en Ganancias y se eliminó la llamada tablita de Machinea.

Con estos antecedentes y ante esta realidad local , por así llamarla, entramos entonces en el plano internacional. Los conflictos en Oriente Medio entre israelíes y palestinos, o entre indios y paquistaníes pueden repercutir seriamente en la incertidumbre general que tiñe de negro el horizonte económico y financiero. La crisis no ha concluido por más que se sostenga lo contrario.

Las voces tranquilizadoras se oyen por doquier. Todo parece haberse ajustado y resuelto mediante la inyección ilimitada de billetes de banco para favorecer el crédito a bajas tasas y el consiguiente salvataje de empresas en problemas. Esta política se ha extendido a nivel mundial.

Los Estados devalúan sus monedas. Los ahorristas se refugian en el dólar. Las pérdidas de los tenedores de títulos y acciones de las entidades con problemas han sido monstruosas. La gente no quiere correr riesgos y pocos son los dispuestos a endeudarse en estas condiciones. Todo el mundo parece preferir esperar, y esto desespera a los encargados de la política monetaria de los bancos centrales del mundo industrializado. Es lógico que así sea. Es lógico que los funcionarios se desesperen y es lógico que los ahorristas no quieran correr riesgos.

Ahora el presidente electo norteamericano anuncia un plan de reducción de impuestos que se financiará con el incremento de la deuda pública, ya que la corrida hacia el dólar ha venido incluyendo la compra de títulos del tesoro. El plan consiste en salvar y asistir. Ayudar y perdonar. Y endeudarse para poder pagarlo. Esperemos dé resultados positivos y no signifique tirar la pelota hacia adelante.

A muchos les ha ido muy mal. Incluso fueron estafados. O defaulteados miserablemente con argumentos tales como si pusieron la plata a tasas tan altas en la Argentina, sabían los riesgos que corrían (Dr. Lavagna dixit). Los países emergentes son riesgosos. Los países industrializados son riesgosos. El mundo es riesgoso.

Únicamente se salva, al parecer, la moneda norteamericana. Y eso es así porque la economía de EEUU es una de las más dinámicas del mundo. Y, con todos los problemas que ha presentado, lo cierto es que el Estado norteamericano no supera el 25% del PBI de esa nación, mientras que el de Europa alcanza y supera el 50%. Es decir que EEUU se mueve mucho más dentro de las leyes del mercado que la vieja Europa. India o China, por su parte, con todo lo que puedan ser, representan un aporte mínimo al PBI mundial al lado del europeo o el norteamericano.

Entre nosotros las cosas no terminan de adaptarse a la situación que se vive internacionalmente. En materia de exportaciones estamos cayendo en razón de los problemas con las retenciones, las prohibiciones y los precios máximos. El tipo de cambio no se ha dejado ajustar a los niveles que el mercado indica porque el intervencionismo lo ha impedido en razón de la fuga de capitales que viene produciéndose. Los planes de créditos blandos, ayudas varias, heladeras baratas y autos económicos sabemos dónde terminan antes de que empiecen (¡y no terminan de empezar!, con lo cual no se vende ni con planes ni sin ellos).

La presión tributaria es insoportable y supera cómodamente el 50% para quienes trabajan en blanco. El INDEC sigue falseando estadísticas e índices de precios. La devaluación no puede acelerarse por las razones apuntadas (y porque además exacerbaría la inflación por la aceleración de la velocidad de circulación de la moneda que se produce con la huída hacia el dólar).

Así las cosas, el 2009 será un año francamente recesivo. Con crecimiento cero o decrecimiento. Fuga de capitales y tipo de cambio oscilante provocado por el Banco Central para tratar de evitar la huída masiva al dólar.

La Argentina no está acomodándose al mundo. Las expectativas por el cambio de gobierno en EEUU se han magnificado como suele ocurrir entre nosotros, porque siempre esperamos soluciones mágicas. La búsqueda de inversiones en el mundo no dará resultados y la política de blanqueo de capitales arrojará problemas legales adicionales.

