Empresarios y precios
Es evidente que los comentarios vertidos por algunos empresarios, en especial por Alfredo Coto, con respecto a la posible presión inflacionaria de una suba de salarios masiva, ha producido un cimbronazo de proporciones en las cercanías del Poder Ejecutivo.
El propio presidente Kirchner salió prontamente a hablar nada menos que de “extorsión de algunos empresarios”, con lo cual al menos según nuestro registro de memoria ha dejado de generalizar hablando de “todos”.
A su vez, la secretaria de Defensa del Consumidor, Patricia Vaca Narvaja, fue más dura aún al calificar a tales empresarios de incapaces, ineficientes o directamente mentirosos.
Creemos sinceramente que el nivel que adquiere este tipo de declaraciones no contribuye no sólo a desarrollar nuevos proyectos de inversión, como sería menester y todos lo sabemos, sino que simplemente fomenta una especie de disputa de tono clasista que debería poder superarse de una buena vez en la sociedad argentina.
Es evidente que más allá de cualquier opinión un empresario como Alfredo Coto, que inició su derrotero empresarial comprando hacienda en Liniers para venderla luego en su propio negocio, que hacia fines de los años 70 se convirtiera en aquellas “carnicerías integradas Coto” para finalmente derivar en pequeños supermercados que terminaron siendo la cadena impresionante que hoy son, dista de ser “ineficiente o incapaz”. Tampoco nos parece “mentiroso” que alguien pueda pensar que un incremento en los costos, y en este caso en los sueldos, no pueda derivar en un aumento de precios, dado que la mayor demanda de bienes producto de mayores salarios deriva en la necesidad de producir más, o de subir los precios, o de escasez de los bienes demandados adicionalmente.
Por supuesto que podríamos hablar de cambios en los precios relativos, dado que el dinero que va a ahora a salarios de gente que demanda comida, deja de ir a bolsillos de quienes tal vez demandan otro tipo de productos, provocando una baja de los precios de estos últimos en compensación. También podríamos hablar de un desincentivo a la inversión si los márgenes de ganancias de las empresas se reducen como consecuencia de las subas de sus costos. Estos conceptos son planteos económicos básicos. Podrán discutirse según sea la visión del opinante, pero es indudable que acusar de mentiroso a quien opina esto o aquello, carece de la más elemental norma de intelectualidad.
En cuanto a la extorsión, cabe mencionar un comentario del economista José Luis Espert, quien ha señalado con rigor que mientras el gobierno apunta a devolver los fondos del plan canje de automotores (que aún no ha hecho) exigiendo inversiones con ese dinero, cosa que obviamente no formaba parte del plan original, acusa de extorsionadores a los demás. Es un buen punto, pero cae una vez más en la discusión bizantina sobre las culpabilidades y maldades de los demás, ante las virtudes propias.
Las cuestiones sociales no son tan lineales y las generalizaciones siempre son injustas, agresivas y poco edificantes. Lo cierto es que la emisión de moneda, que en los primeros 8 días del mes de junio alcanzó nada menos que 9.000 millones de pesos, destinados íntegramente a comprar excedentes de dólares, produce un impacto notable en la demanda de bienes y por lo tanto en el encarecimiento de los precios. Se estima para este año un crecimiento del circulante en total de un 25%, mientras que el PBI se espera que crezca el 7,4%. Si esto es así, el impulso a la tasa inflacinaria es evidente. O en su defecto, si la masa circulante se detrae por efecto de las colocaciones de Lebacs a tasas crecientes, lo que crece es entonces el endeudamiento del Estado y el llamado déficit cuasifiscal (financiero).
En la semana que acaba de concluír, el gobierno colocó títulos de deuda (Lebacs) por un monto de 1.500 millones de pesos. Ello, claro está, con el objetivo de retraer la cantidad de circulante y frenar los impulsos inflacionarios.
Digamos también, dentro de esta misma tónica, que en la última semana el BCRA emitió 1.300 millones de pesos, para comprar 457,3 millones de pesos, y que no ha habido capitales “golondrina” que depositaran el encaje del 30% exigido por las autoridades para invertir fondos extranjeros en pesos a por lo menos un año de plazo. Está analizándose si es que la medida dispuesta tiene agujeros por donde se filtran tales capitales, o en verdad la exigencia es tan grande que desalienta cualquier inversión. En tal caso cabría pensarse que si lo que se desea es prohibir, que se prohíba directamente y punto. Sin embargo, la intención no es esa, sino que lo que se pretende es que vengan pero que no ganen mucho. Esto impulsa hacia arriba las tasas de interés, generando nuevos problemas para los tomadores de crédito locales.
The Economist, ha publicado una nota en la que directamente dice que la suba del consumo de calefacción en los hogares ha afectado la provisión de GNC a las estaciones de servicio. También que en los años 90 se inviritieron en el país U$S 50.000 millones en energía, pero que luego de la crisis muchas firmas abandonaron el país y las inversiones cesaron, mientras el consumo aumentaba por efecto de los bajos precios (congelados). Entre 2000 y 2003 las reservas de gas cayeron un 21% y en 2004 se importaron U$S 700 millones en energía. Este influyente semanario indica, además, que los altos precios de las commodities, la capacidad ociosa productiva heredada de la crisis, y la política monetaria expansiva /han sostenido la fiesta de Kirchner./ Una manera de describir la realidad bastante poco amistosa, por decir lo menos. Pero que, salvo los adjetivos calificativos, podemos compartir en un todo.
Digamos también que nuestro vecino Brasil ha puesto los ojos en la inversión en caña de azúcar para la producción de etanol, es decir de alcohol con fines de combustión de vehículos. Los altos precios del petróleo, que no se espera que bajen, son el principal incentivo.
Y ya para terminar, consignemos que las estimaciones del índice de inflación para 2005, sitúan la tasa en el orden del 9,4%. Consideramos que salvo que se reprima fuertemente, desde el punto de vista monetario y fiscal, nuestra expectativa es que tal índice no baje del 11%. En todo caso, una cifra u otra son lo suficientemente elevadas como para que nadie se duerma en los laureles.
Buenos Aires, 20 de Junio de 2005
Dr. Héctor Blas Trillo
Asesor y consultor de empresas
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