El gobierno kirchnerista no ha pensado ni un segundo en abrir la economía. Al contrario. Solamente piensa en cerrarla. Limitar importaciones. Restringir exportaciones para supuestamente favorecer el mercado de consumo local. Ofrece créditos con el dinero habido de las AFJP a gente que tiene miedo de tomarlo porque no sabe si conservará su trabajo para pagar. Prácticamente quiere obligar al blanqueo como obligó a los ahorristas a perder sus fondos en las AFJP. Succionar recursos de donde sea y como sea, cerrar fronteras, estrechar filas, y vivir con lo nuestro, como sugiere desde que lo conocemos el inefable Aldo Ferrer. Claro que lo nuestro es el yuyito, es la producción primaria, son las vacas. Y todo eso se lo persigue con argumentos psicodélicos, en lugar de promoverlo (es decir, no castigarlo) porque es la base del desarrollo productivo sostenido y eficiente.

Bien, digamos que no pensamos, pese a todo lo que estamos afirmando, que el año 2009 vaya a resultar tan dramático como han sostenido no pocos economistas. Más bien creemos que será complicado pero que no habrá un nuevo default explícito de la deuda, ni aumentará tan dramáticamente la desocupación. Probablemente sea necesaria una refinanciación, pese a que también se sostiene que no hará falta.

En estos días se han recuperado un poco los precios de las commodities. Esto puede significar un cierto respiro en materia de ingresos por retenciones a las exportaciones. Claro que para eso habrá que permitir exportar y terminar con esta historia de que vamos a poner de rodillas al campo.

El aumento del costo de la vida afectará mucho a la clase media. Los peajes, las tarifas, los combustibles, los transportes de pasajeros, etc. Todo lo que se ha mantenido congelado durante un lustro pegará el gran salto como ya está ocurriendo. Lo que podría haberse hecho progresivamente termina haciéndose de golpe con el resultado traumático consecuente. Probablemente el impacto en el bolsillo, y en la psique, de los sectores medios será bastante más dramático que el cierre de las cuentas públicas. Cuando la población empieza a sentir el cimbronazo, se contrae más y más. Deja de salir. Deja de ir de vacaciones. No cambia su auto. Se detiene como en esas imágenes del terror que producen los grandes cataclismos. Eso también hay que achacárselo al gobierno kirchnerista, por no haber ajustado los valores ante la depreciación forzada de la moneda por el sostenimiento del dólar alto durante tanto tiempo.

Bajarán los alquileres, bajarán las propiedades. Bajarán las ventas y muchos negocios bajarán sus persianas o negociarán bajas en las locaciones. Eso está ocurriendo en estos momentos y con creces, además. Y continuará ocurriendo.

Suben las prepagas, las cuotas de los colegios privados. Los ajustes se generalizan. EL AJUSTE se generaliza.

Demasiado intervencionismo para complicar la vida de la gente. Demasiada soberbia. Demasiado desparpajo cargado de mentiras estadísticas. La clase media prefiere guardarse. Responde así al contradictorio mensaje que significa no consuma electricidad o gas, pero sí consuma comprando electrodomésticos y automóviles.

Apagar luces, usar menos combustibles, no cambiar de auto, gastar menos gas, cambiar las lamparitas, no salir a comer afuera, no viajar y pagar peajes insólitos, no calefaccionar sus piletas . Y ahora que la clase media no gasta porque todo es más caro y supuestamente puede pagarlo, el Estado sale a ofrecer créditos para que sí gaste. En el bizarro mundo intervencionista las contradicciones no sólo son posibles, son inherentes al modelo.

Si observamos que en estos años el Poder Ejecutivo la señal fue no permitiremos exportar para garantizar la mesa de los argentinos, el resultado alcanzado resulta absurdo. Suben los índices de pobreza, la gente no compra, el consumo se retrae. La inflación no reconocida por la mentira oficial ha destruido los salarios en muchos sectores. La economía informal sigue representando prácticamente el 40%.

En este mar de paradojas hay que incluir el reparto de $ 200 por única vez y las llamadas tarifas sociales. El criterio sigue siendo discriminar hacia la clase media y media alta, pero al mismo tiempo se elimina la tablita de Machinea y se ofrecen créditos para autos. Paguen más pero sigan consumiendo lo mismo. La negación de la ley de oferta y demanda en estado puro.

La realidad es que, como decíamos hace poco más de un año: EL AJUSTE LLEGÓ PARA QUEDARSE.

HÉCTOR BLAS TRILLO

Buenos Aires, 9 de enero de 2009

Los Impactos Macroeconómicos de la Reforma al Sistema Previsional Argentino

LOS IMPACTOS MACROECONÓMICOS DE LA REFORMA



EN EL SISTEMA PREVISIONAL ARGENTINO.

ANDREA FABIANA MAC DONALD (*)

I-INTRODUCCIÓN:



En el presente análisis expondremos uno de los temas de importancia y de amplias confrontaciones tanto en el ámbito político, social y económico como es la reforma del sistema previsional argentino y los impactos macroeconómicos que provocó la misma, llegando a nuestras consideraciones finales.

II-LA REFORMA PREVISIONAL Y LA ESTATIZACIÓN DE LAS AFJP – CONFISCACIÓN Y VIOLACIÓN DEL DERECHO DE PROPIEDAD DE LOS AFILIADOS.

Ciertamente una de las cuestiones planteadas en el marco de la reforma del sistema previsional argentino por los especialistas, es interpretar que el pase de los fondos que se encontraban en las cuentas de capitalización al Estado, resulta ser una mera confiscación y una violación al derecho de propiedad establecido en el artículo 17 de la Constitución Nacional.



Recordemos que en el año 2007, surge la Ley 26222 que disponía la libre opción de aquellos afiliados de las AFJP pasarse al régimen de reparto, lo cuales fueron 700.000 quienes decidieron pasarse de manera voluntaria a dicho sistema, mientras que el resto de los afiliados decidió permanecer en el sistema de capitalización.1

Sin dudas, la eliminación de las AFJP y la consiguiente eliminación del sistema de capitalización con el traspaso de los afiliados al régimen de reparto, ha provocado un impacto de importancia, originando costos económicos y sociales siendo nuevamente los afiliados afectados en sus derechos de propiedad, violándose lo expresado por el legislador en el artículo 17 de la CN.2

Es así como la reforma previsional en Argentina, marca la finalización del sistema privado de capitalización y da comienzo nuevamente a un protagonismo del Estado capaz de administrar y controlar no sólo la continuidad del pago de las jubilaciones y pensiones actuales, sino también los aportes de los futuros jubilados.

Al respecto RIESCO considera que “la sanción por amplia mayoría en el Congreso de la Nación de la ley de nacionalización de las jubilaciones privadas puso fin a un sistema perverso, que destruyó el principio de solidaridad intergeneracional, depredó los ahorros de los trabajadores y constituyó una de las principales causas del endeudamiento externo del país.” 3

Otra de las consecuencias de la reforma del sistema previsional es sin dudas los futuros reclamos judiciales contra el Estado que efectúen los afiliados afectados ya que la misma será una avalancha que caerá sin dudas en la decisión de la Corte Suprema de Justicia anticipando muchos especialistas el fin de la seguridad jurídica en Argentina.

III-EFECTOS MACROECONÓMICOS DE LA REFORMA DEL SISTEMA PREVISIONAL ARGENTINO.

Se ha considerado que el sistema de capitalización presenta complejidades pero simétrico a la vez en cuanto a la exactitud y datos que refleja en sus documentaciones ya que al 30 de junio de 2008, el sistema de capitalización contaba con alrededor del 61% de los afiliados que aportaban al Sistema Integrado de Jubilaciones y Pensiones (SIJP) con 9,5 millones de personas contra 5,3 millones en el régimen de reparto.

AFILIADOS POR AFJP

TRIMESTRE ABRIL – JUNIO DE 2008 – 30/06/08



AFJP

CANTIDAD

PORCENTAJE (%)

ARAUCA BIT

1.153.055

12,15

CONSOLIDAR

1.315.922

13,87

FUTURA

401.135

4,23

MÁXIMA

1.017.430

10,72

MET

1.358.625

14,32

NACION

919.992

9,70

ORIGENES

1.804.701

19,02

PREVISOL

325.634

3,43

PROFESIÓN + AUGE

658.704

6,94

PRORENTA

319.193

3,36

UNIDOS

213.468

2,25

TOTAL

9.487.859

100

Fuente: “AFJP : La Confiscación” – Revista Desafío Económico. Pág.32 – Noviembre 2008.

Aquí observamos la cantidad de afiliados al sistema de capitalización durante el trimestre comprendidos entre los meses abril, mayo y junio de 2008, liderando Orígenes el de mayor cantidad de afiliados, seguida de MET y MÁXIMA , siendo clara la voluntad de los afiliados de haber quedado en el sistema privado de capitalización.

Es así como desde el inicio del sistema privado de capitalización de jubilaciones, se ha observado durante la vigencia del sistema previsional implementado por la Ley 24241, un crecimiento considerable de los afiliados a dicho sistema desde 1997 hasta la fecha siendo indicativas las cifras expuestas en el siguiente cuadro.


VARIACIÓN NUMERO DE AFILIADOS

CONCEPTO


AÑO 1997/98


2007/08

AFILIADOS AL INICIO

5.820.534

11.669.822

AFILIADOS AL FINAL

6.696.248

9.487.859

CRECIMIENTO


875.714


- 2.181.963

Fuente: Revista Desafio económico. Noviembre 2008.

RENTABILIDAD DE LAS AFJP – PERÍODO 1997 – 2008

AFJP

PORCENTAJE

ARAUCA BIT

14,47%

CONSOLIDAR

15,33%

FUTURA

13,49%

MÁXIMA

14,90%

MET

18,63%

NACION

16,40%

ORIGENES

14,59%

PREVISOL

15,05%

PROFESIÓN + AUGE

13,92%

PRORENTA

14,85%

UNIDOS

13,51%

RENTABILIDAD PROMEDIO

14,67%

RENTABILIDAD REAL PROMEDIO


8,44%

Fuente: Revista Desafio Económico. Noviembre 2008.

En este caso, observamos desde el punto de vista macroeconómico la rentabilidad que han representado las AFJP en relación con los afiliados desde el inicio en el año 1997 al mes de junio de 1997 evaluándose una rentabilidad promedio del 14,67% y una rentabilidad real promedio del 8,44%, representando mayor rentabilidad MET con 18,63%, NACIÓN con 16,40% y seguida de CONSOLIDAR con 15,33% entre las principales con mayor impacto durante el último período de junio 2008.

IV-CONSIDERACIONES FINALES.

De acuerdo a lo expuesto en el presente articulo, hemos llegado a nuestras consideraciones finales, las cuales son las siguientes:

1-El impacto de la reforma en el sistema previsional argentino.

2-La eventual confiscación de los fondos de las AFJP y la violación de los derechos de propiedad de acuerdo al artículo 17 de la Constitución Nacional.

3-Los costos económicos y sociales de la reforma en el sistema previsional argentino.

4-Los efectos macroeconómicos de la reforma en el sistema previsional argentino.

(*) Jefa de Trabajos Prácticos de la cátedra Análisis Económico y Financiero. Jefa de Trabajos Prácticos de la cátedra Elementos de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social de la Universidad de Buenos Aires – Facultad de Derecho. Master en Derecho y Economía (tesis en curso). Universidad de Buenos Aires – Facultad de Derecho.




1- Mac Donald, Andrea F. “El impacto de la reforma en el sistema previsional argentino”. Artículo de doctrina publicado en Laborjuris – Revista jurídica Microjuris – 4 de diciembre de 2008. (http:// www.microjuris.com.ar)

2- Mac Donald, Andrea F.: ob. cit.

3- Riesco, Manuel: “Sismo en los fondos de pensión”. Pág. 26 - Le Monde Diplomatique – El Dipló – Diciembre 2008.

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